
La Inteligencia Artificial (IA) no llegó en silencio. Irrumpió en nuestras aulas y vidas como una fuerza disruptiva que despierta tanto esperanza como temor. Y justo esta semana, mientras Colombia es sede de la Semana Mundial de la Alfabetización Mediática e Informacional (AMI 2025) de la UNESCO, liderando el diálogo global sobre cómo gestionar la IA con ética e inclusión, debemos confrontar una verdad incómoda: la brecha digital se ha duplicado.
Ya no basta con hablar de conectividad. El nuevo desafío es la apropiación crítica de una tecnología que, si no se gestiona con equidad, corre el riesgo de convertirse en el mayor amplificador de la exclusión.
De la conectividad básica al espejo de la exclusión
Colombia cuenta con un marco robusto para enfrentar la era digital. Desde el CONPES 3975 (2019), que integró la IA en la política nacional de transformación digital, hasta el reciente CONPES 4144 (2023), el país ha trazado una hoja de ruta ambiciosa para el desarrollo ético y productivo de la inteligencia artificial.
A esto se suman las leyes TIC (1341 de 2009 y 1978 de 2019), que priorizan el acceso y uso de la tecnología, especialmente para comunidades vulnerables y
rurales. Sobre el papel, la ruta parece clara. En la práctica, la distancia entre la norma y la realidad sigue siendo abismal.




Colombia trazó las carreteras de la transformación digital, pero aún está aprendiendo a conducir en ellas.
Diagnóstico: la doble exclusión que nos divide
El más reciente estudio de Apropiación Digital 2025 del Centro Nacional de Consultoría (CNC), representativo de más de 40 millones de colombianos, confirma que el 13 % de la población aún no tiene acceso a internet. Pero la verdadera alarma está en la frontera de la IA. Solo el 26 % de los colombianos conoce herramientas de IA generativa, mientras que el 74 % permanece completamente al margen.
Estas cifras revelan una nueva desigualdad: la cognitiva. La brecha ya no se mide en megas, sino en capacidades. Y el riesgo es claro: sin intervención, la IA profundizará las desigualdades educativas entre instituciones privadas (que ya la incorporan en sus aulas) y públicas, aún limitadas por la falta de infraestructura y formación docente.
Educación: la urgencia de formar ciudadanos digitales críticos
El nuevo analfabetismo no consiste en no saber usar un computador, sino en no comprender ni cuestionar cómo decide un algoritmo. Como advierte el Brookings Institution, ningún país puede prepararse para la IA si no garantiza antes la alfabetización y la inclusión digital.
El acceso digital es el prerrequisito para toda adopción tecnológica, y cualquier política de preparación para la IA será inútil si no se construyen primero las competencias básicas.
Sin alfabetización digital, no habrá IA para todos.
La educación es, por tanto, la frontera real de la equidad. Aunque el Ministerio de Educación Nacional ha iniciado esfuerzos para integrar el uso pedagógico, ético y responsable de la IA en los procesos formativos, el desafío trasciende las aulas: requiere cultura digital, pensamiento crítico y una ciudadanía informada capaz de debatir, crear y decidir con autonomía.
Inclusión radical: lecciones de quienes sí lo logran
Cerrar la doble brecha digital no es un asunto técnico, sino humano. Existen modelos que demuestran que la digitalización puede ser inclusiva, cercana y transformadora:
- IU Digital de Antioquia (Colombia): su modelo de Digitalidad Próxima demuestra que la educación virtual puede ser tan humana como la presencial, acompañando a miles de estudiantes en territorios históricamente excluidos.
- Plan Ceibal (Uruguay): pionero en democratizar el acceso a dispositivos y conectividad, trascendió el hardware con una apuesta integral: formar docentes, rediseñar currículos y medir el impacto social del aprendizaje digital.
- Redes de Tutorías (México): este programa transformó el aprendizaje entre pares en una herramienta de apropiación local, probando que la tecnología cobra sentido solo cuando se enraíza en la comunidad.
- África y la IA para el desarrollo: con apoyo de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) y la UNESCO, varios países africanos enseñan robótica y pensamiento computacional en zonas rurales. Una lección poderosa: la innovación también florece en la escasez cuando se combina con visión educativa.
Estos casos comparten una convicción profunda: la apropiación digital no empieza con la infraestructura, sino con la intención.
Todos somos coautores de nuestro presente y futuro digital
La doble brecha digital no se cerrará por inercia. Requiere voluntad política,
institucional y, sobre todo, acción individual.
- Para el ciudadano: la alfabetización digital es hoy un acto de dignidad y supervivencia. Aprender a usar la IA no es opcional; es una forma de proteger nuestra autonomía y futuro productivo.
- Para la empresa y la academia: la IA no debe verse solo como un
mecanismo para automatizar, sino como una oportunidad para crear
conocimiento y fortalecer la ética del trabajo. - Para el Estado: el CONPES 4144 es una hoja de ruta; ahora se requiere
liderazgo y ejecución para que deje de ser un documento y se convierta en
realidad.
El futuro no se escribe solo con datos ni con algoritmos. Se escribe con decisiones humanas. Y si algo está claro, es que la inteligencia artificial
no definirá nuestro destino: lo haremos nosotros, con los prompts de nuestra conciencia, nuestra ética y, sobre todo, de nuestra educación.
Sobre la autora
Carolina González Tabares es experta reconocida en Latam en estrategias de impacto social, IA + Educación, aprendizaje permanente (Lifelong Learning) e
innovación.
Lideró el primer sistema de medios digitales del Gobierno de Colombia y creó la primera plataforma de educación basada en IA para el desarrollo de competencias profesionales.
Conferencista y TED Speaker, impulsa la educación como motor de equidad, felicidad y progreso.
Actualmente se desempeña como Gerente de Nuevos Negocios EdTech en ETB.
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