En el proceso de fortalecimiento de la aerolínea, el jurista también aconseja, en su columna del diario económico, que los mayores accionistas y directivos de Avianca empiecen por “dejar de meter miedo, amenazando con la suspensión definitiva de operaciones. Eso —dice categóricamente— no es cierto”.

En este punto, De la Espriella coincide con otras opiniones como la de Vicky Dávila, que calificó en Semana como “chantaje” los términos en que, según ella, la compañía puso su pedido de ayuda al Gobierno: “O nos rescatan, o no volamos”, y dijo que son “mentira” las voces que en el Congreso y en los medios de comunicación se han levantado para decir que “está en juego la operación aérea en el país”.

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Claro que De la Espriella no va hasta el extremo de Dávila de asegurar que el Gobierno “no puede gastarse plata de colombianos en el rescate de Avianca”, argumentando que se trata de una empresa extranjera, porque sus socios y su capital no son colombianos, y además está basada en Panamá.

De hecho, el abogado sostiene que el análisis de la situación de la aerolínea debe adelantarse “sin prejuicios chauvinistas” (o sea: sin exaltar de manera exagerada lo nacional frente a lo extranjero), un rasgo que caracteriza la línea argumental de Dávila y de quienes piensan como ella.

“Pongamos al margen la dirección comercial actual de Avianca y la nacionalidad de sus principales accionistas”, plantea De la Espriella. “Acometamos el asunto con pragmatismo: si Avianca dejara de volar —cosa que no sucederá—, Colombia tendría un grave problema por delante. […] Es la única aerolínea que actualmente cuenta con la capacidad instalada para cubrir el mercado aéreo en nuestro país”.

Por eso, asegura que al lado de una eventual declaratoria de bancarrota por parte de Avianca el Estado colombiano puede “adoptar algunas medidas —tributarias, por ejemplo— para facilitar la recuperación no solo de esa, sino de todas las empresas que prestan servicios aéreos en nuestro territorio”.

Y traza el rumbo que debería seguir el Estado frente a Avianca, justo en la coyuntura que vive el país de búsqueda de reactivar la economía con la salvación de sectores estratégicos como el turístico.

En este contexto —dice De la Espriella— “no podemos desentendernos del trance que agobia a Avianca”, lo cual no significa que el Estado adquiera la obligación de inyectarle a esa compañía dinero. “Lo que sí puede hacer es facilitar la exploración de distintos escenarios para tomar una decisión en la que todos ganen: la aerolínea, el país, el empresariado nacional, pero, sobre todo, los usuarios”.