Es hipocresía. Así, puro y duro. Es pura y física hipocresía utilizar el discurso trasnochado del Gran Hermano y la privacidad cuando los Gobiernos nacionales y municipales se atreven a buscar opciones para prevenir la propagación del virus COVID-19 utilizando la recolección de datos mediante aplicaciones o plataformas.

Cuando el alcalde de Medellín (Colombia), Daniel Quintero Calle, lanzó una plataforma para que los propios ciudadanos compartieran datos respecto a su ubicación, si tienen posibles afectaciones de salud y si han tenido síntomas cercanos al coronavirus, le cayeron rayos y centellas. Los opositores lo tildaron hasta de dictador y que quería romper la privacidad de los paisas y meterse hasta en sus baños.

Algo similar ocurrió cuando el Ministerio de las TIC comenzó a impulsar con más fuerza la descarga de la aplicación CoronApp, que busca que los colombianos reporten su estado de salud a las autoridades gubernamentales con el fin de mitigar la propagación del virus. Una vez más, los adalides de la privacidad y los precursores de los discursos del Big Brother y las conspiraciones pusieron el grito en el cielo. Claro, tanto en el caso del Gobierno, como en el del alcalde de Medellín hay mucho de oposición política y poco de argumentos técnicos, pero no estamos listos para esa conversación.

Sin duda, el discurso del ‘gobierno intruso, malvado y vigilante’ es muy vendedor. Las teorías conspirativas tienen un muy buen público y buena receptividad. Pero no deja de ser tendencioso (y gracioso también) que, mientras que se construyen teorías sobre qué harán los Gobiernos con la data que recolecten de sus ciudadanos, los mismos ‘analistas’ entregan sus datos más reservados a plataformas como Google y Facebook que han ganado billones de dólares comercializando estos datos sin mayor escrúpulo.

En el último tiempo nos han bombardeado con lo que ha hecho Corea del Sur para enfrentar al COVID-19. Precisamente, una de las acciones más audaces que implementó ese Gobierno tiene que ver con una aplicación oficial que todos los ciudadanos deben descargar. En esa app, oigan el milagro, cada ciudadano debe informar su estado de salud todos los días.

Las autoridades coreanas no les tiembla el pulso para informar mediante la aplicación si un vecino está contagiado, si en la zona donde queda la oficina hay un foco de contagio o si en el barrio hay tiendas con contagiados. Todo, con un semáforo que evalúa a cada usuario día a día. Y que se entienda bien, en algunos casos es algo extremo, sí. Pero estamos viviendo algo nunca antes visto, que merece medidas de esta magnitud.

Finalmente, quiero insistir en algo: Google y Facebook han aportado poco y nada en esta crisis. Y no estoy hablando de aportes económicos, que ambos han realizado, ciertamente. Hablo de que el aporte de estas plataformas no se puede quedar simplemente en ofrecer cursos gratuitos y poner botones para detectar noticias falsas.

La cantidad de información personalizada que han recolectado Facebook y Google en estos años de crecimiento ¿no les serviría a las autoridades mundiales y nacionales para realizar análisis exhaustivos de la propagación? ¿cómo es que si un usuario comete el pecado de pedir un domicilio en menos de 15 segundos le aparecen publicidades, pero a la hora de compartir datos con los gobiernos si hay restricciones y purismos con la privacidad? Ahí la dejo picando.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.