Aunque los principales indicadores de la pandemia vienen cayendo en los días recientes, en medio del pico causado por la variante ómicron, expertos consultados por Gestarsalud coinciden en decir que es pronto para cantar victoria sobre esta amenaza y al afirmar que no se puede enviar un mensaje de relajación.

La cuarta ola de la pandemia, que comenzó a elevarse a finales de diciembre pasado y está impulsada por la alta circulación de la variante ómicron, ha causado este año casi 6.500 muertes, de las cuales 2.000 se reportaron en los primeros días de febrero.

Estos números, son al menos 3 veces menores de los vistos en el peor momento de la pandemia de COVID-19, que se dio entre mayo y agosto del 2021, cuando se presentaban por fecha de ocurrencia más de 600 fallecimientos diarios.

Este enero, por fecha de reporte, las muertes que venían creciendo aceleradamente alcanzaron un techo en la semana del 24 al 30, cuando se registraron 1.839 fallecimientos, con un promedio diario de 262. Para la semana del 31 de enero al 6 de febrero se observó una reducción de 8,7 en la mortalidad reportada, con 1.678 decesos informados (promedio de 239). En lo corrido de la semana en curso, el promedio de víctimas reportadas se ubica en 215 y todo parece indicar una tendencia de reducción.

En ese sentido, también vale la pena mencionar que en enero, pese al aumento de los pacientes con formas más severas de la enfermedad, los servicios hospitalarios no se vieron colapsados y en la parte más alta de esta curva -finales de enero- tanto las unidades cuidados de intensivos, como las internaciones en otros niveles, estuvieron lejos de estar saturadas, como sí ocurrió en otros picos de la pandemia.

De hecho, el número de pacientes con coronavirus (confirmados y sospechosos) en las UCI a nivel nacional -que fueron la minoría frente a los de otras patologías durante este pico- ha caído 16 por ciento desde el 31 de enero y el de personas con el virus internadas en hospitalización se ha reducido 30 por ciento desde el 28 de enero.

Este comportamiento de rápido ascenso y caída es propio de la variante ómicron y eso lo reflejan la mayoría de los países, comenzando por Suráfrica, donde se detectó por primera vez en noviembre pasado.

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No bajar la guardia

A pesar de este panorama esperanzador, expertos consultados por Gestarsalud hacen notar varios factores para tener en cuenta. El primero de ellos, según explica la epidemióloga Zulma Cucunubá, es el avance asincrónico del virus por las regiones, lo que quiere decir que no todos los departamentos enfrentan la misma situación frente al COVID-19.

Prueba de ello son las principales capitales, ya que mientras Cali y Medellín tuvieron un pico temprano de ómicron a finales de diciembre y comienzos de enero, cuando registraron altos niveles de casos y muertes, Bogotá y otras regiones aún dan señas de estar presentando un nivel elevado de transmisibilidad.

Los datos presentados por el Ministerio de Salud coinciden, ya que los casos por fecha de inicio de síntomas en la capital no terminan de caer y la 2 semanas por el curso de la enfermedad) puede incrementarse en los próximos días.

Prueba de ello también es que la ocupación de las UCI destinadas a COVID-19 en Bogotá todavía no cede y, según el dato más reciente (8 de febrero), hay 889 pacientes de la pandemia en estos servicios.

Luis Jorge Hernández, doctor en salud pública, es claro en señalar que los principales indicadores de la pandemia en Bogotá no han bajado, si bien ya hay cierta estabilización, y el descenso se puede presentar en el cierre de febrero.

Al final, el resultado de este cruce de realidades epidemiológicas entre regiones se ve reflejado en la curva de muertes por coronavirus según fecha de ocurrencia, que por ahora no da señas de caer definitivamente.

En ese sentido, la vacunación y la aplicación de las medidas de autocuidado siguen siendo las mejores formas de cuidar a los más vulnerables, que son los mayores de 50 años de edad y las personas con comorbilidades, según concluye Elisa Torrenegra, directora ejecutiva de Gestarsalud.