La Laguna de Fúquene es un sitio AICAS, es decir, de importancia para la conservación de las aves. Es por eso que académicos de varias universidades del país vigilan el llamado Complejo lagunar de Fúquene, Cucunubá y Palacio.

Este lugar, que en los últimos dos siglos ha sufrido una desecación producto de la arborización invasora y la mala intención de terratenientes, es el hábitat de miles de especies únicas que transitan por la sabana cundiboyacense.

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La Laguna de Fúquene es el hogar de 125 especies de aves, entre las cuales hay 41 migratorias, razón que motivó a estudiantes de la Universidad de los Andes a seguirle el rastro a algunas de ellas: estacionales y permanentes.

 Los alumnos, quienes mediante exploración arquitectónica y paisajística buscan recuperar el hábitat en la hoy seca Laguna de Palacio, ubicada en el municipio de Sutatausa, como en la acabada Laguna de Fúquene.

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Inicialmente, el proyecto buscó tomar la Laguna de Palacio, la más pequeña y afectada del complejo, para restaurar el espacio de estas aves, que son endémicas y necesitan la recuperación de su ecosistema.

El proyecto no solo buscó la restauración natural sino la implantación de elementos que ayuden al ser humano a valorar más el espacio y los seres que lo habitan. También contó con una investigación profunda de las aves que llegan a este lugar a recuperarse de su migración (alimentarse y a anidar).

Los investigadores encontraron cuatro frentes del manejo de recuperación de la Laguna de Palacio:

  1. Corresponde a su adecuación hídrica.
  2. Tiene relación con la adecuación vegetal.
  3. Muestra el trazado del sendero propuesto.
  4. La diferencia de los manejos de coberturas naturales y artificiales.
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No se conoce el resultado de este importante trabajo, pero si se puede concluir que el Complejo Lagunar de Fúquene, Cucunubá y Palacio sigue siendo del agrado de 125 especies, que, a pesar de la mano destructiva del hombre, se resisten a abandonar un espacio que por derecho les pertenece desde hace más de cinco siglos.

‘Rallus semiplumbeus’, ‘Porphyriops melanops’, ‘Cistothorus apolinari’, ‘Chrysomus icterocephalus’ son los nombres científicos de algunas aves que llegan a admirar lo que queda de su hábitat.