El especialista aseguró que la este problema produce, en muchos casos, la necesidad de comer sin realmente tener “hambre física”, pues el cuerpo intenta alimentar las emociones con comida.

Los niveles de cortisol, hormona del estrés, suelen aumentar cuando no hay contacto social y la persona se encuentra en espacios reducidos, por lo que se desarrollan brotes de irritabilidad y depresión.

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Una de las formas para identificar si el apetito emocional es pensar en el último alimento que consumió y recordar a qué hora fue ingerido; si siente que fue suficiente y debería sentirse saciado, intente comerse una fruta completa,  preferiblemente manzana; si logra consumirla, sí era hambre, de lo contrario, solo era ansiedad.

En el video que abre esta nota, Palacio también habla de otras señales de apetito emocional y qué alimentos se deberían evitar durante el periodo de aislamiento.