La persecución que emprendieron las autoridades, luego de que Escobar y sus hombres huyeran de la cárcel de La Catedral, terminó la tarde de ese miércoles en inmediaciones del estadio Atanasio Girardot.

Ese día, según relata el libro autobiográfico de Victoria Eugenia Henao, viuda del extinto capo, citado por Semana a propósito de los 25 años de la muerte del jefe del cartel de Medellín, Escobar llamó más de 4 veces a una habitación del hotel Tequendama, en Bogotá, para hablar con su familia.

Lo hizo, pese a las advertencias de su hijo Juan Pablo, de no hacerlo porque seguro la Policía podía estar rastreando las llamadas.

“-¡Cuelguen!, ¡cuelguen ya, que lo van a matar! ¡Cuélguenle! ¡Pídanle por favor que no nos llame más, que estamos bien! Que no se preocupe. ¡Cuelguen ya!”, suplicó Juan Pablo a su madre y a su hermana Manuela, según la narración del libro.

Pablo Escobar estaba al teléfono tratando de responder a un cuestionario enviado por un periodista de la revista Semana y al sentir movimientos extraños en el exterior de la casa, solo atinó a decir a su hijo Juan Pablo:

“-Enseguida lo llamo”.

El Bloque de Búsqueda tenía rodeado al capo en una casa “marcada con el número 45D -94, sobre la carrera 79, en el barrio Los Olivos”, recuerda Semana y solo hasta cuando Escobar se sintió cercado, trató de huir por el tejado de la edificación de dos pisos en la que se encontraba con un escolta, pero fue abatido a tiros por comandos especiales.

-¿Que mataron a mi papá? ¡No puede ser!-”, gritó el hijo mayor del capo sin saberse a quién se lo decía (la narración no es clara en ese punto) y ahí fue cuando el pánico los embargó. Una llamada les confirmó la noticia.

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Corté la llamada –dijo la viuda, que hablaba con una de sus hermanas–, salí corriendo a buscar a Juan Pablo y observé que en ese momento Manuela se bañaba en la lucha y cantaba una de sus canciones preferidas. Mi hermana llamó nuevamente y confirmó que en efecto Pablo estaba muerto y agregó que en los alrededores del sitio donde estaba oculto se escuchaba el ruido de varios helicópteros. Quería morirme. Lloré inconsolable. El desenlace que tanto temíamos había llegado”, narró Victoria Henao en el libro, editado por Planeta.