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Este artículo fue curado por pulzo   Ago 11, 2025 - 8:21 pm
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El proyecto vial 5G Buga–Buenaventura, recientemente fortalecido por una operación de financiación sostenible de 3,66 billones de pesos colombianos, se erige como una apuesta estratégica y necesaria para la modernización de la infraestructura vial en el oeste de Colombia. Esta iniciativa, con financiación gestionada por el banco JP Morgan y respaldada por seis entidades nacionales e internacionales, garantiza la culminación de una fase constructiva iniciada formalmente en agosto de 2024. El hecho de captar recursos en moneda local —como ha resaltado la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI)— no solo reduce riesgos cambiarios, sino que fortalece la solidez del sistema financiero colombiano y promueve un enfoque sostenible en la inversión pública.

Bajo el esquema de Asociación Público-Privada de Iniciativa Pública (APP-IP), el proyecto compromete una inversión total estimada en 7,1 billones de pesos, de los cuales 4,6 billones corresponden a inversión directa y 2,5 billones a operación y mantenimiento que se extenderá hasta diciembre de 2024. La obra tiene como objetivo principal finalizar la doble calzada entre Bogotá y Buenaventura, corredor logístico de suma importancia que comunica el interior del país con el principal puerto colombiano sobre el Pacífico. Esta modernización implica la rehabilitación y adecuación de un trazado de más de 200 kilómetros, así como la realización de complejas intervenciones de ingeniería que contemplan la estabilización de taludes, la construcción de nuevos túneles y la actualización de equipos electromecánicos en los 17 túneles existentes —que suman en conjunto más de nueve kilómetros críticos dado el carácter montañoso y lluvioso de la región—. Estas acciones buscan no solo mayor durabilidad, sino condiciones de seguridad óptimas para usuarios y transportadores.

El impacto social y económico de la intervención es notorio: de acuerdo con la ANI, más de tres millones de personas de siete municipios del Valle del Cauca se verán beneficiadas de manera directa, con la generación de más de seis mil empleos entre directos e indirectos. La relevancia de esta obra para el comercio exterior de Colombia es subrayada por la significativa participación del puerto de Buenaventura, que canaliza alrededor del 60% del tráfico marítimo nacional. De este modo, la mejora vial no solo dinamiza la economía regional y nacional, sino que apunta a reducir los costos logísticos que, según cifras del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), representan cerca del 20% del Producto Interno Bruto (PIB) colombiano. Además, la conexión eficiente entre el centro del país y el Pacífico es vital para aumentar la competitividad nacional en los mercados internacionales.

Desde la óptica técnica, la zona atravesada exige soluciones de alta ingeniería por factores como sismicidad, alta pluviosidad y pendientes pronunciadas. Por ello, los estudios recientes en el ámbito de la ingeniería civil recomiendan incorporar materiales y métodos de última generación, especialmente en la estabilización de taludes y la construcción de túneles. Asimismo, la actualización tecnológica de la infraestructura electromecánica en los túneles existentes permite visualizar un corredor más moderno, seguro y eficiente, cuya concepción se remonta a varias décadas atrás.

La estructura financiera del proyecto también introduce innovaciones relevantes: la deuda fue estructurada en moneda local en colaboración con banca internacional como IDB Invest y el International Finance Corporation (IFC), además de instituciones nacionales como Bancolombia y BBVA. Esta tendencia a la financiación sostenible, alineada con los criterios de entorno ambiental, social y de gobernanza (ESG), responde a una creciente demanda regional por proyectos viales responsables con la mitigación del cambio climático y el respeto por la biodiversidad, en zonas donde hay presencia de comunidades indígenas y campesinas.

La conclusión y puesta en marcha de este corredor no solo significa un avance para la competitividad y conectividad del suroccidente colombiano, sino que reta a las autoridades y la sociedad a gestionar los impactos sociales y ambientales, así como a garantizar el cumplimiento de cronogramas y estándares de calidad en una región marcada por dinamismos socioeconómicos complejos, según reportajes y análisis independientes sobre el tema.

Preguntas frecuentes relacionadas

¿Cuáles son los principales desafíos ambientales y sociales para el corredor Buga–Buenaventura?

Esta pregunta surge ante la magnitud de la intervención en una región con una de las mayores biodiversidades del país y presencia significativa de comunidades étnicas y rurales. El trazado comprende zonas de bosque húmedo tropical y atraviesa áreas donde los impactos de la modernización de carreteras pueden traer tanto oportunidades de desarrollo como riesgos en términos de fragmentación de hábitats y afectaciones a modos de vida tradicionales. Los estudios y reportajes consultados, así como la experiencia de grandes proyectos viales en Colombia, muestran que el acompañamiento integral comunitario y el monitoreo de impactos ambientales serán cruciales para el éxito sostenible de este corredor.

La gestión adecuada de estos desafíos es relevante porque proyectos de esta escala requieren cumplir estrictos estándares ambientales bajo supervisión de entidades como el Ministerio de Ambiente y organismos multilaterales, así como transparencia en la relación con las comunidades afectadas. El fortalecimiento de mecanismos de participación y compensación social, y la aplicación de tecnologías para mitigar impactos, serán factores decisivos para que los beneficios superen las potenciales externalidades negativas.

¿Qué implica la financiación sostenible y los criterios ESG en proyectos de infraestructura?

Esta pregunta tiene sentido ante la creciente referencia al modelo de financiación sostenible usado en el proyecto. Los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) están transformando la forma como se financian y gestionan los grandes proyectos a nivel mundial, exigiendo que se garanticen prácticas responsables con el medio ambiente, respeto a las comunidades y transparencia en la operación.

En el caso de la vía Buga–Buenaventura, la financiación sostenible implica no solo asegurar recursos a largo plazo con menos volatilidad, sino también un compromiso explícito con objetivos de desarrollo bajo en carbono, minimización de impactos negativos y consolidación de buenas relaciones laborales y comunitarias. La aplicación real de estos criterios será clave para que el proyecto sea considerado un ejemplo regional de infraestructura responsable y moderna.

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