El velo científico las protege cuando arrojan datos ciertos y emplean las mejores técnicas estadísticas, pero muchas fichas técnicas revelan también los sesgos como se direccionan las encuestas para definir una tendencia o aquella que sus financiadores persiguen.

Y pese a la que se cree, a los políticos también los engañan y y la industria que se activa en las elecciones y apuesta por la contratación futura, es oportunidad para venderles servicios que les hagan creer que van a ganar, minando la confianza y la expectativa de futuro.

Luego de la dura lección del plebiscito de la paz de 2016, cuando la mayoría de firmas encuestadoras erraron en sus predicciones, el portal político ‘La Silla Vacía’, por ejemplo, decidió no cubrir las elecciones valiéndose de encuestas por la distorsión que traen al proceso político cuando no cuentan la realidad sino la crean.

Las encuestas alteran la confianza y la percepción, miden y proyectan posibles escenarios –como la intención de voto-, a partir de muestreos poblacionales para medir tendencias, son “un producto técnico de base científica que le da a los procesos políticos y sociales un elemento objetivo de medición del proceso (…) y revelan de manera objetiva lo que está pensando la ciudadanía”.

Las encuestadoras inscritas ante el Consejo Nacional Electoral propusieron desde 2003 un documento de autor-regulación para emplear las mejores técnicas y velar por la reputación del sector y al que consideran necesario actualizar y suscribir a manera de “código ético” que reconoce en las encuestas “una expresión de libertad y, en consecuencia, de desarrollo de la democracia (…) al hacer visible la competencia, -que- estimula y contribuye- a entusiasmar a la población (…) además de contribuir al proceso electoral y a la discusión pública con información objetiva de buena calidad”.

Pero algunas firmas encuestadoras superan el ejercicio de medir para definir tendencia y dejan de retratar la realidad para construir fotografía y hacer muchas veces ‘selfies’ sonrientes de sus clientes lo que ocurre también cuando hay encuestas contratadas por campañas y no por los medios de comunicación y que salen divulgadas.

Las siguientes son algunas maneras de cómo una encuesta podría buscar favorecer o perjudicar a algún(a) candidato(a):

  1. Lograr un margen de error alto (más de 4%) sugiere un nivel bajo de confianza –el estándar aceptado es 95% ya que oscila entre 85 y 99%- y obedece a seleccionar una muestra poblacional baja dependiendo la ciudad y su población, lo que obligaría en un estándar más exigente a tomar muestras de población más altas.

Es más fiable una muestra de 1000 personas que una de 600 o 200 por ejemplo para medir una pregunta y para efectos de intención de voto es más profesional preguntar a los que ya han votado que a mayores de edad aptos para votar sin saber si han votado o no, por ejemplo.

Los márgenes de error aplican para arriba y para abajo y por eso muchos candidatos pueden entrar en empate técnico. Un margen de error de 6.6% haría cuestionable una encuesta dado que un candidato que obtenga por ejemplo 15% tendría como piso 8.4% y techo 21.6%, en ese rango caben varios y la medición no es contundente. Si las encuestas presentaran la oscilación no como letra pequeña sino como dato abierto, no saldrían ni publicadas porque no serían noticia atractiva.

  1. Sobre-representar o subrepresentar la muestra poblacional. Por ejemplo, si se hizo una encuesta a 1000 personas y en una ciudad, el 70% (700) pertenece a los estratos (1,2,3) y el 30% (300) a los estratos (4,5,6), y el encuestador decidió invertir los datos y hacer 700 encuestas para una pregunta en estratos (4,5 6) y 300, en estratos (1,2 y 3), lo que ha hecho es alterar la muestra para inflar o desinflar a un candidato específico, teniendo en cuenta mediciones anteriores de tendencia en dichos estratos.
  1. Cerrar preguntas para mencionar solo algunos nombres. Hay encuestas que se contratan para preguntar solo por algunos candidatos lo que puede sesgar la respuesta al activar por exposición o recordación algunos nombres y favorecer a unos candidatos sobre otros.
  2. Presentar los datos excluyendo a los indecisos, lo que sugiere que no son determinantes o no pueden manifestarse en la elección. En muchas encuestas el ganador no es un candidato sino el señor “voto en blanco” o el que afirmó, -no sabe o no responde-. Usualmente estos datos no se muestran en el orden numérico sino como un dato externo de referencia cuando en realidad obtuvieron un porcentaje que debiera exponerse por encima de los candidatos “ganadores”.

Dado que las encuestas alteran la confianza y pueden promover el voto útil para que la audiencia se monte al coche ganador, resulta importante leer la letra menuda de las fichas técnicas.

Y así como a las campañas políticas se les exige revelar a sus financiadores, también sería recomendable como parte de ese documento de auto-regulación ético, que las encuestadoras que preguntan en elecciones, hicieran públicos sus contratos antes y después de los comicios electorales.

Esta medida ayudaría a evitar conjeturas y especulaciones sobre potenciales conflictos de interés que afectarían la reputación del sector encuestador, cuando existe la tentación de tomar partido por los candidatos y sus campañas o por sus empresas y/o pautantes.

Columnas anteriores

‘Monos’ y los niños víctimas prisioneros de la guerra

¡No es la guerra ni la paz, es la economía ilegal!

Elecciones locales, votos castigo y maquinarias tradicionales

Cuando las batallas ya no son políticas

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.