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Este artículo fue curado por Sarah Gutierrez   Jul 21, 2025 - 12:41 pm
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Una noche de horror se vivió en Medellín el sábado 23 de junio de 1990 y marcó a toda una generación. Al menos 15 hombres con pasamontañas y armados con fusiles llegaron a Oporto, un bar de moda frecuentado por jóvenes universitarios y de las familias más reconocidas de la ciudad, y cometieron una masacre. ‘Los Informantes’ habló con Camilo Jaramillo, uno de los tres únicos sobrevivientes de este fatídico hecho.

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Los sujetos que irrumpieron en el lugar separaron a los hombres de las mujeres y masacraron 25 personas indefensas: “Nos hicieron (tirar) en el piso y alguien gritó ‘bueno, disparen o maten a esos hijuetantas’ y empezaron a disparar y disparar”, así recuerda aún hoy Camilo Jaramillo el terror vivido en el bar Oporto.

Así fue la masacre del bar Oporto

Hace 35 años, una salida con amigos justo el mismo día en el que la selección Colombia perdió un partido definitivo en el Mundial de Italia 90, le cambió la vida a Camilo Andrés Jaramillo. Él sobrevivió, pero sus acompañantes no corrieron con la misma suerte. De hecho, a uno de ellos lo alcanzó a tocar y él le respondió “no me toques que me duele mucho”, eso – cuenta – “fue lo último que hablamos”.

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Los presentes en el bar Oporto pensaron que iban a secuestrar a alguien. El lugar era frecuentado por jóvenes de universidades prestigiosas de Medellín y la violencia e inseguridad estaba disparada en Colombia. En esa época, las bombas explotaban y unos meses antes Luis Carlos Galán había sido asesinado. El narcotráfico crecía y la guerra entre el cartel de Medellín y el de Cali arreciaba.

“Sentimos una mano de disparos afuera (…) nos tiramos al fondo del local, que Juan Diego (el hijo del dueño) nos dijo ‘por aquí’, por la parte de atrás que había como un cuartico y por ese cuartico, donde guardaban las gaseosas, las cervezas y el trago, había una calle que daba a la parte posterior de la de la taberna, pero cuando se logró abrir la puerta había ya un tipo al otro lado con un arma”, estos son los recuerdos que Camilo Jaramillo tiene aún, como si todo hubiera pasado ayer, de los momentos de pánico que vivieron esa noche de 1990. Cuando los sacaron del lugar, cuenta, vio un grupo de al menos 15 personas vestidas con pasamontañas y botas militares, armados con pistolas y mini uzis. Uno de ellos tenía una ruana y les daba órdenes que seguían con precisión. No buscaban a nadie en particular.

Esa noche, tendido boca abajo en el suelo del parqueadero de la discoteca ubicada a las afueras de Medellín, la vida para el entonces estudiante de Administración de Empresas de 21 años pasaba en cámara lenta: pese a que era ráfagas de fusil, “entre un disparo y el siguiente yo sentía como si pasara una hora, yo pensaba como ‘estoy vivo, ese no fue’”.

En medio del terror, las balas zumbaban en sus oídos hasta que poco a poco los gritos se fueron desvaneciendo. Tenía 9 tiros en el cuerpo, pero se quedó quieto, desangrándose, hasta estar seguro de que los asesinos se habían ido.

Sin pensarlo, la vida le dio una segunda oportunidad, Camilo Jaramillo se levantó, literalmente, de entre los muertos, y se convirtió en uno de los tres sobrevivientes de la masacre en el bar Oporto: “Yo me hice el muerto, yo tenía la cara llena de sangre de los que mataron al lado”.

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Lo que vino después de la masacre

Camilo Jaramillo tuvo mucha suerte, pues ningún disparo afectó órganos vitales. Hoy, aún conserva una bala que le pasó a pocos centímetros de su columna vertebral y fue retirada tiempo después por los médicos. “Yo a ratos digo que yo los perdono y prefiero como que me dé tranquilidad eso, pero al mismo tiempo digo ‘es que bueno, yo me salvé, pero ¿cuántos de mis amigos se murieron?, ¿cuánto sufrimiento generó eso porque unos tipos les dio la gana de ir y matar al que fuera?’”, cuestiona.

Su recuperación es sorprendente, sin secuelas graves ni estrés postraumático, es capaz incluso de recordar anécdotas de ese, el peor momento de su vida. “Yo creo que la muerte, si la toma uno en serio, le da mucho sentido a la vida, porque les pone un límite a las cosas. Me da un espacio de tiempo para lograr hacer familia, para lograr hacer un trabajo relevante, para lograr tener buena relación con alguien, porque me dice ‘simplemente, recuerde que su tiempo en la tierra es finito’, enfatiza.

A este sobreviviente de la masacre del bar Oporto, lo sucedido le cambió la vida. Aunque empezó a estudiar diseño gráfico, el trabajo que consiguió para sostenerse mientras iba a la universidad le ayudó a encontrar su verdadera vocación. Se apasionó tanto en sus labores en una funeraria que, después de graduarse como diseñador, decidió viajar a Estados Unidos para especializarse en embalsamar cuerpos. Estudió 3 años en Nueva York, Licenciatura en Ciencias Funerarias.

Para su familia fue difícil aceptar el nuevo rumbo que tomó, algunos creyeron incluso que todo eso se debía a un trauma luego de lo sucedido en el bar Oporto, pero él es claro en señalar que “yo no trabajo con muertos, yo trabajo con los vivos, yo trabajo con las familias, yo trabajo con la gente. Hago labores de preservación de las personas sin vida para presentarlos, pero todo mi trabajo se centra en los vivos”.

Trabajando en la funeraria, Camilo Jaramillo conoció a su esposa, ella también es técnica en tanatopraxia. Su hijo tiene 9 años y sueña con ser futbolista.

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¿Quién ordenó la masacre en el bar Oporto?

La investigación por la masacre de Oporto prescribió. Aunque extraoficialmente culparon a Pablo Escobar como el autor intelectual, versiones recientes señalarían a miembros del Bloque de Búsqueda de la Policía Nacional como presuntos perpetradores. En el lugar donde todo ocurrió, hoy no hay siquiera una placa en memoria de las víctimas.

Entre tantas versiones, nadie sabe la verdad. Lo único cierto es que hoy, 35 años después de la masacre, la justicia colombiana no ha operado y el crimen, como tantos otros en el país, sigue en la impunidad.

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