El hombre que hizo del Deportes Tolima su propia historia partió hacia la eternidad. Y difícilmente habrá uno igual de su talante, de sus posturas férreas, de sus grandes aciertos, pero también de sus equivocaciones y redenciones. Gabriel Camargo Salamanca, el ‘mecenas’, se encargó de reescribir el sendero de un equipo condenado al fracaso y, en medio de sus luchas, llevarlo al pedestal más alto.

Hoy todo un pueblo llora la partida del hombre que, en medio de sus errores, tuvo la sagacidad justa para hacer del ‘Vinotinto y Oro uno de los proyectos deportivos más sólidos del fútbol colombiano. El que con su espíritu ganador cumplió su promesa: se marchó siendo tricampeón de la Liga, con una Copa Colombia a cuestas y dando la vuelta olímpica en su amado Manuel Murillo Toro. 

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Porque no conforme con la estrella del 21 de diciembre de 2003 en el Pascual, ante un grande como Deportivo Cali, salió en búsqueda de más logros en un torneo competitivo, en el que ya no se gana de camiseta ni chequera. ¿Le costó?Sí, pues pasaron 11 años sin levantar un trofeo y casi 15 sin bordar la segunda en el escudo. Pero aún sediento de gloria, buscó la tercera consagración, y la consiguió.

Atlético Nacional, el 9 de junio de 2018, y Millonarios, el 20 de junio del 2021, también sufrieron a su equipo, que con sueldos modestos, pero la confianza en los procesos logró torcerle el brazo a dos gigantes. Poco a poco, de aquel ‘Tolimita’ de la década de los 60 y los 70, no quedó nada: pues al frente estaba un club poderoso, capaz de sentarse en la mesa de los mayores y darse el gran banquete.

Fue tan épico lo que hizo Camargo que en sus primeros dos años al frente del club lo llevó a jugar Copa Libertadores, como subcampeón en 1981 y 1982 ante clubes que tenían detrás fuertes músculos financieros; e incluso uno de ellos permeado hasta los tuétanos por el narcotráfico. Y su convicción por poco lo lleva a dar la vuelta por el continente, pues en el debut sudamericano llegó a la semifinal.

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No todo fue color de rosa, pues a la par de su legado en el campo, también se hizo a grandes enemigos y, con su estilo polémico, no dudó en ‘cazar’ pelea con periodistas, dirigentes, árbitros y gobernantes, locales y nacionales. Aun así, un ‘borrón y cuenta nueva’ lo llevó a vivir sus últimos años con más serenidad, pero sin perder la pizca de malicia que lo convirtió en todo un personaje.

Censuró a medios, hizo afirmaciones homofóbicas, cuestionó con rigor a dirigentes corruptos del país y señaló de traidores a quienes le fallaron, como cuando debió ser presidente de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), en 2002. Pero al final reconoció sus faltas, enmendó sus errores y quiso marcharse en paz consigo mismo, pues en su faceta más emotiva empezó a recoger sus pasos.

Habló duro cuando creyó que debía hacerlo, y tal vez sin medir consecuencias. Pero no tuvo pena de llorar en público, como si fuera un infante. En el fondo de un hombre de hierro, se escondió un alma joven, noble, lejos del veterano empresario y directivo que aprovechó cuanta oportunidad de negocio tuvo al frente. Porque se forjó su propia fama, de pelear hasta lo último por lo que consideró suyo.

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Cada vez más compungido con las múltiples demostraciones de afecto de una región a la que le cambió la vida, Camargo Salamanca recibió en vida el más grande de los homenajes. Se fue con la imagen en su mente de más de 28.000 almas coreando su nombre y un gran cartel que se extendió por toda la lateral; símbolo de su inmensidad, del amor ‘cascarrabias’ que le brindó a ‘hijo’ más preciado.

Imaginar a una divisa sin su presencia física será prácticamente un desafío. Porque tanto club como dirigente se convirtieron en una sociedad insoluble, resistente al paso de los años y los embates del propio fútbol. Y solo la muerte, a la postre impostergable, se encargó de poner fin a un ‘matrimonio’ lleno de dificultades, pero que vivió momentos gloriosos. Un equipo hecho a su imagen y semejanza.

“No me conformo con menos que no sea ganar. Y tal vez a eso se deba el éxito del Deportes Tolima. Si ustedes quieren saber cuál es, es ese. Yo sufro siendo perdedor. No se si seré capaz mañana de estar al frente si el equipo no es lo que es hoy, y lo que pretendo ser en el futuro”, expresó el propio Camargo el 15 de diciembre, en su último y conmovedor encuentro ante la prensa.

Dicen que en el fútbol se pierde más de lo que se gana, y Camargo también supo de ello. En el ‘Coloso de la 37’ no pudo ver a su elenco campeón en 2006 y 2021, y a sus oídos llegaron las malas noticias de lo sucedido en la final de 2022-1. También sufrió los reveses de 2010-2 y 2016-2; pero nunca se amilanó con la derrota y antes de su deceso dejó a una institución capaz de salir avante.

El ‘Cacique’, el único gran ídolo, el que con su equipo movió masas, el que llevó a Ibagué y el Tolima a la locura colectiva con cada gesta, trascendió el plano terrenal. Cinco títulos bajo el brazo, nueve clasificaciones a la Copa Libertadores, nueve más a la Sudamericana y el rótulo de salvador en el momento más crítico del club, como el descenso en 1994, lo harán inmortal en la memoria ‘Pijao’.