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El creciente uso de la función de compartir pantalla en videollamadas ha propiciado la aparición de una nueva modalidad de estafa que apunta directamente al corazón de la confianza digital. Estafadores aprovechan la familiaridad y el desconocimiento tecnológico de sus víctimas para obtener acceso visual o total al dispositivo objetivo, lo que les permite robar información bancaria o secuestrar cuentas personales como las de WhatsApp. Este esquema se vuelve aún más peligroso porque adopta la fachada de interacciones legítimas: los delincuentes se hacen pasar por conocidos, representantes bancarios o técnicos de soporte, lo que complica que la persona identifique el fraude, tal y como lo señala el informe original.
Detrás de estas maniobras no solo hay manipulación emocional, sino también el aprovechamiento de carencias tecnológicas y sociales. Según la Agencia de Ciberseguridad y Seguridad de Infraestructura de los Estados Unidos (Cybersecurity and Infrastructure Security Agency, CISA), uno de los recursos cruciales de los atacantes es la confianza que despierta una videollamada, mecanismo que les permite persuadir a sus objetivos para que compartan información delicada o incluso entreguen el control de sus dispositivos. En un mundo cada vez más interconectado, donde la gestión de finanzas y comunicaciones personales depende de plataformas digitales, los riesgos de fraude se multiplican y exigen nuevas estrategias de educación y supervisión tecnológica.
A menudo, quienes comparten su pantalla desconocen la totalidad de los riesgos implicados. La firma internacional en ciberseguridad Kaspersky subraya que muchos usuarios pasan por alto que, al compartir pantalla, pueden estar revelando involuntariamente contraseñas, notificaciones privadas o aplicaciones con datos sensibles. El peligro se incrementa cuando los estafadores recurren a excusas técnicas plausibles —como supuestos problemas de configuración— para solicitar la ayuda remota, creando condiciones óptimas para concretar el fraude.
La dimensión humana y social de esta problemática es fundamental para comprender el fenómeno. Especialistas como la profesora Diana Shelley, de la Universidad de Melbourne, destacan que los ciberdelincuentes explotan emociones como la confianza, el miedo y la urgencia para que las víctimas actúen con rapidez y poca cautela. Así, mediante técnicas de ingeniería social, logran que las personas bajen la guardia y cumplan con solicitudes que, en un contexto menos presionado, rechazarían.




Con miras a fortalecer la prevención, los expertos insisten en la importancia de combinar tecnologías más seguras con campañas de educación digital intensiva. El Instituto Nacional de Ciberseguridad de España (INCIBE) recomienda, entre otras medidas, desactivar el acceso remoto si no es imprescindible y verificar cuidadosamente la identidad de quien solicita operación a distancia. El objetivo es reducir las oportunidades para estos ataques y empoderar a los usuarios mediante información clara y aplicable.
En definitiva, la estafa por compartir pantalla pone en evidencia la convergencia entre brechas tecnológicas y debilidades humanas. Su erradicación requiere esfuerzos coordinados en innovación, regulación y construcción de mensajes educativos que permitan a los usuarios reconocer señales de alerta y protegerse eficazmente en una esfera digital cada vez más desafiante.
¿Por qué es tan efectiva la manipulación psicológica en fraudes digitales?
La manipulación psicológica, también conocida como ingeniería social, es clave en fraudes digitales porque aprovecha emociones básicas como el miedo, la confianza y la urgencia. Tal como explica la profesora Diana Shelley, los delincuentes usan estos mecanismos para hacer que sus víctimas actúen impulsivamente, omitiendo medidas de seguridad habituales. Las víctimas pueden sentir la presión de resolver rápidamente un supuesto problema técnico o bancario, lo que facilita que entreguen acceso o información sensible sin cuestionar la legitimidad de la solicitud.
Este enfoque resulta tan eficaz en el ámbito digital porque las interacciones virtuales generan un falso sentido de seguridad y anonimato, dificultando la percepción del riesgo real. Los delincuentes explotan la familiaridad aparente y el desconocimiento para sortear barreras defensivas, lo que refuerza la necesidad de fortalecer la educación en ciberseguridad y estimular la reflexión crítica antes de compartir información o acceso a dispositivos.
¿Qué medidas concretas pueden ayudar a prevenir este tipo de estafas?
Instituciones como el Instituto Nacional de Ciberseguridad de España (INCIBE) aconsejan acciones prácticas para reducir el riesgo de estafas mediante compartir pantalla. Entre ellas destacan desactivar la función de acceso remoto cuando no sea indispensable y verificar minuciosamente la identidad de quien solicita asistencia técnica o bancaria a distancia. Adoptar estos hábitos contribuye a dificultar que los estafadores exploten el desconocimiento o la confianza indebida.
Asimismo, es fundamental estar atentos a señales de urgencia no justificadas, propuestas técnicas sospechosas y solicitudes de información confidencial. El fortalecimiento de la alfabetización digital mediante campañas masivas y recursos educativos es una de las mejores estrategias de largo plazo para empoderar a los usuarios y reducir las vulnerabilidades que explotan estas modalidades de fraude.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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