Por eso el “gomelo petardo más play de Colombia de mano firme y corazón grande” como se define, logra que a través del mundo del humor políticamente incorrecto, pueda decirse lo que muchos sienten y cientos temen expresar.

Que la censura al mensaje directo en medio de tanta confrontación es creciente y entonces el sarcasmo y la ironía permiten reconocernos y encontrarnos para palpar la realidad.

Y la comedia que en la Grecia antigua coincidía con la decadencia de la democracia, emerja como el objeto de culto de quien desde el pedestal de la riqueza no trabajada y fingida,- la del ‘wannabe’ que ostenta aquello de lo que carece-, nos seduzca para mostrarnos ese- usted no sabe quién soy yo-, modelo de emergencia social, hijo de la ilustración, de la herencia o de la fortuna malhabida que persiste en el imaginario nacional.

Es que este país premia la riqueza de donde provenga y castiga la pobreza en medio de la indiferencia, por su básica definicion de condición indigna.

Y por eso el actor no teme en imitar la imagen del abogado poderoso que celebra el rearme de las Farc para que sean los pobres quienes vayan a la guerra a mantener el ‘statu quo’.

Es esa caricatura del hombre poderoso sentado en el sofá que ha ilustrado Antonio Caballero y al que solo lo perturba la idea de perder sus privilegios.

También ‘Juanpis González’ se permite innovar por primera vez en la historia del humor político nacional para que los candidatos a la alcaldía de Bogotá, Carlos Fernando Galán, Claudia López, Miguel Uribe Turbay o Hollman Morris se enfrenten en un debate bajo su dirección, donde exponen sus talentos de corredor estático, recreacionista o artista, o se midan de actores e imiten cómo piensan y hablan en silencio sus adversarios y prueben sus destrezas y carencias de actores políticos en pantalla, y despierten así la empatía para convencernos de votar.

El país nacional adormecido en la violencia ha encontrado en el humor político la evidencia de una institucionalidad política risible, como la del gobierno que expone en la Asamblea de la ONU unas fotos falsas poniendo en riesgo internacional la credibilidad necesaria para deponer del poder al dictador Maduro de Venezuela.

Esa misma que deja fugar a Aída Melando desde un consultorio odontológico y que lleva a que la escenificación de la fuga de ‘Juanpis González’ resulte un ‘perfomance’ menos risible que aquel registrado como hecho verdadero.

La risa que nos distingue de otros animales haciéndonos humanos y que explica por qué las caricaturas enfurecen a quienes desnudan del traje del poder precipitando su desprestigio, compensa al actor con el aplauso y la fama merecida.

Nuestros humoristas de ‘Stand Up comedy’ herederos de la generación de Andrés López y del maestro de teatro Primo Rojas o del criterio del ‘youtuber’ de 40 años Daniel Samper Ospina, nos recuerdan que hacer humor y no salir vencidos es una apuesta inteligente y nada fácil en un país que ha cambiado la reflexión por el entretenimiento y apelando al recurso de la supervivencia emocional ante la indolencia y fracaso de nuestra clase dirigente.

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