El mes pasado, en medio de la gloriosa participación de la selección femenina sub-17 de fútbol, Colombia se jugó la final de otro mundial. Ante la mirada de miles de espectadores en línea, un equipo nacional compitió por el oro en el Torneo Intercontinental de Ajedrez para Prisioneros, organizado por la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE). El maestro —y también youtuber— Michael Rahal comentó, con sus gafas, peinado de oficinista y mirada psicorrígida, el segundo lugar obtenido por Colombia, cuyo equipo de jugadores permanecía en la oficina de correspondencia y otros patios de la cárcel La Modelo de Bogotá.

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Mientras el equipo nacional de ajedrez de prisioneros vivía el momento más emocionante del 2022, en la transmisión de la final, en YouTube, apenas se veía el nombre de Colombia y sus movimientos en un tablero digital. Al final, el equipo de Filipinas se impuso 4,5 a 3,5, acorralando en algunos de los juegos a las fichas colombianas, que poco a poco iban cayendo hasta dejar solo su rey. El equipo, desde luego, tenía su capitán: Juan Manuel Evans, quien está preso por tráfico de estupefacientes y cuya tarea era comandar un grupo de ocho internos, quienes lograron posicionar el nombre de Colombia ante la FIDE. El torneo duró dos semanas.

Quedamos segundos entre 46 países. Para mí y mis compañeros eso es como un campeonato. Éramos cuatro titulares y cuatro suplentes. Y yo era el capitán de todos y quedé invicto. Yo no perdí ninguna partida. El capitán era yo porque soy el que más ELO tengo”, explicó Evans en entrevista desde la prisión. ELO es el sistema de puntuación del ajedrez para calcular la habilidad del ajedrecista, que ubica a los más de 100.000 jugadores registrados en la FIDE en categorías que van desde principiante hasta campeón del mundo. Evans, en su mejor momento, pudo ser considerado un jugador de Clase A, cerca de ser experto.

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Pero la realidad de Evans es muy distinta a la de su juventud. Desde el rancho externo, trabaja para la alimentación de los internos de la cárcel La Modelo. En sus momentos de descanso, el dragoneante Germán Plata, encargado de fomentar el deporte, le da espacio para entrenar con sus compañeros y poner a prueba el libro de ajedrez que lo acompaña en su celda, que contiene las jugadas maestras a desplegar en el tablero. En su contra tiene una condena de cinco años de prisión, de los cuales ha purgado tres y medio. Tal como los peones que manipula, apenas tiene espacio para moverse.

El preso que llevo a su equipo a la final del campeonato de ajedrez

Evans nació en los años 70. El ajedrez llegó a su vida por uno de sus tíos, quien le enseñó a jugar cuando apenas tenía cinco años. Siendo un niño salía al parque de Santa Isabel a jugar fútbol, pero también se sentaba con un tablero de madera a esperar contrincantes. Profundizó en el tablero cuando, por cosas de la vida, terminó estudiando su bachillerato en el Instituto San Bartolomé, que queda pocas cuadras el club de ajedrez Lasker. Allí, supo que quería ser un gran maestro. Prestó servicio militar y cuando regresó, alquiló un cuarto en el barrio de su infancia, donde invitaba trago y cigarrillos a reconocidos ajedrecistas a cambio de que lo “pulieran”.

El interno Evans estuvo en la Liga de Bogotá de Ajedrez hasta 1989. Entre sus mejores glorias estuvo derrotar con dos torres al gran maestro Alejandro Acosta, quien tenía la ventaja con dos reinas. Evans no podía vivir de su pasión, así que se formó como cocinero, auxiliar de enfermería y maestro de construcción. Tan favorables fueron esos movimientos, que terminó trabajando en un hospital en Pisa (Italia) y en un hotel en Barcelona (España). “Sembré 5.000 árboles que ahora se encuentran en el parque natural de Roma. Todo iba bien hasta que me enfermé y regresé a Colombia en marzo de 2003 con broncopulmonía”, agregó.

En Colombia, se instaló por un tiempo en Cali, donde conoció a su esposa, Janeth Figueroa, con quien tiene un hijo. “Nos decidimos ir a vivir a Ecuador, a trabajar y así. Luego estuvimos en Bogotá. En uno de sus viajes tuvo el problema. Yo estoy aquí esperándolo a que llegue. Ya van tres años”, explicó Figueroa en entrevista. Evans no quiso hablar de su “problema” por teléfono, así que envió una carta a El Espectador. En ella explicó que aceptó cargos por tráfico de estupefacientes, dado que quería salir pronto de prisión. Sin embargo, aseguró que su expediente sería una coartada de miembros de la Policía. No obstante, la única prueba que aportó es su testimonio.

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“El 30 de abril de 2019 llegó el policía, el hermano de él y otro tipo a la portería del conjunto. Me llevaron a un apartamento en Techo a medirme un chaleco de mujer grande, rosado. Luego, le dijo uno al otro: ‘Vaya cómprele el tiquete’”, dice la carta. Después, según Evans, lo habrían obligado a abordar un vuelo con destino a Madrid, con escala en Panamá. Cuando estaba a punto de subirse al avión, según su relato, fue aprehendido en el aeropuerto El Dorado y de inmediato procesado por el delito que lo tiene en prisión. Llegó a La Modelo y a los dos días, como dato particular, los dragoneantes del INPEC organizaron un torneo de ajedrez, que, por supuesto, se ganó.

Desde que yo caí aquí yo soy la escoria de la familia. Yo con mi mamá no tengo contacto. Ella me juzga. Si el delito hubiera sido voluntario, yo ni le daría la cara. Pero yo no fui el del error”, concluye Evans. Ante las dudas sobre el porqué no denunció el presunto caso de falso positivo judicial, señaló que no confía en las autoridades de justicia. Sigue pasando los días en una celda, a la espera de que le resuelvan su petición de prisión domiciliaria, ante los meses cumplidos y su trabajo de cocinero. Ahora, argumenta que es el capitán que llevó a Colombia a un subcampeonato mundial de ajedrez, lo cual demostraría que es un hombre reincorporado a la sociedad. Espera, como las reinas del tablero, quedar pronto en libertad y llevar su vida en la dirección que desee.