Para muchos era más que previsible lo que ocurriría con la protesta social programada para el 21N en Colombia. El legítimo derecho a la manifestación popular sería aprovechado, por vándalos y encapuchados, para infiltrar las marchas y conducir al caos la sana expresión del colectivo social colombiano. La falta de prevención, perspicacia y control por parte del gobierno nacional conllevó a que ya se completen varios días de protestas y exista la perspectiva de que esto continúe indefinidamente.

A las calles llegaron muchos sin saber por qué, pero con el firme convencimiento de que “Vicente va… para donde va la gente”. De los razonamientos, argumentos y propuestas se pasó a las acciones de hecho que dejaron miles de destrozos a los bienes públicos y privados, desmanes que condujeron a decretar el toque de queda, el jueves 21 en Cali y el viernes 22 en Bogotá. Orden público desbordado que propició, al vaivén de desadaptados y delincuentes, que la protesta perdiera su rumbo y se desdibujara el verdadero sentido de aquello que se pretendía.

Twitter @JFSaninM
Pantallazo de video / Twitter @JFSaninM

Violencia llevada al extremo que, entre piedras, puñales, arengas y fuego amigo y enemigo, al mejor estilo de una confrontación bélica, deja múltiples lesionados, heridos y fallecidos por parte de los manifestantes y los miembros de la fuerza pública. No se puede desconocer que existieron reacciones desproporcionadas por parte del ESMAD, la Policía Nacional e incluso el Ejercito, pero tampoco se puede negar que sin justificación la masa protestante descargó toda su ira e inconformismo, de manera desproporcionada, contra los agentes del orden. Escenario en el que, desde el temor propio de lo acontecido, los integrantes de los cuerpos de seguridad reaccionan ante la más mínima señal de intento de agresión, como ocurrió en el caso de Dilan Cruz.

Compleja situación en la que nadie se explica qué tienen que hacer en medio de la protesta menores de edad inmiscuidos como escudos humanos, al mejor talante de grupos terroristas y guerrilleros.

Convocatoria e invitación irresponsable como la realizada por Gustavo Petro, el 15 de noviembre, que a través de Twitter llamó a los jóvenes de los colegios a salir a la calle a protestar; incongruencia de padres o “adultos responsables” que van a la convocatoria con menores y permiten que converjan en medio de papas bombas, gases lacrimógenos y balas perdidas.

Comunidad enardecida y enceguecida que no escucha e infiere y asume riesgos irrazonables que hacen preguntar dónde está el ICBF para proteger la integridad y los derechos de la infancia, niñez o adolescencia presente en donde no debería.

Twitter @gustavopetro
Tuit de Gustavo Petro / Twitter @gustavopetro

Anuencia de actores con la causa protestante que genera incertidumbre y pánico en el grueso de la población que, desde la tranquilidad de su hogar o lugar laboral, estupefactamente observa cómo, lejos de la xenofobia, un grueso de indeseables personajes extranjeros propician robos, saqueos e irrumpen en las unidades residenciales en diversos sectores de Bogotá.

Distante a un temor infundado o falsas alarmas en el imaginario colectivo, quienes lo vivieron enfrentaron el instinto de defensa propia que sacó a flote no solo actitudes violentas, de los vecinos, sino un sin número de armas desde las que partieron balas perdidas. Linchamiento colectivo que cobra justicia a propia mano y pide la expulsión inmediata, de estos sujetos, del territorio colombiano. Colectivo de bandidos superior a los casi 60 venezolanos echados, hasta ahora, de Colombia por su participación en el Paro Nacional.

Injerencia indebida de los extranjeros en el acontecer político y social que llama a prender las alarmas y pedir al gobierno y el congreso la perentoria necesidad de subordinar a condiciones especiales los derechos civiles de los ciudadanos de otras nacionalidades al interior de las fronteras del país.

Por qué tienen ellos que hacer parte de las marchas sociales, qué tienen que opinar en redes sociales de los lineamientos nacionales, cuál es su función en los adoctrinamientos ideológicos del entramado social, cómo es posible que se autorice la participación de ellos en las elecciones y consultas de carácter municipal o distrital, preguntas que muchos se hacen y expresan tímida y solapadamente en pequeños círculos de amistades. Enmarañado entorno que cuestiona el consentimiento del gobierno, de Iván Duque Márquez, para la llegada indiscriminada de patriotas bolivarianos que huyen del hambre y la miseria en que dejó a esa nación suramericana el socialismo del siglo XXI.

Incendiario panorama en el que líderes de izquierda –Gustavo Petro, Iván Cepeda, Carlos Lozada, entre otros– y derecha –Álvaro Uribe, María Fernanda Cabal, Germán Vargas Lleras, por solo mencionar algunos– atizan el conflicto con sus irresponsables pronunciamientos, señalamientos y cuestionamientos públicos desde las plataformas sociales, en uso de su libre derecho a la expresión.

Ideología recalcitrante que hastía con su intransigencia y ánimo de polarizar antes que construir desde las diferencias y reconocer que los males que aquejan a Colombia son un cúmulo de desaciertos políticos, económicos y sociales de varios gobiernos que ahora estallan en las manos de Iván Duque Márquez. Es momento de empezar a pensar como colombianos y reconstruir la nación desde propuestas razonables y realizables en el corto, mediano y largo plazo.

El que la sociedad no se reconociera y comprendiera como un sujeto político activo conllevó a la apatía y desconocimiento de lo que ello implica y constituye para una conversación civilizada sobre temas complejos y difíciles. El respeto debe ser el común denominador en la concreción de agendas y la construcción común de soluciones, lejos de visiones egocéntricas o anarquistas que vetan el amplio panorama que constituye el colectivo social colombiano se debe fijar una apuesta de país que incluya a absolutamente todos los sectores.

Basta de atomizar desde el desconocimiento y la desinformación, ejercer el terrorismo desde las redes sociales, salir a las calles a protestar sin el saber por qué, y la violencia sin fundamento que instaura terror en la sociedad.

Toda acción tiene sus consecuencias y lo que hoy ocurre en las calles debe guardar los límites y las proporciones de ejercer un derecho dentro de la frontera del respeto por los del otro, flaco favor hace la justicia desde la miopía de jueces de garantías que avalan la conducta inapropiada de sujetos que actúan como ‘Epa Colombia’.

La violencia no es el camino para exigir la justicia ni reinstaurar el orden, hay que bajar el filo de la ira en la lengua y abanderar el oír y escuchar al otro para comprender su inconformismo. El pliego de exigencias tiene puntos discutibles y de trabajo que no se arreglarán con la varita mágica del Paro Nacional o las promesas políticas por salir del atolladero:

  • Implementación integral y sin condicionamientos de los acuerdos de paz: Se debe recordar a los manifestantes que en el Plebiscito por la Paz del 2 de octubre de 2.016 ganó el NO y la mayoría de los colombianos manifestó reparos a lo acordado en la Habana.
  • Aprobación en el legislativo de los temas coyunturales de la consulta anticorrupción: es claro que este es un clamor popular que no ha contado con la voluntad política de quienes hoy fungen como corderos mansos y dicen apoyar la causa de la protesta social. ¡Así que hay que exigirles pasar de las palabras y promesas a las acciones reales!
  • Desmonte del ESMAD, Reorganización de las fuerzas armadas: el ESMAD es consecuencia de la falta de normas, controles y desmanes de los propios estudiantes, es bueno revisar su historia. Los organismos del orden público están para guardar la paz de los colombianos, la sociedad está llamada a respaldarlos, respetarlos y acompañarlos en el cumplimiento de su deber. Lo acontecido en el marco de este paro llama a establecer protocolos de actuación y revisar los errores cometidos por cada una de las partes involucradas en los hechos de este Paro Nacional.
  • Cumplir lo acordado con estudiantes y profesores: el gobierno hace frente a una desatención de administraciones anteriores y en la medida de los recursos económicos, del complejo entorno que acompaña el ecosistema mundial, ha dado cumplimiento responsable a lo pactado.
  • Reformas tributarias: sin financiación es imposible el cumplimiento de los acuerdos y las políticas que se piden implementar en la protesta social que ahora acompaña a los colombianos.
  • La salud: el sistema de salud está en crisis desde hace muchos años y es un punto de atención urgente e inmediato que el gobierno debe atender con los recursos de la reforma tributaria.
  • Líderes sociales: la protección efectiva de la vida y seguridad de los colombianos está en manos de la fuerza pública, esa misma que señalaron, irrespetaron, atacaron y ultrajaron en medio de las marchas en este mes de noviembre.
  • Desigualdad de género: si hay un gobierno que ha luchado por la igualdad de género es el de Iván Duque Márquez, solo basta con mirar su política y composición al interior de la administración pública.
  • Sistema pensional: complejo escenario que requiere de una reforma urgente para su viabilidad y cobertura.
  • Protección de especies, Deforestación, Explotación mineral, Contaminación: exigencia viable y sin discusiones que requiere atención y compromiso inmediato del gobierno nacional, pues es un importante cuestionamiento que llama a repensar las políticas ambientales de la administración central y cómo ello impacta los gobiernos locales.
  • Presupuesto a la justicia: complejo escenario de acuerdos en el que es urgente y viable la reforma a esta rama del poder.
  • Proyecto de ley 212: la concertación laboral y de todos los sectores se logrará en el momento en que se entienda que el diálogo es la base de todos los acuerdos.
  • Campesinos, Restitución de tierras: es un elemento colateral a los acuerdos de paz que deben ser atendidos con el replanteamiento de lo acordado en la Habana.

Los jóvenes deben comprender que como parte fundamental de una sociedad tienen reglas, deberes y derechos que acatar y cumplir, nada llega del cielo por obra y gracia del Espíritu Santo.

Daño ha hecho a la sociedad el que se desdibujara el concepto de familia, el tener unos referentes de conducta y disciplina que desde la ética les enseñe cómo encajar en el entramado social bajo el reconocimiento del otro y el respeto a las diferencias. El abandono o soledad es el que permite que sin hora y fecha en el calendario se apueste por estar en la calle exigiendo que se otorgue de manera gratuita lo que otros saben que se consigue con el trabajo, recursos con los cuales se forja el mañana y se construye nación.

El llamado responsable es a que todos se unan a la causa de trabajar para salir de la inviabilidad y la intolerancia, se debe de dejar la excusa o el pretexto diario para parar y protestar por el simple hecho de protestar.

Es momento de poner los pies en la tierra, dejar de lado los radicalismos y encontrar el punto medio para lograr acuerdos perdurables y cumplibles que conlleven a los colombianos a reconstruir la institucionalidad y el estamento de una sociedad democrática como es Colombia.

Escucha el podcast que complementa esta columna aquí:

Sígueme en Instagram en @andresbarriosrubio y en Twitter en @atutobarrios.

Columnas anteriores

Reminiscencia del 21N en Colombia

Caos vs. estabilidad: pulso de gobernabilidad de Iván Duque Márquez

Proclama de inconformismo en Iberoamérica

Cabeza fría a los resultados del electorado colombiano

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.