Las dinámicas de la política local distan del ejercicio electoral nacional, pero en el fondo lo acontecido este 27 de octubre tiene un mensaje claro paro los actores del proceso democrático. Los resultados en las urnas evidencian no solo una rotura total del electorado con los partidos tradicionales, sino el desgaste propio de la imagen caudillista que representan Álvaro Uribe Vélez y Gustavo Petro para las corrientes ideológicas de derecha e izquierda respectivamente.

Los sufragios de los comicios del poder local demuestran que la legitimidad, el respaldo político y social de ciertas figuras agotó su margen de acción; la continuidad de iniciativas, formas de ver el entramado social colombiano y rutas de trabajo colectivo deben ser revaluadas y acomodarse al nuevo mapa político regional que representa el pensar y sentir de los connacionales. Consunción de las tradicionales formas de hacer política y concebir el poder desde los escenarios locales para estructurar el estandarte de las maquinarias en el país.

Si bien en sectores regionales como la costa y el valle se mantuvo el músculo de varones electorales, no es menos cierto que alternativas de independencia o coaliciones multisectoriales lograron captar la atención ciudadana y sintonizarse con las necesidades de dichos ecosistemas poblacionales. Alianzas Inter-partidistas y de múltiples ideologías convergieron en la construcción de un ideario departamental, municipal o local que permitió estructurar planes de gobierno y visión de futuro que atrajeron la atención de grupos sociales significativos que ya no encuentran identidad con lo propuesto por anacrónicos partidos como el Liberal y Conservador, o algunos más recientes, producto de coyunturas de un “sensei”, como el Centro Democrático, La U, Cambio Radical, Polo Democrático Alternativo, Colombia Humana, entre otros.

El creciente inconformismo contra la corrupción; la ineficiencia e inoperancia estatal; el incumplimiento, pobre resultado y falta de gestión de los ungidos en pasados comicios; así, como la necesidad de un cambio y la búsqueda de una equidad social conllevan al fenómeno coalicionista momentáneo que, más que fortalecer un proyecto político a largo plazo, lo que hace es responder a la coyuntura particular de un líder representativo que busca fortalecer su imagen para acceder al poder local. Carisma político de plaza pública que atrae el interés de gamonales en campaña que se suman a la causa, pero ante la derrota en las urnas se escabullen al mejor estilo de Gustavo Petro con Hollman Morris.

De la polarización ideológica Colombia comienza a dar paso a un voto de opinión que se aparta de los potenciales electorales tradicionales. Pronunciamiento en las urnas que invitan a tener la gallardía de reconocer la derrota, como lo hizo Álvaro Uribe Vélez, y con humildad aceptar que los tiempos han cambiado y la línea de acción de la democracia es otra. Hoy los sufragios no son de partidos, ni de figuras políticas, sino de coyunturas sociales y particularidades propias del momento; avales conjuntos que hoy reclaman como victoria propia o conjunta los partidos tradicionales que se niegan a aceptar su cruel realidad en esta jornada de los gobiernos locales; cálculos burocráticos a los que se quieren aproximar, y de los cuales quieren tomar fruto de manera indirecta, los referentes políticos colombianos.

El perdedor más grande en esta contienda electoral, después de las colectividades políticas, fue el gobierno de Iván Duque Márquez que desde su partido de gobierno quedó con la menor representación en los estamentos locales, el tradicional margen de acción en gobernaciones, alcaldías, concejos y asambleas se torna complejo para garantizar vasos comunicantes con las propuestas políticas, económicas y sociales del gobierno central. Reedición de una lectura de construcción de país que enciende las alarmas de acción, pero a su vez desata tácticas de influencia para captar un caudal importante de seguidores que prende el partidor político de cara a las elecciones de 2022.

Desgaste de representación política que busca un consenso con nuevas propuestas o rutas de trabajo desde los puestos representativos del gobierno local. Corriente anti-política de caudales intransferibles que concentra apuestas por derrotar los fortines de caudillos que creen que la única visión de ciudad válida es la suya. Agenda pública ciudadana que parece distanciarse del monopolio de derecha y concentrar sus intereses en propuestas de centro y centro–izquierda. Se desdibujó la forma de lograr una confluencia de los intereses de los candidatos con los electores, ideología que evidencia un cortocircuito de la clase política similar al de las firmas encuestadoras y sus pronósticos previos a los comicios.

El afán por no perder espacio y vigencia en el poder local, busca catapultar alianzas, co-gobiernos que propenden por la seguridad, representación de género, diversidad y libertad de pensamientos e ideas. Las propuestas no pueden pasar a un segundo plano, la oposición por ser oposición pierde todo tipo de sentido, el control social con argumentos es válido y hace parte del ejercicio democrático. La representación ideológica está distante de temas de corrupción, necesidades vitales y las preocupaciones del ciudadano común que padece las preocupaciones de la crisis colombiana. Escenario electoral en el posconflicto que se aleja de la violencia armada y transcurrió en tranquilidad para dar respuesta a los problemas cotidianos.

Cohesión social, antagónica a la política tradicional, que proyecta brotes de optimismo y cambio que ahora deben ratificar los candidatos electos en el ejercicio de sus funciones a partir del 1 de enero de 2.020. La verdadera elección fue en las urnas y no en las redes sociales o el apoyo momentáneo de gremios, empresarios y líderes de opinión; la reconstrucción del país es una labor de los colombianos y no se puede delegar en los venezolanos, cubanos y demás extranjeros primivotantes que debutaron con su derecho al voto este 27 de octubre, esos mismos que en sus países cohonestaron con el quebrantamiento de sistemas democráticos y debieron abandonarlos en busca de un futuro mejor lejos de la dictadura de un estado fallido.

Consumado el acto electoral llegó el momento de respaldar a los ganadores desde el respeto por las diferencias, ellos son los responsables de regir los destinos de departamentos, municipios o localidades, en el ejercicio de la democracia son quienes gobiernan para todos. De los lazos de sangre, herederos de una dinastía, señalados en el camino o escuderos fieles, Colombia tomó la decisión de llevar al poder a noveles políticos que desde la defensa de ideas estructuran una nueva visión de país desde el escenario regional.

El ejercicio de la zancadilla entre corrientes ideológicas debe pasar a un segundo plano, llegó el momento de pensar en el futuro y la reconstrucción social de Colombia en un escenario de posconflicto. La abstención electoral cercana al 40% evidenciada este 27 de octubre pone de relevancia que los colombianos no tienen clara la importancia de ejercer el derecho al voto, y en consonancia con la democracia ser conscientes que la elección de los gobernantes es un fundamento clave para el cambio de pensamiento, política y acción.

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