En el emprendimiento el futuro es tan incierto y cambiante, que unos jugos de fruta congelados pueden llegar a convertirse en los helados más famosos y queridos de todo un país. Eso fue lo que logró la familia Cabrera Baquero, fundadora de San Jerónimo, la marca de helados que, con su característica forma cuadrada, lleva 60 años en el mercado y ha logrado convertirse en una de las más cercanas al corazón de los colombianos.
“La idea nació por una vecina”, recuerda en conversación con Forbes Gustavo Cabrera, hijo de María Asceneth Baquero de Cabrera, la fundadora de San Jerónimo. Su mamá congelaba lo que sobraba de los jugos que preparaba para la familia y se los daba como helado a él y sus cuatro hermanos. Un día una vecina suya probó la receta y le sugirió venderlos en el patio de su casa. Ahí arrancó el negocio.
“Buscando clientes, se fue a los dos colegios femeninos que había en Zipaquirá en esa época y convenció a las monjas de mover media hora el espacio del receso, para que no coincidieran. Así alcanzaba a despachar helados en ambos lugares para que todos los compraran como parte de la lonchera”, recuerda.
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El precio de la época era 30 centavos por helado y en menos de tres años el pequeño negocio familiar ya tenía su primer local y fabricaba unos 600 helados diarios.
Ese primer local se mantiene, en el kilómetro 20 de la vía Bogotá-Cajicá. Lo compró la familia en 1965, cuando en medio de un paseo familiar hacia Villeta, Cundinamarca, vieron el lote en venta. Inicialmente allí no solo se vendían helados, el espacio era compartido con un taller de lubricantes que también hacía parte del negocio familiar. “Hasta que los helados tomaron tanta fuerza que un día un amigo de mi papá le dijo que se veía muy feo que se vendieran lubricantes y comida en la misma tienda. Ese día él se apartó y le dejó el local entero a mi mamá”, recuerda Gustavo.
Actualmente en ese mismo punto está ubicado el único local propio de San Jerónimo y la fábrica de la compañía, desde donde se distribuyen helados a los 194 municipios en donde tienen presencia.
Sus primeros empleados fueron sus propios hijos, que con los años terminaron involucrándose en las diferentes áreas de la empresa. Gustavo, por ejemplo, se enfocó en el diseño de las tiendas y puntos de venta. Actualmente desde Cajicá producen más de 22.000 helados al día y la compañía emplea a 80 personas de manera directa.
Los momentos difíciles
La primera crisis llegó con las deudas que la familia tuvo que adquirir para ayudar a crecer el emprendimiento. “Mi papá duró 15 años pagando el local y terminó apoyándose en plata que le regaló mi abuelo, pero muchas veces tuvimos el miedo de vernos quebrados”, recuerda. Pero el negocio siguió bajo la convicción de su fundadora de que algún día la gente haría fila para comprar sus productos.
En el camino por perseguir ese sueño bautizaron la marca y le dieron un logo. El nombre y el diseño vinieron del lote, que se llamaba así cuando lo compraron. “Un día un señor amigo de mis papás llegó al local y dijo que nos iba a regalar un logo. Mi papá recibió la visita en bata y pantuflas. Casualmente, cuando este señor le entregó el boceto del logo, este era una imagen de un hombre con canas, bata y guiñando el ojo izquierdo. Dijimos que su amigo terminó haciéndole un retrato, y así se quedó”.
Hacia inicios de siglo, cuando la violencia en Colombia se intensificó, la compañía vivió su segunda gran crisis. La familia recibió amenazas de grupos al margen de la ley y terminó emigrando a Estados Unidos. El negocio se mantuvo con el apoyo de terceros hasta que años después, uno a uno regresaron al país.
En 2018, buscando darle un nuevo impulso a la empresa, decidieron fortalecer el gobierno corporativo y crear una estructura con proyección internacional. Trajeron a un tercero que se hiciera cargo del liderazgo de la operación y actualmente trabajan en el plan de internacionalización con el que esperan que sus productos lleguen a Estados Unidos, Canadá y Emiratos Árabes. La meta es que este 2024 los primeros productos de San Jerónimo lleguen a esos territorios.
El nacimiento de un clásico
Para Gustavo, la clave del éxito de los helados de su mamá radica en el sabor. Las frutas frescas y los ingredientes naturales siguen siendo el centro de la receta. “Cuando empezó, ella misma revisaba una a una las frutas que venían en cada canasta que compraba, porque tenían que estar en perfectas condiciones”, dice. Por eso, decidieron mantener la operación unificada en una sola fábrica para garantizar que la calidad con la que se producen todos los helados es la misma. “Yo como helado todos los días porque pruebo uno a uno cada lote”.
El primer reconocimiento internacional que validó esa receta lo recibieron en 1992, cuando en Barcelona, España, recibieron el Trofeo Internacional a la Calidad en Alimentos y Bebidas. “Los colombianos criticamos a todo el que esté arriba. Pero uno lo que tiene que hacer es trabajar y hacer las cosas bien”.
Actualmente cuentan con 928 congeladores propios que venden San Jerónimo en el país, sin contar los que se encuentran en supermercados y otros almacenes de cadena. En 2023 vendieron 2,5 millones de helados y en lo que va del 2024 ya se han vendido 1,2 millones.
La empresa mantiene su origen familiar y diariamente hermanos, sobrinos y nietos se encuentran en la fábrica. Su sueño es conquistar el mercado internacional y que este negocio siga siendo parte del legado de doña María, que hoy todos recuerdan a través de sus famosos jugos.
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