Una marisma, en términos ecológicos, es un terreno pantanoso de vegetación herbácea situado por debajo del nivel del mar, que ha sido invadido por las aguas del mar o de un río. Las marismas son ecosistemas vitales para la vida silvestre, abundantes en flora y fauna, especialmente de diferentes tipos de algas y aves.

El libro comienza describiendo las marismas de Barkley Cove, en Carolina del Norte, uno de los principales “refugios” para miles de esclavos negros fugados en el siglo XIX, así como blancos asalariados venidos a menos.

Estos fundadores de comunidades libres fueron denominados “maroons” por los privilegiados blancos, una palabra que podría provenir del vocablo español “cimarrón”, usada para describir a los esclavos e indígenas prófugos y rebeldes de la América hispana. A los habitantes de ese territorio, al decir de Owens, “La marisma no los confinaba, sino que los definía y, como cualquier terreno sagrado, guardó sus secretos. A nadie le importaba que se apropiaran de las tierras; nadie más las quería. Después de todo, era un páramo de fango.”

‘La chica salvaje’ (Ático de libros, 2019 -‘Where the Crawdads Sing’, en inglés) ha vendido más de tres millones de copias en un año, lleva más de un año liderando el ‘ranking’ de libros más vendidos de The New York Times. Se trata de la ópera prima de una autora novel que acaba de cumplir 70 años.

Owens (Georgia, Estados Unidos, 1949), escritora y zoóloga estadounidense, se trasladó con su esposo a África en 1974 en donde trabajaron en el Parque Nacional North Luangwa, y a principios de los 90 a Zambia. En 1996, su esposo Mark Owens y su hijastro fueron acusados – según ellos, injustamente – del asesinato de un cazador furtivo y por recomendación de la embajada estadounidense, volvieron a su país natal. Hoy Delia se encuentra divorciada de Mark; ha publicado sus estudios sobre animales en las prestigiosas revistas Nature, Journal of Mammalogy, Animal Behavior y African Journal of Ecology.

Owens narra la historia de Kya Clark, una pequeña de 6 años, la menor de cinco hermanos, mucho mayores que ella, que es abandonada inicialmente por su madre y hermanos, debido a los crueles malos tratos de un padre alcohólico, y más adelante abandonada por su padre, en una rústica choza en medio de la marisma y alejada del mundo. Su superviviencia depende de la naturaleza, la que se convierte en su única compañera y amiga. Su vida en solitario, su desescolarización, y el rechazo del pueblo a su existencia misma, constituyen los pilares emocionales sobre los que Owens construye una historia de suspenso que engancha hasta el final. La evolución de una Kya primitiva hasta una Kya con un final inesperado, es asombrosamente suave: la prosa poética de Owens nos induce deliciosamente en el misterio, en el detalle, en la marisma.

Aquella chica, presa del abandono, es apodada por los lugareños como “la chica salvaje”, y en lugar de acogerla, la desplazan, la relegan a un pantano. Solo un tendero que la surte de gasolina para su lancha, Jumpin, y un muchacho mayor que se convierte en su primer y último amor, Tate, se apiadan de ella. Y, sin embargo, con párrafos tan bellos como este, sabemos que es la naturaleza la que constituye su verdadera e incondicional compañía:

“Una gaviota grande se posó en la arena cerca de Kya. — Es mi cumpleaños — le dijo al pájaro. Kya llamó a los pájaros haciéndose oír por encima del rugir de las olas. El canto del océano era de voz de bajo, las gaviotas, de soprano. Volaron en círculo sobre las marismas y la arena, chillaron y graznaron mientras ella tiraba a la playa la corteza del pastel y los panecillos. Se posaron con las patas extendidas y movieron la cabeza. Algunas aves le picotearon suavemente entre los dedos de los pies, y ella se rio por las cosquillas, hasta que las lágrimas surcaron sus mejillas y, por fin, grandes y roncos sollozos brotaron de ese lugar congestionado bajo su garganta”

La vida de Kya es trastocada por la muy fuerte presencia emocional de Chase Andrews y su posterior asesinato. Chase Andrews es el quarterback más popular de Barkley Cove, un personaje indescifrable que construye una relación ambivalente, solitaria y desigual con Kya, plena de ternura, pero también de inmensa crueldad. El juicio por el asesinato es agotador, y además del abogado pro bono que vela por ella, son pocos los personajes, solo los de su infancia, los que creen en ella.

La novela alterna pues, la narración en dos hilos argumentales que terminan coincidiendo en 1970; el primero se inicia en 1952, cuando la protagonista es abandonada por su madre, y el segundo en 1969, cuando se descubre el cadáver de Chase Andrews en la torre de vigilancia de las marismas.

Cada detalle es clave para navegar hasta el final del relato. La frase de Jodie, el hermano más querido de Kya, pronunciada antes de abandonarla y al que vemos aparecer en la segunda mitad del libro, es clave para entender a Kya y su actuar: “Ten cuidado, Kya, ¿me oyes? Si alguien viene a por ti, no huyas a la casa. Podrían cogerte allí. Corre a la marisma, escóndete en los arbustos. Borra siempre tus huellas; ya te he enseñado cómo hacerlo. Y también debes esconderte de papa” … las conchas son las mejores guardianas de secretos que existen.

La presencia a lo largo de la obra de la poesía de Amanda Hamilton, es vivificante. Y hasta razón Kya le encuentra a las palabras de su padre: los poemas te hacen sentir cosas. Hamilton es una constante compañía, como las gaviotas para Kya, en la lectura de este estupendo libro.

Es regocijante sacar la cabeza de Colombia, y disfrutar literatura de la calidad de ‘La Chica Salvaje’. Una novela que nos transporta a un mundo desconocido y que nos lleva a un reencuentro con nuestra soledad y nuestras angustias, nuestras emociones más íntimas. Conmovedora hasta el tuétano, y sin lugar a duda, una de las mejores novelas que he leído.

Los estudios Fox ya adquirieron sus derechos para la adaptación al cine. Esperemos que la película, en su visual poética, no desmerezca la monumentalidad de la poética del libro.

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