A propósito de la explosión dentro de una mina de carbón en Boyacá el sábado pasado, que dejó un saldo trágico de 15 mineros muertos, se ha vuelto a abrir el debate sobre esa actividad. En algunos casos, no se ejecuta con todas las condiciones establecidas por la normatividad, pero hay casos que se pueden mostrar por sus buenas prácticas.

Adriano Acosta Torres tiene 43 años, de los cuales lleva 27 trabajando en minería de carbón. Cuenta que en ese tiempo no había los controles de seguridad que existen hoy en día y por eso empezó cuando era menor de edad. “Seguimos en esta profesión porque ya tenemos la experiencia y las condiciones son cada vez más responsables”, recalca el trabajador.

Para Acosta Torres, esta actividad le ha permitido lograr varios sueños, como tener su casa propia y una familia: un hogar con tres hijos; mellizos de 11 años y una niña de 17. “Gracias a la minería he conseguido todo y mi familia se siente orgullosa de lo que hago”, dice.

Él hace parte de los 80 trabajadores de la mina Alejandría, ubicada en la vereda El Chorrillo, en límites entre los municipios de Cogua y Tausa (Boyacá), una de las explotaciones de carbón más tecnificadas de la región.

Esta mina cuenta con dos turnos: uno de operación y otro para mantenimiento. “Estamos trabajando con un primer turno de producción (de 6 de la mañana a 2 de la tarde) y un segundo para mantenimiento de la mina. Producimos, en promedio, 3.500 toneladas mensuales con solo ese turno de trabajo”, cuenta el ingeniero de minas Carlos Fernando Silva, jefe de operación.

Nicacio Arévalo hace parte del primer turno, que concentra el mayor número de trabajadores -entre la operación y el apoyo-. Lleva nueve de sus 29 años en esta labor y, al igual que muchos de sus compañeros, se siente cómodo en esta profesión. “Me siento muy satisfecho. La minería es una forma de trabajo agradable y aquí se nota que lo importante no es solo es extraer el carbón, sino hacerlo bien, y cómo se logra que nosotros estemos bien”, señala el joven empleado.

Para Arévalo, su experiencia como minero no le permite entender este oficio como ilegal, ya que solo ha trabajo en minas “con estándares de seguridad y responsabilidad altos”.

Antes de cada turno, el personal recibe una charla de seguridad, realizan ejercicios de calentamiento previo y las respectivas indicaciones para su trabajo, que, con el paso de los días, se vuelve una rutina que no puede faltar.

Portar los implementos de seguridad es una regla innegociable en esta profesión. Botas, casco, mascarilla con respirador, overol con reflectivos y guantes, son parte de los elementos básicos. “Ya dependiendo del cargo, se habla de elementos más específicos. Por ejemplo: las gafas para el picador o los protectores auditivos para el personal expuesto ruidos intensos”, explica Silva.

También propicia la superación personal

Para el jefe de operación de Alejandría, la minería ha alcanzado niveles de desarrollo y sofisticación muy altos y el minero un crecimiento profesional; y cita su experiencia personal.

“Le debo mi vida a la minería porque ha sido la escalera para poder surgir. Yo empecé como técnico de minas del Sena, hice la práctica, trabajé y tuve la oportunidad de graduarme en ingeniería y ahora estoy terminando una especialización en Gestión de Operaciones Mineras con la Cámara Minera del Perú. Esto es el fiel testimonio que se puede avanzar”, señala Silva.

Pero no fue la única historia que conocimos. Como bendita entre los hombres encontramos a Camila Díaz, quien, con apenas 19 años de edad, está a dos meses de completar su primer año en esta profesión.

Aunque no desempeña una actividad ruda, su papel es de vital importancia. Como tecnóloga en electricidad industrial del Sena, su responsabilidad recae en el mantenimiento y monitoreo de los flujos eléctricos de la mina, y dice sentirse como pez en el agua, porque, de acuerdo con ella, se siente cómoda y respaldada. “No llevo mucho, pero desde pequeña quise hacer esto y me seguiré preparando para aprender cada vez más”, recalca.

Al preguntarle sobre cómo es trabajar en un oficio en donde la mayoría son hombres, la joven tecnóloga no duda en responder que la época en donde se etiquetaba a la minería a un solo género ya pasó. “Cada vez más vemos mujeres en procesos operativos y técnicos, así que no puede ser una actividad excluyente”, apunta Camila.

Y sí, aunque en Alejandría la mayoría de su personal son hombres, Camila no es la única mujer. Cerca del 8 por ciento de los trabajadores son mujeres.

“La minería es una de las actividades económicas que mayor desarrollo le trae a la región y vemos varios mitos entorno a ella. Las minas que trabajan de manera ilegal, dañando el medio ambiente y poniendo en peligro a sus trabajadores, no se le puede llamar minería”, concluye Silva.