“Este premio es para la mujer campesina”, dijo Edilia Mendoza Roa el 19 de octubre pasado al recibir el reconocimiento a “Toda una vida de lucha” del Premio Nacional de Derechos Humanos. “Cuando me dicen que algo no es posible yo me empecino en lo imposible […] es muy importante construir derecho agrario y en Colombia y vale la pena vivir para servirle a los Derechos Humanos”, señaló.

Edilia falleció este fin de semana como consecuencia de un cáncer con el que lidiaba desde la pandemia.

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El premio a “Toda una vida” reconoció los más de 30 años que la defensora, oriunda de Los Santos (Santander), había dedicado a la defensa de los derechos agrarios y del territorio con afros, indígenas y campesinos. Todo esto de la mano de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc), organización que presidió.

Tras la entrega del premio, la columnista Beatriz Vanegas reseñó su vida: “Edilia Mendoza Roa tuvo once hermanos, como quien dice, un familión campesino. La madre, lectora y solidaria (la solidaridad era-es un requisito para la subsistencia en el campo) la envío a estudiar a Barrancabermeja, en el Magdalena Medio santandereano. Eran los años ochenta. Allí desde su rol como estudiante entendió que era una necesidad la organización, entonces hizo parte de Línea Sincelejo de la ANUC (la otra era la Línea Armenia). Para esas épocas la Línea Sincelejo era considerada la más rebelde. Los cientos de campesinos empezaban a hablar de autonomía y esto implicaba desprenderse del gobierno, de las ONG y de toda influencia que quisiera cooptar sus verdaderos pliegos de peticiones. Ante esta posición el gobierno central no los reconoció, pero sí inició la estigmatización y persecución de la ANUC al punto de ser considerados un brazo político de las nacientes guerrillas. (…)”.

Durante 30 años de trabajo por los derechos humanos, Edilia apoyó a colectivos de pescadores, mineros y artesanos. Su trabajo tuvo reconocimiento, además de premios, con su participación en la promulgación de leyes como la Ley 160 de 1994, de reforma agraria; la Ley 731 de 2002, sobre la mujer rural, y la Ley 2071 de 2020, de alivios financieros para productores agropecuarios, pequeros y forestales.

Pero en esa trayectoria también padeció varias tragedias. Siendo muy joven, durante una de sus primeras movilizaciones en 1983, perdió una pierna tras ser agredida por un policía. Y con la Línea Sincelejo, Edilia recorrió pueblos del Magdalena Medio, Sucre, Magdalena, sur de Antioquia y Córdoba. En ellos padeció la arremetida paramilitar contra sus luchas, por las que cientos de compañeros fueron asesinados y desaparecidos.

Dice Beatriz Vanegas: “En los años ochenta, tuvo que resistir con dolor ante el asesinato del líder sindical Manuel Gustavo Chacón, entre tantos otros compañeros. Tuvo además que sobrevivir a la nefasta aparición del mercenario israelí Yair Klain en los predios de Barrancabermeja quien arribó al país a entrenar a los primeros grupos paramilitares para la tortura y muerte de los ‘enemigos del orden’”.

Edilia conservó hasta los últimos días ese ánimo del tiempo de luchas con la Anuc para conseguir luz eléctrica, acueductos y mejoramiento de hospitales en territorios abandonados. Amigos cercanos recuerdan que siempre estaba al teléfono ayudando a resolver casos de personas de la ruralidad a quienes se les negaba atención en salud, educación, justicia, o estaban bajo amenaza. Además de su trabajo de incidencia política, recibía en la casa de la Anuc a mujeres de diversos lugares que llegaban a Bogotá cuando necesitaban hacer trámites, muchas de ellas enfermas. Edilia era guía y protectora.