La ruptura o socavación de jarrilones ha sido unas principales causas de inundación de viviendas y predios en varios municipios de Cundinamarca. Mientras la CAR avanza en las adecuaciones hidráulicas del Río Bogotá, son varias las críticas a este modelo de intervención.

Una semana después de la alerta roja que emitió el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), por el aumento del caudal en sus cuencas baja y media, producto de las fuertes lluvias, los niveles del Río Bogotá empiezan a descender. Aunque la noticia es buena, no cesa la preocupación alrededor del afluente, que recorre 375 kilómetros (desde páramo de Guacheneque hasta desembocar en la cuenca del río Magdalena). La mira está puesta sobre los jarillones.

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Cada que se prolonga una temporada invernal, quedan en riesgo a varios municipios de Cundinamarca. Ya se vivió en 2011, cuando se registró una grave inundación en la Universidad de la Sabana, tras el colapso de un jarillón en el costado occidental (se inundaron 100 hectáreas del campus). En esta oportunidad, aunque en menor medida, la fuerza del río de nuevo se hizo sentir. Primero, en el municipio de Nemocón (en el centro de Cundinamarca), donde un jarrillón se rompió, y luego en el municipio de Tocaima, en donde más de 40 familias resultaron afectadas, por la socavación de uno de esos muros de contención.

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Los recientes episodios y las noticias sobre la prolongación de la temporada de lluvias obligaron a realizar una revisión exhaustiva de la ronda del río. “Los equipos técnicos de la gobernación, la Corporación Autónoma Regional (CAR) y los municipios ejecutaron un recorrido por toda la cuenca media, para saber dónde debemos hacer intervenciones de reforzamiento. Es importante reconocer y resaltar el trabajo de adecuación hidráulica del río que han venido ejecutando”, dijo Nicolás García, gobernador de Cundinamarca, tras una jornada de verificación al Río Bogotá.

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De esta manera, durante las inspecciones, los jarillones han estado en la mira las autoridades regionales, en particular en las cuencas media y baja, don están los municipios en mayor riesgo. Estas adecuaciones, cuyas funciones son la prevención de inundaciones y el mantenimiento de los niveles de los canales (entre otras), buscan aumentar la capacidad hidráulica del Río Bogotá (que pueda evacuar más agua), la cual se ha visto diezmada por años de intervenciones humanas.

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Así lo asegura la CAR: “Tras las intervenciones hidráulicas (rectificaciones) realizadas en la década de los años ochenta, áreas que hacían parte del cauce natural del río fueron separadas, con el objetivo de darle mayor velocidad al afluente. Como consecuencia de dicha intervención, se generó una desconexión total entre las áreas multifuncionales y el cauce del río Bogotá, lo que a la postre causó un incremento en el riesgo de inundación en las áreas aledañas al río, por la pérdida de dichos espacios naturales”, asegura la entidad.

De esta manera, aunque las adecuaciones hidráulicas han sido la base para intentar mejorar las condiciones en un territorio cada vez más vulnerable al cambio climático y a olas invernales más intensas, en este punto vale la pena preguntarse, ¿cuánto se ha invertido en su mantenimiento?, ¿realmente son una solución a largo plazo?, y ¿qué viene para la compleja realidad del Río Bogotá?

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Los costos de “canalización” del río

En 2021, la CAR invirtió cerca de $41 mil millones en la regulación hídrica de los ríos de 98 municipios del de Cundinamarca, 6 municipios de Boyacá y del área rural del Distrito Capital. Entre estos está el manejo del Río Bogotá y el mantenimiento de las obras de adecuación.

Entre estos gastos está el mantenimiento de los jarillones, los costos de la maquinaria, la adecuación de espacios, el retiro de sedimentos, entre otros componentes. En ese sentido, en el último año el cauce fue ampliado a lo largo de 111 kilómetros, con la instalación de zonas inundable y tuberías y bombas de desagües. Sin embargo, estas intervenciones, que se vienen realizando hace décadas, han sido vistas con perspicacia por ambientalistas e incluso por el Ministerio de Ambiente, que el año pasado pidió a la CAR informes técnicos sobre esta actividad en las tres cuencas del río, por su posible impacto ambiental y factibilidad.

“Muchos propietarios de terrenos rurales vieron con buenos ojos que se estuvieran habilitando sus tierras para la urbanización. Algunos invasores, como la Universidad de la Sabana y condominios cercanos, presionaron por las obras para rentabilizar su inversión. Ampliando la adecuación hidráulica a toda la cuenca, la CAR ha promovido y sigue promoviendo la expansión de la urbanización a la sabana de Bogotá”, manifestó Juan Pablo Soto en una columna escrita para este diario.

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Las críticas del modelo

“Construir jarillones para mitigar la afectación por inundaciones en temporadas extremas de invierno puede ser una solución temporal, más no permanente”, asegura el ingeniero civil John Freddy Cruz en estudio publicado en 2017. En ese sentido, el estudio indica que estas intervenciones no son una solución de fondo debido a que, por la naturaleza de los ríos, estos tienden a recuperar su cauce original, lo que culmina en la inundación de zonas donde puede haber asentamientos que parecen a salvo.

Otros estudios señalan que estas adecuaciones no son efectivas para el mejoramiento de la calidad del agua. De ahí que, se han registrado segmentos del Río Bogotá, en donde ha aumentado la concentración de materiales contaminantes tras su implementación. En ese sentido, en países europeos se ha desistido en la intervención de las fuentes hídricas donde se han reconectado “madres viejas” de los ríos, y se han inundado zonas para el beneficio de la biodiversidad. ¿Valdrá la pena pensar algo así en la capital?

El futuro de las adecuaciones del Río Bogotá

Recientemente, la CAR adjudicó un contrato por $34 mil millones para la ejecución de un proyecto que plantea realizar una intervención de cuatro 4 áreas multifuncionales en Soacha y Bogotá. Cabe señalar que el proyecto plantea nuevas alternativas para la intervención del río con un mayor componente de recuperación y restauración ambiental. Sin embargo, aún incluye importantes intervenciones de ingeniería de los cauces, por lo que el debate alrededor de los jarillones como solución para contener la amenaza de inundaciones, sigue abierto.

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Por su parte, la intervención en la cuenca alta del Río Bogotá avanza lentamente, con la conformación de mesas interinstitucionales, para asegurar su factibilidad, aunque aún es rechazado por ambientalistas del sector que se oponen al proyecto. Por el momento, continúa la discusión sobre las adecuaciones hidráulicas de uno de los afluentes más relevantes del país. Lo que es claro, es que con el aumento de la variabilidad climática a causa del cambio climático, las instituciones a cargo del río deberán trabajar con mayor celeridad en encontrar soluciones efectivas y amables con el medio ambiente, para evitar futuras tragedias.

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