Mauricio Soler es un hombre que encontró las dos caras de su vida en el ciclismo: la de la gloria con el Tour de Francia y la de un grave golpe que por poco le quita la vida en la Vuelta a Suiza.

Tras 10 años de ese accidente, que le generó 21 fracturas, un edema cerebral y contusiones múltiples y lo dejó tres semanas en estado de coma, revive con nostalgia sus triunfos y la etapa de su proceso de recuperación:

Mauricio Soler y cómo recuerda su rehabilitación

El accidente del boyacense el 16 de junio de 2011 implicó un cambio de vida que llevó a su retiro obligatorio del ciclismo profesional. Allí comenzó una etapa muy dura en su vida.

“Afortunadamente conté con la colaboración de mi esposa dándome ánimo”, recuerda Soler sobre Patricia Flórez, la madre de su hijo Juan Mauricio. El pequeño tenía pocos meses de nacido en esa época.

El cambio de vida fue inmediato para el hombre nacido en Ramiriquí (Boyacá, ver mapa) el 14 de enero de 1983. “Fue muy complicado un día estar participando en una competencia de ciclismo del más alto nivel y despertar días después sin poder comunicarse porque había perdido el habla. Tuve que reaprender a hablar y a caminar”, afirma.

Una década después, parece lejana esa incertidumbre que tenía sobre cuándo volvería a caminar y reconoce que la disciplina del deporte le sirvió para que el diario vivir de su rehabilitación lo tomara como la preparación para una gran vuelta.

Soler admite que no tenía que meterle el 100 sino el 200 por ciento de ganar, con la esperanza de que al día siguiente estaría mejor. Al reflexionar, reconoce que la mejoría se nota cada vez más.

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El martes 17 de julio de 2007 marcó un punto clave en la carrera del ciclista. Ese día ganó la novena etapa de la carrera también conocida como la Gran Boucle y eso le bastó para ser el mejor escalador en esa edición.

Soler fue capaz de llegar hasta la última etapa, en París, con la famosa camiseta blanca de puntos rojos y ser el primer boyacense en alcanzar este título. Eso se convirtió en un legado para Nairo Quintana.

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No obstante, Soler recuerda que el día antes de esa gran jornada que le permitió obtener lo impulsó al logro más grande de su trayectoria tuvo algunas dificultades.

“Antes del descanso fue complicado porque había estrenado zapatillas, no me adapté muy bien y me salieron ampollas en un pie“, relata y añade que incluso tuvo que quedarse inactivo.

Lo cierto es que, en cualquier etapa de su vida, Mauricio Soler ha demostrado sus ganas de sobreponerse. Es por eso que es todo un luchador, o mejor aún, como era llamado en competencia, un ‘Lancero’.