Caos directivo y administrativo en el seno de la Federación Colombiana de Fútbol denota complejo escenario que sucumbe en el silencio, la mezquindad y cálculos políticos de quienes hoy integran el comité ejecutivo del ente rector del balompié nacional. Vínculos con el FIFA Gate, reventa de boletería, investigaciones de la Fiscalía y la Superintendencia de Sociedades son el derrotero, que se constituye en elemento distractor, de quienes deben regir los destinos del espectáculo de multitudes. Peor enemigo de la coyuntura del momento es la testaruda obsesión de oscuros personajes que se niegan a dar un paso al costado y hacen hasta lo imposible por atornillarse en sus posiciones, al mejor ejemplo de los gamonales regionales del legislativo.

Estratégica manera de acción da prolongada presencia pública a dirigentes en medios de comunicación, corderos mansos que esconden el lobo feroz que habita en ellos, para responder a un libreto prefabricado que desvía la atención del verdadero problema, los dirigentes. Sujetos mitómanos crean un mundo de fantasía para eludir la cuota de responsabilidad que les asiste en el fracaso del combinado nacional, el paupérrimo nivel del campeonato y las estruendosas frustraciones de los equipos colombianos en el escenario internacional. Avarientos personajes que sacan la totuma para pedir apoyos gubernamentales, pero a la hora de rendir cuentas desmienten la crisis, se muestran boyantes, y promulgan que son un ente privado; expertos opresores de futbolistas, perfectos ajedrecistas para eludir el cumplimiento de obligaciones desde “jugaditas” magistrales como las vistas con el Cúcuta Deportivo en los últimos días.   

Mártires incomprendidos que juegan de manera espléndida con las pasiones de la población y la polarización ideológica de un país que ahora concentra su visión futbolística en recomponer el rumbo de la eliminatoria, el compromiso de Copa América en 2.021, y la elección del seleccionador nacional. Intereses particulares de ególatras caciques que se acomodan a las necesidades del momento, pasan de posturas radicales a defender ideales totalmente opuestos, así como cuando se es de unidad nacional y luego, bajo el argumento de que el centro no existe, se ponen la camiseta humanista, “la política es… dinámica”. Pesca en río revuelto en la que, por casi tres décadas, han desfilado varios nombres, poder detrás del poder, con deliberadas acciones y omisiones que sumen al fútbol en el desprestigio que hoy lo acompaña.

Maquiavélico entorno, de deslealtad, en el que se delinea la disyuntiva de continuar con un técnico internacional o dar un giro de 180º y volver a considerar una alternativa nacional. Baraja de candidatos con múltiples cualidades, susceptibles o no de manipulación, que saben y conocen del fútbol latinoamericano, pero que deben demostrar autoridad, en la cancha y el camerino, para infundir confianza y bajarle “los humos” a tanta estrellita de selección que poco y nada han ganado a nivel de clubes. Padre, educador y psicólogo que aborde el aire en la camiseta de malcriados jugadores que se alinean para pararse en la cancha y atomizar el proceso a la merced de empresarios.

Peso táctico en el banco nacional que tiene su símil en la primera magistratura del país es el que se requiere en este momento, ejecutivo que selecciona su equipo para sudar la camiseta y responder a los problemas circunstanciales que trae cada partido. El miedo al cambio fija las apuestas en la autocracia, continuidad, o segundas partes que nunca han sido exitosas, en el nombre de José Néstor Pékerman; director técnico colombo–argentino que aprecia el talento del jugador colombiano, no concentra los esfuerzos en la fuerza y velocidad, y ha llevado en dos ocaciones a la Selección a la cita mundialista. Experiencia con fases buenas y malas que con criterio adaptó su estilo de trabajo a la idiosincracia nacional y se metió en el corazón y la razón del ciudadano.

Corriente de acción que ubica en la lista de candidatos a Jorge Luís Pinto, mano firme y corazón grande, con huevitos ya frustrados en un paso por el banquillo técnico del combinado nacional. Explosivo carácter, sin pelos en la lengua, que impone disciplina, pero revienta grupos al exigir compromiso y cambio de actitud por parte de los jugadores. Auténtico seleccionador que conoce la eliminatoria, transmite autoridad, liderazgo, credibilidad y ascendencia, más no logra unir a los colombianos. Fuertes confrontaciones con las toldas opositoras minan la capacidad, habilidad y pasión que debe aglutinar el entramado social sin ningún tipo de etiquetas; espiral en la que cada uno hace parte de un todo, atmósfera en la que todos deben funcionar unidos y sin fronteras de pensamiento.

Bandera que ondea en la brisa, y limita el caminar desde regionalismos estúpidos, pone una incógnita bien grande sobre el nombre de Juan Carlos Osorio, alternativa de mando, diametralmente opuesta al autoritarismo de derecha que funge de izquierda, con amplios estudios tácticos en el extranjero, pero requiere de espacio y proceso sin tiempo en estos momentos. Opción que podría venir a largo plazo, y tendría la oportunidad de llevar al equipo a otro lugar, para representar al país, darles oportunidad a las nuevas generaciones, y desde la rotación aterrizar a las figuras nacionales que no logran comprender que con talento, seriedad y profesionalismo se conquistan triunfos. Técnico de grandes condiciones, pero casta muy elevada para la dirigencia colombiana como se hace ver el líder de los humanos.

Opciones serias y mundialistas, que conocen el fútbol colombiano son Hernán Darío “Bolillo” Gómez y Luís Fernando Suárez, periódico de ayer, que ya quemaron una etapa en la Selección y distantes están de dedicarse a entrenar, asimilar nuevos procesos y reinventar esquemas tácticos. Constituyentes, negociadores de paz, con profundas experiencias que ahora fungen de social demócratas; elocuentes frente a un micrófono, poco operativos en ejercicio de su quehacer profesional. Iniciativa de centro es Reinaldo Rueda, que está con Chile, sería una gran carta, pero preocupa su tibieza; profundos conocimientos tácticos que perecen ante la duda en la implementación y el miedo en el ataque. Trabajo de base que con buena actitud difícilmente logrará desmontar la debacle de nueve goles en los dos últimos partidos.

Alberto Gamero, Marcelo Bielsa, Jorge Sampaoli, entre otros, son parte de la lista en discusión, directores técnicos que, con mayor o menor ascendencia al ADN del fútbol colombiano y suramericano, abren el análisis en una elección en la que no importan de dónde sea, sino que se logre llevar al combinado nacional a la victoria. Amor y respeto por unos colores y un equipo que se ajusta a la situación del momento, necesidad de un técnico con experiencia, liderazgo, manejo de grupo y títulos que con disciplina e independencia no se deje manosear y manipular por unos directivos con apetito de protagonismo.

Biosfera de la Federación es compleja y exige adaptar sus dinámicas de actuación a una nueva normalidad, hedor de la estructura administrativa no puede nublar el horizonte de trabajo en la cancha; quien llegue al banco técnico debe convocar a los jugadores que realmente lo merezcan. Hechos han dejado claro que se debe dejar la James dependencia, los destinos de la Selección Colombia aclaman un director con capacidad de hacer un proceso de transición, recambio generacional con variantes, ideas y manejo de grupo sin perder la esencia y lo ganado por los colombianos en los últimos años. El país está expectante de un estudioso del juego, trabajador, que aporta para avanzar en la construcción de futuro y no va al bandazo de la opinión pública y la presión que se ejerce desde los medios de comunicación. La esencia de la democracia da un ganador y hay que dejarlo trabajar.

 

 

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