A medida que la sociedad avanza, las condiciones de vida de las personas se tornan cada vez más complejas y obligan a convivir más en comunidad, donde consecuentemente los perros también deben hacerlo

Un vínculo que tiene más de 19.000 años de antigüedad provocó no solo que el perro se convirtiera en una verdadera proyección de los sentidos humanos aprovechable en tareas complejas a su servicio, sino que también llegara a ocupar el lugar que hoy en día tiene dentro del hogar, donde es considerado como un miembro más de la familia.

Es por ello que la tenencia responsable de mascotas se ha vuelto un tema de interés público no solo para mantener la armonía que debe reinar entre los miembros de una comunidad, sino también para contrarrestar indirectamente efectos catastróficos como el maltrato, el abandono y en el peor de los casos hasta el sacrificio de los perros; que principalmente se generan por problemas en la convivencia entre estos y sus propietarios, y sus consecuentes afectaciones a la calidad de vida de ambos.

Más allá de la selección del perro con el que se quiere compartir la vida o la forma cómo éste ha llegado a ella, lo que afecta la convivencia entre el perro y su entorno familiar humano es la falta de educación (sistematización del aprendizaje); por un lado en el perro, que no adquiere normas o parámetros de comportamiento para no afectar específicamente a él mismo, su familia humana, a sus congéneres, a miembros de otras especies y a la sociedad; y por otro lado, en su propietario, que no considera la naturaleza del perro, sus necesidades, su aprendizaje, sus emociones y por ende, no está preparado para manejarlo.

La educación canina para garantizar una adecuada relación humano-animal debe conjugar la preparación del perro, en lo referente al control de sus conductas naturales y a la adquisición de otras nuevas para facilitar su manejo; con la de su propietario, para comunicarse con su perro de manera afecto-efectiva, para regular sus emociones, para guiarlo, para prevenir o contrarrestar problemas de comportamiento y para controlar su ambiente familiar.

La educación canina ha evolucionado a la par que la sociedad, hoy en día dista mucho de los sistemas tradicionales de obediencia básica, donde se pretende poner bajo el control de órdenes concretas los comportamientos que forman parte del repertorio natural conductual de los perros, es decir, lo que harían en su ambiente natural sin la intervención de procesos de adiestramiento, aunque pareciera que no se necesita más que esto, solo el control de estas conductas, si se llegara a conseguir, no va a mejorar completamente su calidad de vida y la de su familia, ya que no logra cumplir a cabalidad con los requerimientos mencionados anteriormente.

Corrientes educativas. Los avances en el estudio del perro demuestran que su comportamiento está determinado por su información genética, por lo que aprende y por el ambiente en que se desarrolla; el desconocimiento de este postulado, ha generado que existan tendencias radicales en su adiestramiento, hay corrientes que solo se fundamentan en la información evolutiva de la especie canina (filogenia), y basados en las investigaciones de Konrad Lórenz, Tinberguen y Von Frish; orientan sus técnicas en la imposición de jerarquía a través de la dominancia. Por otro lado, hay corrientes extremadamente conductistas que se basan en las investigaciones de Thorndike, Watson, Pavlov y Skinner; y solo buscan controlar los estímulos, las respuestas y sus consecuencias. Hoy en día, existe una sub-corriente derivada del conductismo, que extremadamente positivista, busca controlar y generar conductas a través de la vía exclusiva del refuerzo positivo, lo que ante la luz de la teoría científica que soporta los procesos de aprendizaje del perro, es imposible. Otra sub-corriente que llama la atención por el extremismo de sus teorías, es el proteccionismo, que desconociendo las enormes diferencias que existen entre la especie humana y la canina, ha llevado la empatía a un nocivo efecto de antropomorfización (humanización), del perro, que es la principal causa de los problemas de comportamiento canino.

Son muchas las alternativas que ofrece el mercado y que pueden complementar o favorecer a la educación canina: los paseos, los campamentos recreativos, la práctica de deportes, las salidas de campo, los colegios, las terapias alternativas, etc. Sin embargo, se debe tener en cuenta en qué casos son recomendadas estas actividades porque no todas suplen los requerimientos específicos de cada perro.

En conclusión, todos los perros sin excepción necesitan educarse de la mano de un profesional calificado, por supuesto, asesorarse antes de adquirir la mascota, comenzar un proceso educativo lo antes posible (ideal si es desde que es cachorro, aunque toda su vida pueden aprender), no se debe esperar a tener problemas de comportamiento con el perro para empezar a educarlo y vincular a todos los miembros de la familia incluyendo a los niños dentro de su proceso educativo.

Cómo saber si un perro está educado

Para saber si tu perro de uso familiar está educado, puedes contestar las siguientes preguntas:

  • ¿No hace daños en casa?
  • ¿Saluda adecuadamente a tus visitas?
  • ¿Puedes llevarlo a todo lado?
  • ¿Se comporta adecuadamente en tu carro?
  • ¿Controla sus ladridos?
  • ¿Acude al ti cuando lo llamas?
  • ¿Interactúa adecuadamente con otras personas y con otros perros?
  • ¿Camina a tu lado sin mayor esfuerzo?
  • ¿Juega de manera controlada?
  • ¿Puedes asearlo (bañarlo, peinarlo, secarlo, etc.), sin problemas?
  • ¿Puedes acariciarlo sin problemas?
  • ¿Se queda tranquilo en casa cuando está sólo?

Si todas, o la mayoría de las preguntas las contestaste de manera afirmativa, ¡felicitaciones! Tienes un perro bien educado, así que a seguir disfrutándolo. Si no es así, no te alarmes, solo busca ayuda profesional y ¡edúcalo! Tu calidad de vida y la suya, de seguro mejorarán notablemente.

Lenin Ospina, Experto en Comportamiento Canino
Instructor Internacional en Adiestramiento Canino