Primeros 31 días de gobierno de los mandatarios locales que han dado luces de los pasos que seguirán en los divergentes frentes de acción, pero a su vez demuestran que del discurso de campaña, para ganar adeptos, se pasa al silencio incómodo y la implementación de políticas diametralmente opuestas a las prometidas. El cumplimiento de la palabra empeñada, preparación para afrontar la realidad coyuntural de los temas prioritarios de los territorios locales, parece no responder a las expectativas que se tenían por parte del electorado.

Para el caso de Bogotá, Claudia López es el vivo ejemplo de templanza y fortaleza en la crítica que se atempera al asumir el compromiso gubernamental. Administrar los recursos públicos y establecer las políticas sociales, desde el Palacio de Liévano, no es lo mismo que la sagacidad oportunista de micrófono que están acostumbradas a emplear las fuerzas opositoras. La capital de los colombianos ha tenido vivos ejemplos de la torpeza ejecutiva de quienes se venden como prototipo de gobernabilidad socialdemócrata y al cabo de los años no pasan de la memorable indiferencia e incompetencia para ejecutar lo proyectado.

Deber de memoria del electorado es tener presentes las promesas de campaña y alzar la voz de protesta, el respetuoso reclamo ante las contradicciones evidentes entre el discurso electoral y la realidad ejecutiva del momento. La burgomaestre capitalina, símbolo de la lucha contra la corrupción, en la conformación de su gabinete, y selección de los funcionarios más relevantes del Distrito, delineó no solo el establecimiento de las tradicionales cuotas políticas, con aquellos partidos que la respaldaron en campaña, sino el favorecimiento ideológico distante de la meritocracia o la selección de talentos, a través de firmas especializadas, como lo afirmó Claudia López una vez elegida en octubre de 2019. Sofisma distractor que ahora quiere exaltar en cargos de menor calado con el programa “talento-no-palanca”.

Ideario político que propende por la igualdad social, el equilibrio de una sociedad justa, que los lleva a comprometerse con ítems fuera de su competencia. Segundo traspiés de Claudia López estuvo con la congelación de impuestos catastrales, compromiso de campaña fracturado, en los primeros días de gobierno, cuando tuvo que dar pie atrás al reconocer que no podía afectar el presupuesto estructurado y aprobado en las instancias y tiempos pertinentes. Claro desconocimiento del estamento público y obvia demagogia populista, oportunista del momento, que trae votos bajo un sofisma distractor que ahora se busca prolongar en el tiempo. Esperanza e ilusión de bolsillo que se acabará de diluir en el segundo semestre de 2020 y, de no contar con la anuencia del Gobierno nacional, se perderá totalmente en 2021.

Convergencia de intereses protestantes que los aproxima al inconformismo social en las calles, clamor popular que lleva a las manifestaciones, de los dos últimos meses, y que ahora como mandatarios locales deben enfrentar y controlar en el ejercicio de la autoridad. Tercer dolor de cabeza para Claudia López, reto pedagógico por encausar un derecho constitucional que está desenfrenado y conexo a la infiltración vandálica de fuerzas oscuras, así como los intereses insurreccionales de frustrados caudillos políticos.

Termómetro de firmeza que se quiso confrontar con madres y gestores de convivencia, pero ante las acciones testarudas de la masa incontrolable hubo la obligación de quebrantar el compromiso de no recurrir al Esmad en las calles.

Gazapos de acción y omisión que establecen tensiones al interior de las fuerzas de gobierno, que no se reconocen como tal, y en los medios esbozan tradicionales tintes opositores que no encajan con el respaldo político brindado en la candidatura electoral. Visión de sociedad y ciudad que apuesta por dar reversa a obras, proyecciones y actuaciones de la administración anterior; ligereza de estudio y análisis que indica la estructuración de un plan de gobierno sin contemplar todos los elementos conexos a los temas circunstanciales del territorio local.

La construcción de una nueva troncal de Transmilenio, esta vez por la avenida 68, es el cuarto tropiezo de Claudia López con sus electores. Oposición férrea en campaña a una obra del sistema de movilidad que ahora es adjudicada bajo el argumento de las millonarias demandas que asumiría el Distrito al truncar la licitación peñalosista de finales de año. Falta de determinación, y de valentía de gobierno, que se quiere escudar en la decisión de un juez o la Procuraduría para engranar la máquina administrativa que responda a la propuesta de extender la primera línea del metro, a otras zonas de la ciudad, y desarrollar nuevas alternativas de transporte local y regional.

En analogía al adagio popular se puede decir que “desde el inicio de la administración se sabe cómo van a ser los cuatro años de mandato”, incumplimiento tácito con los sufragantes, confrontación ideológica directa con políticos que no logran satisfacer su apetito burocrático tras respaldar el nombre de Claudia López en la Alcaldía de Bogotá. Atropellado panorama se entreteje para una ciudad que está ávida de un cambio, del compromiso de una burgomaestre que la saque del atraso en el que se encuentra sumida por la grave corrupción y falta de voluntad política.

Complejo escenario circunda a Claudia López que aún no encauza su propuesta de gobierno. Atónitos, los bogotanos observan cómo la inseguridad también se desborda en la capital, y la impunidad reina, pese a ser uno de los pilares programáticos de la campaña del Partido Verde en las elecciones locales. Tema conexo al fenómeno de drogas que se evidencia en parques públicos y en ollas podridas de zonas neurálgicas de Bogotá. Fenómeno delincuencial que requiere decisiones fuertes y firmes que pongan un alto a la desbordada migración venezolana y la compleja problemática social que ha traído consigo.

Cueste lo que cueste, Claudia López requiere encontrar alternativas que, en medio de las limitaciones, brinden los recursos necesarios para implementar las modificaciones al SITP, la construcción de la infraestructura de Transmicables y el Regiotram que potenciarán la primera línea del metro. Política de mejoramiento y calidad de vida social ligada a planes de salud, educación y empleo que respondan a las necesidades fundamentales para el desarrollo de la ciudad. Temas de impacto clave para la transformación de igualdad social propuesta por la mandataria local.

Cambio cultural que propende, como lo propone Claudia López en su plan de gobierno, por minimizar, y ojalá erradicar, las agresiones de clase, raza, xenofobia y maltrato intrafamiliar y sexual. Elementos de prioridad y consenso que requiere de un ambiente sano, conservación de un entorno de recursos naturales y energías limpias que encaucen el desarrollo sostenible y redefinan el concepto e identidad de la sociedad capitalina. Más que un trampolín político, para aspirar a la Presidencia de la República, la Alcaldía de Bogotá debe constituirse en un escenario de obras y acciones que determine la idoneidad política, económica y social de Claudia López como mandataria.

El músculo ejecutivo de un caudillo no se mide desde los micrófonos de los medios, y su crítica ensañada contra el dignatario de turno, sino desde su capacidad de acción y reacción al frente de una administración tan compleja como la capitalina. Por lo pronto son más las ilusiones que se tenían que la realidad de la burgomaestre capitalina, por el bien de los bogotanos solo resta esperar que pueda asimilar el cargo y recomponer el camino para la transformación que tanto anhela y requiere Bogotá.

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