Cuando Marcela, nombre con el que El Tiempo identifica a la mamá pese a que no es el verdadero, vio que su hijo le decía mentiras sobre su trabajo, y las personas a las que frecuentaba, decidió contratar investigadores privados que siguieron a su hijo, de 25 años y que recientemente había llegado de Londres, Inglaterra.

Tres días después de que los detectives siguieran a Kevin, nombre que el diario le puso al joven, estos se reunieron con la mamá y le contaron que su hijo sí consumía marihuana, pero no era adicto, pero que lo peor era que él era un “distribuidor de droga”.

“¿Mi hijo es un jíbaro? ¡No puede ser! Pero ¿cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?”, dijo, según el periódico, y luego entró en shock.

Los investigadores le hablaron a Marcela, relata el medio, de una posible ‘intervención’ para que Kevin aceptara tomar un tratamiento psicológico, haciéndole confesar que sí era un jíbaro. La mujer aceptó el plan, que consistía en que ellos  iban a intimidar al joven para que revelara dónde estaba la droga. Así lo hicieron.

Marcela le dijo a El Tiempo que el día de la ‘intervención’ dos hombres golpearon la puerta de su casa a la 1:00 de la mañana, y cuando abrieron, empezaron a gritar: “¿Dónde está Kevin? ¿Dónde está? ¡Díganos! ¡Díganos! Sabemos que acá vive, ¡no lo oculten!”.

Luego, los hombres entraron a la habitación del joven, lo amenazaron con una supuesta arma, lo golpearon, le revolcaron sus cosas y lo tiraron al suelo.

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Los padres de Kevin, ciñéndose al libreto, le preguntaron a su hijo que qué había hecho, y los supuestos agresores les respondieron que él era un traficante de droga. Posteriormente, les pidieron 50 millones de pesos, como parte de la actuación, para dejar en paz a su hijo.

Finalmente, los papás del joven simularon que metieron un dinero en un bolso, se lo dieron a los supuestos intrusos y estos le advirtieron a Kevin que no lo querían volver a ver vendiendo droga en Chapinero, Teusaquillo ni el centro, de lo contrario iban a matar a su familia.

El susto fue tanto, dijo Marcela a El Tiempo, que Kevin se orinó y les juró que no iba a volver a ese negocio.

Días después de esta puesta en escena, el joven ingresó a un tratamiento psicológico. La familia tuvo que mudarse y cambiar a su otra hija de colegio. Ahora, aseguró la madre al periódico, él es un “hombre de bien”.