La bajeza humana, mezclada con la inteligencia, suelen constituir un cóctel de resultados sorprendentes. No encuentro mejor manera de definir los experimentos que durante dos décadas realizó la CIA con personas sin su consentimiento. El macabro proyecto se denominó MK Ultra, las dos primeras letras derivan de las palabras inglesas ‘Mind Control’ (Control mental), mientras que la última, Ultra, fue en honor a la red de espionaje norteamericano que se desarrolló en la Alemania nazi.

Los experimentos se basaron en la administración de drogas, sobre todo LSD, más hipnosis y técnicas de lavado de cerebro. Mediante esta mezcla se pretendía controlar el comportamiento de sujetos o de grupos. Todo era tan macabro, que cuando filtraciones en la prensa norteamericana destaparon el escándalo a comienzos de los años setenta, el director del proyecto, Sidney Gottlieb, quemó casi todos los documentos. Y digo casi todos, porque gracias a un error de memoria, quedaron unos veinte mil folios de varias locuras que diseñó la CIA.

El escándalo de todas formas era imparable, y el congreso de los EE. UU. creó una comisión de investigación que presidió el senador Ted Kennedy. Se mandó a suspender los experimentos de inmediato. Delante de los honorables senadores, Sidney Gottlieb, dejó claras dos cosas. La primera que el principal cometido del proyecto era “modificar el comportamiento humano”, obvio sin que el implicado o los implicados se dieran cuenta. La segunda, que en lo que más interés hubo por parte de la CIA, era la mezcla de chips implantados en el cerebro junto con drogas e hipnosis.

Uno de los casos que jamás pudo demostrarse y que tuvo relación con el proyecto fue el de la creación de asesinos programados. Personas que matasn a otro ser humano sin ser conscientes de ello. El caso más sonado fue el del asesino Lee Harvey Oswald, quien mató al presidente Kennedy, y dos días más tarde acabó de la misma manera de la mano de Jack Ruby, un patán que pertenecía a grupos de ultraderecha.

Lo interesante de la historia de Ruby es que el médico que dictaminó que estaba loco fue Jolyon West, un siquiatra que trabajó muchos años para el MK Ultra de la CIA. Pasó a la historia por matar a un elefante de sobredosis con LSD, en uno de sus experimentos, en el zoológico de Oklahoma. Toda una joyita el científico. Pues este señor, de tan escabroso pasado, dictaminó la locura de Ruby, sin tener este, antecedentes psiquiátricos. Así no fue a una cárcel convencional, sino a un centro psiquiátrico penitenciario. A los dos años falleció.

Saquen ustedes sus propias conclusiones, los hechos son irrefutables. Nadie jamás podrá demostrar que Jack Ruby fue parte del proyecto MK Ultra. Pero su mano asesina liquidó al único cabo suelto de la conspiración más importante del siglo XX, la muerte del presidente Kennedy… pero eso es otra historia.

Si quieren más información sobre el proyecto MK Ultra aquí les dejo un video de mi canal de Youtube: Oculto tras la sombra.

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