También estuvo la albacea de Esther Haedo, esposa de Enrique Amorim. A partir de entonces, ni la familia Amorim, ni la familia de García Lorca, le perdonarían a Roncagliolo el constructo literario que en su obra dejó de Enrique Amorim y de Federico García Lorca, respectivamente.

Roncagliolo asegura estar “blindado” ante posibles demandas, en la medida en que la investigación se desarrolló con todo el rigor requerido, bajo el encargo de la editorial catalana que edita el libro: Alcalá. En su defensa indica que consultó “varios miles” de documentos en tres idiomas (español, francés e inglés) y en cinco países (España, Uruguay, Argentina, Chile y Francia).

Los Amorim eran, y aún son, una rica familia uruguaya ganadera, propietaria de varias estancias, y en especial de una mansión en Salto llamada ‘Las Nubes’, una casa diseñada al estilo del arquitecto Le Corbusier, y en la que Enrique Amorim viviría gran parte de su vida, entre su ires y venires por Europa.

La obra comienza con un episodio real, en 1953, en Salto (Uruguay), en donde, en un gran evento oficial, se inaugura el primer monumento en el mundo en memoria de García Lorca, con la presencia de la actriz catalana Margarita Xirgu, musa del dramaturgo granadino.

En el evento, relata Roncagliolo, emulación de la ceremonia de cenizas que el mismo Amorim había levantado para el excelente pero atribulado escritor suicida Horacio Quiroga (1878-1937), años antes, se inscribieron unas palabras del poeta Antonio Machado dedicadas a García Lorca. Amorim pronunció un extraño discurso. Del evento hay una foto en la que se observa un pequeño cofre blanco, que entierran justo debajo del monumento, el cual se cree que contenía las cenizas de García Lorca. Don Pelayo Amorin cree “impensable que (Enrique) sacara de la España franquista los restos de Lorca” y recuerda que por su militancia en el comunismo había sido “expulsado de Francia y Argentina”.

Con este episodio comienza un relato que sirve de excusa para insinuar una historia de amor entre García Lorca y Amorim… evidencia de lo cual es la famosa Camisea y posteriormente entre Amorim y Jacinto Benavente, y una atracción fatal entre Amorim y grandes figuras del arte y la cultura del siglo XX (décadas de 1920 a 1960) a las que logró encantar con su magia: Quiroga, Borges, Neruda, Picasso, Chaplin, en escenarios tan diversos como la París de la postguerra, la España de la guerra civil, la Buenos Aires plena de intelectualidad. Su ansiedad patológica por ser reconocido fuera de su ámbito local y su desvelo por llamar la atención no concilia con el olvido del cual es hoy en día objeto.

Y desde el primer capítulo comienzan los interrogantes del libro, que no nos abandonarán y antes harán surgir nuevas preguntas, como en un tono acumulativamente objetivo: ¿Amorim realmente trajo a América Latina del cadáver de García Lorca y en qué condición? ¿Robado? ¿Comprado? ¿Cómo supo que era el cadáver de García Lorca si durante muchos años después de su muerte nadie nunca lo encontró?¿Es el cuerpo de García Lorca el que está enterrado bajo el monumento de Salto? ¿Por qué razón la viuda de Amorim fue todos los años a dejar flores al monumento de García Lorca? ¿Lo haría por encargo de Amorim? ¿Fingió Amorim ser Jean Paul Sartre en una reunión secreta entre Chaplin y Picasso? ¿Trató de pedir por todos los medios que le dieran el premio Nobel a Neruda?

Amorim fue un escritor que hoy está tildado de mediocre, escribió múltiples obras, de teatro, poesía novelas, guiones de cine, etc. Pero su recuerdo no va más allá de ‘La Carreta’ y ‘Las quitanderas’, un cuento en el que creó unas prostitutas y con el que llegó a popularizar la palabra, al punto que hubo hasta un pintor que las escenificó.

Después de leer el libro uno supone que Amorim es lo que llamamos un “farsante”. Dice Roncagliolo: “las investigaciones posteriores me revelaron un dato inquietante: Amorim dejaba indicios falsos por todas partes. Más aún, era un genio de la impostura, un estratega de la ambigüedad y un hombre capaz de convertir sus ficciones en persuasivas realidades”.

De Roncagliolo, su autor, podemos decir cosas tan interesantes como las de su protagonista. Peruano, de nacimiento (Lima, 1975). Se trata de un escritor, ganador del premio Alfaguara de novela en 2006 por su libro ‘Abril Rojo’ en el que narra la historia de un fiscal que en medio de la investigación que realiza va evidenciando el tenebroso pasado de los militares fujimoristas. Durante mucho tiempo ejerció de “negro literario” o lo que se llama “escritor fantasma”, lo que le ayudó a sobrevivir económicamente, a la par que ejercitaba la disciplina que exige el escribir, y ojalá tengamos el privilegio algún día de saber de quién fue sombra y lo que se siente serlo.

Confieso que solo me había leído su libro ‘Pudor’ el cual pasó por mis manos sin pena ni gloria. Pero me reconcilié con Roncagliolo con este ingenioso libro. ‘El Amante uruguayo’ hace parte de una trilogía de novelas sin ficción sobre el siglo XX latinoamericano, al lado de ‘La cuarta espada: la historia de Abimael Guzmán y Sendero Luminoso’ (Debate, 2007) y ‘Memorias de una dama’ (2009), libro censurado porque uno de los personajes de la novela, Diana Medetti, emulaba a un personaje real: Nelia Barletta de Cates.

No dejen de leerlo para entender el intríngulis cultural de mediados del siglo XX. Por fin, a través de un hilarante personaje, he podido entender las conexiones invisibles entre toda la intelectualidad europea y latinoamericana de aquella época de esplendor.

PD: Si se animan, el Club de lectura de @DiariodePazcol, que empezó con ‘La Vorágine’, de José Eustasio Rivera, está buenísimo… hora de reconciliarnos con grandes obras de la literatura colombiana: lecturas en vivo debates, videos, audios, biografías, todo en redes sociales y WhatsApp… para todo tipo de lectores.

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