
El reciente secuestro del menor Lyan José Hortúa Bonilla, ocurrido el pasado 3 de mayo en Jamundí (Valle del Cauca), ha causado conmoción en todo el país, no solo por el drama vivido por la familia del niño, sino también por las complejas implicaciones criminales que lo rodean.
Según revelaciones de la revista Semana, el rapto no habría tenido fines extorsivos comunes, sino que estaría vinculado a una deuda multimillonaria con el capo del narcotráfico Diego Rastrojo.
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De acuerdo con información obtenida por el medio citado a través de fuentes oficiales y de derechos humanos, el menor fue secuestrado por error. El objetivo inicial de los criminales era capturar a su padrastro o a su madre, Angie Bonilla, pero al no encontrarlos, optaron por llevarse al niño.
La investigación sugiere que las disidencias de las Farc habrían actuado por encargo de Diego Rastrojo, quien estaría exigiendo el pago de una deuda cercana a los 37 mil millones de pesos. La cifra correspondería, según Semana, a bienes y dineros que supuestamente estaban bajo custodia de Angie Bonilla, quien habría sido testaferra tanto del capo como de su expareja sentimental y padre de Lyan, alias ‘Mascota’, asesinado en 2013.
Durante los días del secuestro, se habrían dado conversaciones entre la familia del menor y estructuras criminales, con participación indirecta de otros capos del narcotráfico, quienes pidieron que se respetara la vida del niño, pero se mantuvieron al margen de la disputa financiera.
Según denunció la familia a Semana, finalmente se vieron forzados a pagar una parte de la deuda, al no recibir apoyo suficiente por parte del Estado.
“Pagamos el rescate porque no hubo otra salida. Nos dejaron endeudados”, aseguró Sebastián Bonilla, tío del niño en La FM.
Aunque evitó dar detalles del monto por seguridad, las autoridades han establecido que el primer pago rondó los cuatro mil millones de pesos, entregados en efectivo en la zona urbana de Jamundí el 21 de mayo.
Este dinero habría sido recogido por un emisario de la disidencia Jaime Martínez, y luego contabilizado en el corregimiento de Ampudia antes de liberar al menor. Previamente, hubo un intento fallido de canje en una zona rural que la familia se negó a realizar por seguridad.
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El caso sigue generando múltiples cuestionamientos a las autoridades. Los familiares señalan que, pese a los niveles de seguridad del conjunto residencial y la gravedad del hecho, no recibieron apoyo inmediato de la Policía ni del Ejército. Además, se ha criticado la falta de operativos y la aparente pasividad de organismos que conocían la gravedad de la situación desde el principio.
El secuestro de Lyan Hortúa expone la peligrosa relación entre deudas del narcotráfico, estructuras armadas ilegales y el vacío estatal en zonas estratégicas del país. Mientras el niño ya está de regreso con su familia, el trasfondo de su cautiverio sigue revelando una red de alianzas criminales que el Estado aún no ha logrado desmontar.
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¿Cómo está Lyan Hortúa luego de ser liberado?
Según lo que se conoce, el menor fue remitido a la clínica Fundación Valle de Lili en Cali, donde se va a monitorear su estado. El niño se encuentra estable y, por el momento, no se le ha visto ninguna afectación de gravedad.
Además, el menor será atendido por especialistas para verificar las secuelas psicológicas que le pudo haber ocasionado el cautiverio, mientras que el ICBF estará al tanto para el restablecimiento de derechos del pequeño.
En las primeras imágenes de Lyan, luego de lo sucedido, se le ve en buen estado anímico. En la foto, que fue la primera prueba de su libertad, el niño se mostró sonriente y feliz de regresar a casa, pues estuvo días amarrado y en pésimas condiciones.
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