Específicamente, se refiere a la iniciativa del congresista uribista Edward Rodríguez, que “busca restringir los temas que pueda abordar un docente universitario”, y que García califica en su columna de “peligrosa”.

La columnista exalta la actitud de la Universidad de Los Andes de respaldar al profesor Sergio Lizarazo, que invitó a su clase de Ciencia Política a la senadora Sandino. Para García, “la buena voluntad y respeto de Los Andes frente a esta decisión del profesor” […] van en línea con el respaldo de esa institución a la libertad de cátedra y con a “la necesidad de reconstruir nuestro país, tras más de cinco décadas de enfrentamientos con las extintas Farc”.

“Es buena señal esta iniciativa de Lizarazo, pues debemos desarmar nuestras mentes y cesar la agresividad contra individuos que se sometieron a un proceso de paz”, escribe García. “Este esfuerzo por abrir las mentes de las generaciones que hoy se forman en las universidades es clave porque son ellos quienes decidirán mantener —o destrozar— esta frágil paz”.

El artículo continúa abajo

Por eso, advierte que si se perdiera la posibilidad de debatir en total libertad en las universidades, “millones de jóvenes saldrían de las aulas sin las herramientas para cuestionar su realidad y asimilarían las mentiras que se acumulan en algunos medios online y en las redes sociales”.

Cristina de la Torre, por su parte, califica en El Espectador la iniciativa del congresista Rodríguez de “sicopatía” que quiere “salvar a la juventud de la aventura de pensar por neurona propia” y “sacrifica su derecho a la educación: a explorar, a razonar, a comparar, a imaginar, a criticar, a hablar de política”.

Para ella, el proyecto de Rodríguez es para un “Estado confesional”, porque “constriñe la libertad y es idéntico al del filofascista Bolsonaro, cuyo ministro de Educación suspira por preservar con él la familia, la religión, la ciudadanía, el patriotismo”.

Pero De la Torre va más allá e inscribe este intento de Rodríguez en una estrategia más amplia del gobierno, incluso del uribismo, “para llevar el pensamiento libre al paredón”, y que “apunta contra la libertad de prensa, […] contra la libertad de cátedra y la pluralidad de miras en historia, en memoria, en sociedad”.

En este sentido, se refiere a los seis primeros meses del gobierno de Duque, en los que, según esta columnista, “se ha tejido […] un dechado de esperpentos. Mientras se amenaza a periodistas independientes, se quiere estrangular a Noticias Uno y se lanza proyecto de vigilancia oficial y censura de prensa […]. Para embolatar las memorias de la guerra, se nombra director de la entidad encargada a un amigo de responsables del horror que necesitan escurrírsele a la verdad y a la justicia. Ahora se escribirá una historia oficial contra el terrorismo, látigo de la democracia ejemplar que aquellos representan”.