Seguramente, una de las noticias que será resaltada a final de año entre las más importantes del planeta será la conclusión de las protestas de miles de ciudadanos de Hong Kong contra China. No vamos a comentar sobre el conflicto como tal, porque tiene tintes políticos. Pero si quiere conocer los detalles y los orígenes, siga este enlace (ojalá después de leer esta nota).

Una de las imágenes que más revuelo ha causado es la que presentó a cientos de ciudadanos encapuchados tumbando postes que, según informaron medios internacionales, tenían dispositivos de reconocimiento facial. Así mismo, se han revelado varios videos que muestran a los manifestantes apuntando con láser hacía las cámaras de seguridad que están instaladas en diferentes puntos de Hong Kong.

Ahora, las batallas en las calles no sólo se reducen a los manifestantes contra la policía, sino que el espectro se amplió también contra elementos tecnológicos. De fondo, el debate entre la seguridad y el exceso de vigilancia comienza a salir a flote. Lo que está ocurriendo en Hong Kong puede resultar histórico porque iniciamos a conocer la transformación digital de las protestas: las manifestaciones 2.0.

Las cámaras de vigilancia han sido objeto de un largo debate. En primera instancia son presentadas como una herramienta fundamental para mejorar los índices de seguridad y movilidad de una ciudad. En ciudades del primer mundo, las cámaras se unen con miles de sensores y se conectan a centros de mando unificado para que las autoridades respondan ante algún incidente casi en tiempo real.

Por otro lado, las cámaras con reconocimiento facial han sido objeto de diversos cuestionamientos. Activistas y promotores de la protección de datos han prendido muchas alarmas, asegurando que estos dispositivos otorgan “un exceso de control de los gobiernos sobre los ciudadanos”. Así pues, nace la polémica: ¿las cámaras de seguridad y el reconocimiento facial son sinónimo de más seguridad o de exceso de control?

Una vez más, lo humano se cruza con los avances tecnológicos. Lo que está ocurriendo en Hong Kong, parece, es un extremo que puede viciar la realidad. Es incuestionable que los dispositivos electrónicos deben ser utilizados de forma inteligente para convertir a las ciudades en lo que se conoce como ‘smartcities’ (ciudades inteligentes). Pero, también es claro, que los gobiernos no se pueden exceder e invadir la privacidad de sus ciudadanos.

Los equipos tecnológicos, sumados a herramientas como el Big Data, pueden ser un arma muy eficiente para identificar a los vándalos que generan disturbios y dañan las manifestaciones pacíficas. Sumado a esto, el reconocimiento facial en vías públicas también puede aportar en el esclarecimiento de procesos judiciales.

Para países como Colombia, quizá, falta mucho para llegar a dispositivos con reconocimiento facial instalados en grandes vías. Sin embargo, este es un cambio que sí o sí llegará al país y es bueno que nos vayamos preparando para dar una discusión sobre la disyuntiva de la seguridad o el exceso de control e invasión a la privacidad. Lo cierto es que hasta las protestas se transforman digitalmente.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.