El tema se complica un tris más cuando lo que da origen al linchamiento en redes y medios es mentira, excusada en informaciones de prensa.

O cuando se trata de la interpretación de alguien a una realidad, una media verdad, una simple opinión o una noticia falsa, que dan origen a un daño moral. El golpe infligido puede ser tan letal como uno físico.  

A veces, la maldad se reconoce en la intransigencia. Cuando te encuentras con comentarios rabiosos cuya única finalidad es la de infringir daño sin contemplación alguna.

Sin dudas, esas golpizas en redes tienen algo de vertiginoso e ignominioso. Y, como se encienden siempre con sevicia, se alcanza a entender la verdadera ruindad.

En esas contiendas parecen no importar los argumentos, ni el respeto, incluso ni la misma falta que genera la controversia. Porque lo importante es lo que la gente piensa y volver el tema una tendencia.

Los epítetos de todos los calibres a personajes públicos, a los bandos contrarios o a los que piensan diferente, nos demuestran esa realidad que lleva la violencia a todos los escenarios.

Como también la cobardía cuando existen bloqueos a las cuentas simplemente porque los argumentos contrarios son intolerables. Obvio, no estoy justificando a aquellos que escriben críticas llenas de improperios y falacias en las redes sociales ajenas.

Andrés Rojas Franco

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Le habló de esos linchamientos con palabras, groserías, amenazas, sarcasmo y humor negro. Me gusta cuando las redes sociales son el espacio para polemizar, controvertir y argumentar con lo que yo siento es la verdad.

Pero ¿cuál es la verdad?, ¿quién tiene la verdad? Tal vez ninguno o tal vez todos. Así que, aquel que use las redes para opinar y compartir información sabrá que existe una línea delgada y puede que nadie esté libre de pecado. Bajo esta premisa, ¿quién puede tirar la primera piedra?

Sin embargo, el linchamiento moral que pueden llegar a infringir las redes y en especial el Twitter puede llegar a ser aterrador. Desde amenazas de desconocidos y violentos, pasando por ofensas de todo tipo con una pasmosa tranquilidad, hasta generar enemistades con viejos conocidos, pueden ser algunas de las muchas consecuencias.

Hace un tiempo, supe lo que significa la desinformación. Un concepto que hasta entonces, jamás había necesitado entender, pues aprendí en la universidad a construir, buscar, curar, publicar y depurar información. Hasta escribí, hace más de 5 años, un podcast al que titulé: el Cáncer de la información.

Andrés Rojas Franco

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Desde entonces, pocas cosas han cambiado:

“La avalancha de noticias que se registran en píldoras informativas, sin contexto y una sobrevivencia no mayor de 48 horas, inundan nuestro presente, vislumbran el futuro, pero manchan el pasado.

Encontramos en los medios, en consecuencia, la más variada oferta de información acompañada de una gran levedad en su contenido.

Por ejemplo, una fuente cercana a Paris Hilton reveló a un medio de prensa que, ella se había puesto un piercing con un diamante en su parte íntima.

Dicha información, sin siquiera ser verificada, se convirtió en una tendencia mundial. Y una mentira repetida mil veces, tiende a convertirse en una verdad.

Paris en realidad se había hecho su piercing en el ombligo y debido a la desinformación tuvo que salir con un vaso de limonada a caminar casual con el vientre al aire por las calles de Beverly Hills.

Así que, en minutos, las redes sociales se ‘inundaron” con comentarios de toda clase. La noticia, no pudo pasar desapercibida y llegó incluso a ocupar la primera página de algunos periódicos en el mundo.

A pesar de que no encuentro nada más íntimo que tomar una decisión de esa magnitud, sigue siendo difícil de entender por qué y para qué lo cuenta. O peor aún, a quién le interesa.

Algunos responderán que la frivolidad hace parte de la farándula. Pero otros irán más allá y justificarán esas excentricidades como insumos de un próspero negocio.

Entonces, imagino, que algo tan íntimo, en boca del mundo no busca polemizar, sólo vender. ¿Pero, vender qué? Si no es información, ¿qué se vende?  La respuesta es sencilla: desinformación.

¿Qué tanto de esa desinformación le sirve a niñas y adolescentes en un país en el que solo uno de cada diez millones podría colocarse un piercing de diamante en el ombligo?

Andrés Rojas Franco

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Es el 'momento' de la decisión

Llama la atención como la audiencia interactúa en tiempo real y se adueña de esos contenidos para abandonarlos rápidamente por otros igualmente frívolos, lejanos e inocuos.

Y de tanto en tanto, algunos comentarios resultan más interesantes que las noticias que le dieron origen. Llama la atención, por ejemplo, esas cuentas de Twitter que denuncian o increpan noticias falsas.

Desinformación que saturará al ciudadano. Como cuando se está empalagado por exceso de dulce. Un hastió tal, que ni un buen vaso de agua puede quitar el desagradable hostigamiento.

Por supuesto, todo lo que aparentemente no tiene un costo se termina pagando de alguna manera, como, por ejemplo, con el alto costo de la desinformación. Y con este nuevo nivel de desinformación, la humanidad escala un peldaño más. La pregunta es, ¿a dónde va a llegar esta escalera?”

Hoy, por ejemplo, una figura como James Rodríguez puede fácilmente tener el equivalente en seguidores a la población total de un país extenso y rico como Colombia. Con una audiencia que lo puede leer en todos los idiomas y en cualquier lugar del planeta. 

En esta época de la hiperinformación todo se puede ver en YouTube. Los artistas sin necesidad de casas disqueras pueden presentar sus composiciones y ponerlas al escrutinio sin que medie un experto.

Hay gente que ha triunfado así. Como Luisa Fernanda W, quien se hizo famosa como youtuber y se consagró con la muerte de su novio Legarda. Ella nunca protagonizó una novela o una campaña para gozar de este reconocimiento.

En definitiva, las redes han aportado mucho al desarrollo de las cosas. Al manejo de la información y a la democratización de esa información, que muchos confunden con verdad. 

Las redes te atrapan y te permite mutar, ser tú mismo o diferente. Escarbar, hurgar, pero sobre todo compartir que es su fundamento, pero no te hace libre.  Las redes pueden incluso engañar o dañar tanto como ayudar:

En el intento de regularlas podemos caer en el viejo dilema que puede resultar peor el remedio que la enfermedad.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.