Por: RFI

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Este artículo fue curado por Juan Orduz   Oct 30, 2023 - 11:42 am
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La inflación juega en contra de la principal alternativa a los autos térmicos y contaminantes pero para parte de la sociedad es más importante salvar puestos de trabajo en la industria automotriz y del petróleo.

Ford y General Motors están reduciendo sus ambiciones. Para Ford, el objetivo de 600.000 vehículos eléctricos salidos de fábrica de aquí a 2023 se ha aplazado a 2024, y los 12.000 millones de dólares de inversión en vehículos eléctricos fueron congelados. En General Motors se ha cancelado la asociación con Honda para lanzar un vehículo eléctrico de entrada de gama, se ha suspendido el proyecto de una fábrica dedicada a las pick-up eléctricas y se ha aplazado el lanzamiento de dos nuevos modelos.

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Esta marcha atrás del ex número uno de la industria automovilística estadounidense sorprende ya que fue uno de los primeros fabricantes históricos en apostar por los vehículos totalmente eléctricos a partir de 2035.

El mercado es incapaz de absorber la nueva producción estadounidense, dicen los fabricantes

Sin embargo, los estadounidenses nunca habían comprado tantos coches eléctricos. Estos vehículos representaron casi el 8% de las ventas en el tercer trimestre, un 50% más que el año anterior. Pero la industria ha sobrestimado el impulso del mercado, y los coches que salen de las fábricas estadounidenses se amontonan en los aparcamientos de los concesionarios sin encontrar comprador. Mientras tanto, la inflación ha cambiado la situación. Incluso Elon Musk admite que la subida de los tipos de interés está perjudicando al mercado automovilístico, y que su futura megaplanta mexicana tendrá que ser más reducida.

La compra de un coche eléctrico está condicionada, y frenada, por la política.

Desde su llegada a la Casa Blanca, Joe Biden, quien celebró que encontraron el cuerpo del hombre que perpetró masacre en Maine, ha impulsado esta transformación multiplicando concesiones a la industria y a los consumidores. Donald Trump, en cambio, ha adoptado un enfoque opuesto que está teniendo un claro impacto en las ventas: cuando cinco votantes demócratas compran un vehículo eléctrico, sólo dos votantes republicanos hacen lo mismo.

Los conservadores consideran que el coche eléctrico es contrario a los intereses de Estados Unidos. Destruye puestos de trabajo y acelera la desaparición de los hidrocarburos, una de las fuentes de energía y prosperidad de la primera economía mundial.

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Para los fabricantes, el coche de gasolina es el que sigue garantizando la rentabilidad de su modelo de negocio.

Entre otros factores, son las ganancias obtenidas por la fabricación de los SUV, esos poderosos todoterrenos devoradores de combustible, los que les están permitiendo aumentar los salarios para satisfacer las demandas de los huelguistas. En la actualidad, el coche eléctrico no es rentable, y la guerra de precios desatada por Elon Musk ha empeorado las cosas.

La única forma conocida de ganar dinero es a través de China, donde los precios de las baterías son los más competitivos. Como Tesla, que exporta gran parte de los vehículos construidos en su fábrica china de Shanghai. Los competidores podrían verse tentados a seguir el ejemplo de Tesla, pero corren el riesgo de verse privados de las subvenciones de la Ley de Reducción de la Inflación, reservadas a los productos fabricados en Estados Unidos.