Soy un urbanita no urbanista. Siempre he vivido en Bogotá y eso me da la oportunidad de hablar sobre los cambios y retos que he visto en la capital. Tengo 44 años. Desde los once empecé a usar el servicio público de transporte para llegar al Colegio Mayor de San Bartolomé desde Cedritos, al norte de la ciudad. Luego, presté servicio como auxiliar bachiller en la Policía Nacional, año que me brindó una óptica mucho más cercana de la realidad local. Estudié en la Universidad Javeriana y siempre fui usuario del servicio público. Una vez me gradué tuve la oportunidad de conocer las entrañas de la ciudad como reportero. Espectro que amplié trabajando en campañas políticas y posteriormente como funcionario del distrito.

Esta experiencia cercana con el transporte me motivó a escribir mi primera columna publicada en Pulzo y que titulé: Movilidad Cero Kilómetros. Tengo que decir, que a muchos les pareció antipática, por decir lo menos.

Una funcionaria a quien respeto y aprecio, me la comentó y le pareció que definir como malo el servicio de Transmilenio podría ser injusto, inexacto, impreciso.

El principal cáncer del servicio hoy son los colados, según me explicó. Es muy difícil controlar ese problema a pesar de los esfuerzos y desvelos. Un problema, que debemos advertir por conocimiento de causa, se salió de control en la administración de Gustavo Petro.

Andrés Rojas Franco

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Aunque la insatisfacción en el servicio de hoy es por tener un sistema masivo como el Transmilenio que rueda sobre troncales, con intersecciones semaforizadas como la columna vertebral en vez de tener un metro rápido, eficiente, y no contaminante como es usado en muchos países del mundo entero.

Los expertos han definido el Transmilenio como un sistema de mediana capacidad, seguramente funcional para una ciudad intermedia sin la cantidad de usuarios que tiene Bogotá.

Pero acá los buses mueven en el día la carga de un metro pesado. Es obvio que el sistema no es ni eficiente, ni suficiente.

La enorme cantidad de gente en las llamadas horas pico del sistema, obviamente, no da abasto. Ni lo darán.

Es por eso que la percepción del servicio se va al piso, así sea más rápido moverse por la ciudad en los articulados. No obstante, el servicio es inseguro, peligroso, contaminante y costoso toda vez que pagamos la operación a los particulares.

Luego de la creación del Transmilenio, la ciudad se enfrentó a un nuevo proceso de cambio cultural de gran envergadura. Acabar con el viejo colectivo fue un dolor de cabeza para las autoridades.

La llamada guerra del centavo dejó cientos de víctimas y terminó para darle paso a un cambio que la ciudad pedía a gritos.

Los problemas como los vendedores de comida o artesanías, las personas que se suben a pedir limosna y los colados o gente que pagaba cualquier moneda y se subía por la puerta de atrás para no pagar, requerían de estrategias creativas y sobre todo de autoridad para evitar que el problema se saliera de control.

Claramente, la administración de Petro, polarizadora desde que llegó, hizo caso omiso e ignoró que los problemas de buses, busetas y colectivos, se iban a subir al sistema Troncal, columna vertebral del sistema integrado.

Este sistema se diseñó, aprobó y comenzó a implementarse con el visto bueno y la responsabilidad del entonces gobierno del presidente Álvaro Uribe y su ministro, que en paz descanse, Andrés Uriel Gallego.

Andrés Rojas Franco

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De hecho, fue él, Andrés Uriel, quien negoció y pactó las inconformidades de los pequeños transportadores que se rehusaban al cambio. Fue, precisamente, a instancias de él, como ministro, que se dio vía libre a su implementación.

El SITP es un proyecto en el que han trabajado arduamente muchas personas. Como cualquier proceso de esta envergadura fue obligatorio usar los más altos estándares de estudios y costos, matrices y variables. Pero cambiar el viejo transporte público no era, ni fue una tarea sencilla.

La implementación y entrada de los buses azules y naranjas el SITP al sistema no se hizo bien y ello impactó negativamente todo. Pero no son las únicas causas para que la gente critique por ello al Transmilenio.

La primera alerta, recuerdo, era que el cambio de los viejos buses y busetas con sus rutas por toda la ciudad, impactarían a los buses de Transmilenio, especialmente cuando debía desaparecer el viejo modelo de transporte urbano, que entre otras cosas se resiste a perecer.

Debo decir que el peor SITP de hoy, es mejor que cualquier otra cosa que hubo en el pasado, sin embargo, para muchos es difícil de aceptar porque sobre todos somos cortoplacistas y olvidadizos.

Resulta raro porque cuando la ciudad se vio paralizada en 2010, los pequeños transportadores fueron asesorados en todo momento por Petro.

A mí me sigue extrañando que en los debates sobre el Sistema se le pregunte a personas que no tienen ni idea de la operación, ni del funcionamiento del sistema, mientras que los exfuncionarios que lo hicieron no sean exigidos en esas controversias.

Otro punto que no podemos desconocer es que hacer una troncal, en promedio toma entre cuatro y seis años de construcción. Claro, menos las de la Autonorte y la 80 que quedaron mal hechas y con problemas estructurales que han hecho defectuoso un sistema que debe estar perfecto para que funcione como un reloj.

Andrés Rojas Franco

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Pendejos, pero hiperinformados

Desde que se construyó la Caracas, ha pasado de todo. Empezando por materiales como el relleno fluido, que dejaron un daño que se repara cada tanto con costos elevados. Además, dejó al exdirector del IDU; Andrés Camargo en la cárcel. Eso sin contar los 21 muertos de un colegio en el norte por un terrible accidente, que sucedió durante la administración de Luis Eduardo Garzón. Ni que decir de la 26, la 30 o las américas, en todas hubo sobrecostos.

Pedí una cita con la Gerente de Transmilenio, María Consuelo Araujo, y fue imposible acceder a ella para hacerle varias preguntas.

Pero ahora, con lo de la congelación de la licitación por la Séptima, me surge una importante: ¿se pone en peligro la sostenibilidad del metro elevado?

El problema del sistema no es si es o no funcional. El problema es la cantidad de gente que se mueve durante las horas pico.

Bueno, al final la ecuación que la ciudad no ha podido responder por la politiquería, no es otra que ¿cuál es el sistema masivo eficiente que puede mover la mayor cantidad de gente en el menor tiempo posible?

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.