Actualmente, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se sabe que la producción mundial de alimentos es responsable del 30 % de todos los gases de efecto invernadero emitidos. Dentro de ese sector, la cría de animales para la producción de carne es la actividad que mayores contribuciones aporta.

El problema en los próximos años podría empeorar, ya que, según estimaciones realizadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la población mundial podría alcanzar los 9.700 millones de personas en 28 años y llegar a los 11.000 millones para finales de siglo. Ese aumento en la población pondría más presión sobre la producción de alimentos, teniendo impactos ambientales críticos para el planeta.

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Teniendo en cuenta este panorama, desde hace años la FAO ha venido presentando a los insectos como una fuente de proteína alternativa que además tiene un impacto ambiental mucho menor en comparación con la producción de carne. Sin embargo, el consumo de insectos aún no es muy extendido en el mundo y los científicos trabajan en cómo hacer más apetecible esta proteína.

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En ese camino, un equipo de investigadores de la Universidad de Wonkwang (Corea del Sur) presentaron ante el congreso de la Sociedad Química Americana unos resultados que parecen prometedores para impulsar el consumo de insectos. In Hee Cho, autor principal del estudio, señaló “últimamente, comer insectos ha cobrado interés debido al creciente coste de la proteína animal, así como a los problemas medioambientales asociados”.

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El equipo de Cho tenía claro que, para gran parte del mundo, el problema con los insectos y gusanos tiene que ver con su aspecto y sabor. Por eso, trabajaron en identificar el “perfil del sabor” del gusano de la harina, desde que es huevo hasta que es larva, pasando por la pupa y el adulto. Tras mezclarlos con distintos ingredientes, los investigadores se dieron cuenta de que, al cocinar las larvas de los gusanos con azúcar, el sabor y olor que se producía era similar al de la carne.

Los científicos esperan que con estos resultados se contribuya al desarrollo comercial de sabores y condimentos similares a los de la carne. También que la industria de alimentos preparados incluyan insectos comestibles dentro de sus productos.