
Aunque parezca una práctica inofensiva, poner la cabeza en la ventana del avión puede ser nocivo para la salud del viajero y hasta riesgoso para el resto de pasajeros. Y es que esos cristales están diseñados para soportar el cambio de presión durante el vuelo, pero ponerle una adicional puede provocar desgaste.
Otra razón es que las ventanas de los aviones son espacios comunes donde se acumula una cantidad significativa de bacterias y gérmenes. La limpieza de estos lugares, aunque frecuente, no siempre es exhaustiva, lo que puede aumentar el riesgo de contagios, especialmente si el pasajero entra en contacto directo con el cristal.
Asimismo, en caso de emergencia, como un aterrizaje forzoso o una evacuación rápida, el movimiento brusco podría provocar lesiones si la cabeza está apoyada en la ventana. Además, el hecho de que el pasajero esté en una posición inadecuada podría dificultar la evacuación o la reacción oportuna ante una situación crítica.
(Vea también: Esta es la razón por la que se apagan las luces de la cabina de un avión al despegar)
¿Por qué hay que subir la persiana del avión?
Es una medida de seguridad que se toma por recomendación de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (Iata) durante el despegue y el aterrizaje del avión, momentos en los que más riesgos hay.
La intención es que la tripulación estén pendiente de si algo irregular sucede en el exterior y pueda reaccionar a tiempo. Si las persianas estuvieran cerradas no tendrían esa visión.




¿Por qué las ventanas de los aviones son ovaladas?
No siempre tuvieron esa forma indicó —One Air, escuela de aviación—, pues en un principio eran cuadradas. Sin embargo, hubo tres ocasiones en las que los cristales se rompieron por un problema de despresurización.
La fuerza se acumuló en ciertos puntos de los bordes de la ventana cuadrada y provocó la situación. En las ovaladas, la tensión se reparte de mejor manera.

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