Usar ropa húmeda tiene efectos negativos en la salud, pues puede llegar a ocasionar resfriados y hasta hipotermia, según informa el portal Fuente Saludable. Pero en ocasiones esa es la única opción cuando no se tiene una secadora y tampoco otra posibilidad para cambiar de prenda.

Hay muchas formas de secar la ropa, de manera tradicional, extendiéndola en un lugar donde haya sol, donde corra suficiente aire u otras un poco más desesperadas como usar el secador del pelo.

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No obstante, hay una opción más sencilla y útil en la que, de nuevo, la lavadora es la encargada de hacer todo el trabajo.

De acuerdo con el portal Cleanipedia, para ejecutar este truco solo se necesita una toalla con la que se pueda envolver la prenda, por supuesto una lavadora y seguir los pasos expuestos a continuación:

  1. Tomar la toalla y la o las prendas de vestir que necesita secar.
  2. Enrollar la toalla en la ropa para que con el movimiento de la lavadora esta la escurra.
  3. Poner las prendas envueltas en la toalla dentro de la lavadora en el ciclo de ‘exprimir’ para que la máquina haga el proceso de centrifugar, tal como explica el portal El periódico.
  4. Sacar las prendas, sacúdalas y extiéndalas para que la humedad restante se disipe.

Cuándo se creó la lavadora

Con el paso del tiempo la lavadora se ha convertido en una herramienta fundamental para los hogares, no solo por la efectividad en la limpieza de las prendas que usamos a diario, sino porque permite reducir el esfuerzo que se pone en el proceso de lavar la ropa.

(Vea también: Estos son los 10 errores más comunes al usar la lavadora)

Sin embargo, este electrodoméstico no es nuevo, pues su origen se remonta a 1901, cuando su inventor Alva John Fisher, de acuerdo con lo descrito por el blog  Balay, armó una creación que constaba de un tambor y un motor que lo hacia girar.

En ese primer intento la lavadora era un bien costoso y poco práctico, ya que solo giraba en una dirección, no lavaba bien y además no tenía puerta, razón por la que en ocasiones el agua se salía.

Con todos los problemas que presentaba el primer modelo, tuvieron que pasar nueve años para que Fisher lograra encontrar la manera para mejorarla y en 1910 le incluyó una puerta para patentar la lavadora, tal como la conocemos hoy en día.