La zona arbórea de estos cerros, ubicados en Bogotá, son el hogar de un vulnerable ecosistema de bosque andino, y pulmón ambiental de la ciudad.

Desde el 2016 la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) ordenó la demolición de la mansión El Bambú, edificada en zona de conservación protectora Bosque Oriental, localidad de Chapinero, donde está prohibido cualquier tipo de alteración al entorno. La comercializadora Kaisser S.A.S. dueña del proyecto, interpuso recursos legales para dilatar la orden expedida por la autoridad ambiental en la que se le ordenaba presentar un plan de demolición además de una millonaria multa: La constructora desacató ambos fallos.

La simple idea de construir sin alterar el medioambiente es utópica, ya que el hecho de alistar un terreno, transportar materiales, maquinaria, equipos y todo lo que rodea esta actividad, genera deterioro de los recursos naturales; esto en un escenario normal y legal, pero tratándose de hacerlo ilegalmente en una zona de reserva protegida abundante en fuentes de agua y ecosistemas frágiles, es una catástrofe de enormes dimensiones.

Entre las graves infracciones que se cometieron en la construcción de El Bambú se encuentran, la captación ilegal de las aguas superficiales de la Quebrada Rosales, que disminuyó su cauce hasta casi secarse, aprovechamiento forestal único sin autorización, que no es otra cosa que el derecho a talar bosques ubicados en terrenos de dominio público o privado, construcción dentro de área forestal protegida, actividades de nivelación en terrenos y mala disposición de residuos de construcción y demolición (RCD).

Lo más triste es que además de El Bambú, otras mansiones que se erigen en lo alto de la reserva forestal de Bogotá tienen procesos abiertos en la CAR, una de ellas es Monterodro, que también se debe demoler, pero hasta ahora ha evadido la ley. Algunas de estas ostentosas edificaciones incluso llegaron a desviar y represar La Quebrada Rosales para hacer un lago natural atentando no solo con el cauce natural de esta sino con la estabilidad de biodiversidad que la circunda.

El mal está hecho, y aunque se han impuesto millonarias multas a los constructores de las mega casas de los cerros orientales, y se espera que estas puedan ser demolidas en un corto plazo, ya la naturaleza perdió extensas áreas que difícilmente puedan ser recuperadas; según los expertos de la CAR podrían pasar más de 20 años para que el cerro vuelva a reponerse de esta invasión estrato ocho.

El panorama no es nada alentador para los pulmones de Bogotá, esos que ayudan a absorber el CO2 que se genera a diario en la urbe, y mientras la ciudad experimenta aumentos súbitos de temperatura debido a la reducción de árboles que la acercan al llamado fenómeno de Isla de Calor, las autoridades ambientales, y fundaciones como Amigos de la Montaña, luchan a diario para preservar el mayor patrimonio que nos queda, los cerros.

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