Unos 20 jóvenes afrocolombianos vestidos de negro se plantaron el viernes 11 de noviembre frente a 600 personas en el polideportivo de la Universidad Tecnológica del Chocó, en Quibdó. En el público había senadores, altos funcionarios del gobierno nacional, un gobernador, varios alcaldes y decenas de líderes sociales. Todos los ojos estaban sobre ellos. De fondo, se escuchaba el ruido de las balas y voces que enunciaban una serie de preguntas y respuestas: ¿Quiénes son los muertos? Nosotros. ¿Quién carga a nuestros muertos? Nosotros. ¿Quiénes eran nuestros muertos? Jóvenes como nosotros.

El mensaje que dieron los integrantes de los grupos juveniles Jóvenes Creadores del Chocó, BlackBoys, Explosión Dance y Exotic Crew, a través del acto artístico durante el segundo Diálogo Vinculante organizado por el gobierno nacional en Quibdó, es el que han intentado dar varios líderes juveniles chocoanos durante los últimos años: hay que parar la guerra a través de oportunidades de empleo y emprendimiento, educación, cultura y deporte.

(Vea también: Alcaldía de municipio chocoano arregló alumbrado público tras 3 años de calles oscuras)

En los últimos tres años los asesinatos en el Chocó han aumentado gradualmente. Según el Sistema de Información Estadístico, Delincuencial, Contravencional y Operativo de la Policía Nacional, en 2020 se registraron 275 muertos por homicidios en el departamento. En 2021, fueron 292 y este año, hasta el 31 de octubre, ya iban 245. La mayoría de las víctimas han sido jóvenes. Para octubre del año pasado las organizaciones juveniles calculaban que unos 585 menores de 30 años habían sido asesinados en los últimos seis años. Los rostros de muchos aparecieron en la “galería de los sueños apagados”, un acto público que se realizó en Quibdó en homenaje a sus muertos el 29 de octubre de 2021.

“La población juvenil del departamento del Chocó, especialmente de Quibdó, atraviesa un escenario de muerte inevitable. Hemos estado diciendo que no es casual, que es sistemático, que hay ensañamiento y que también hace parte del racismo estructural”, dice Katherin Gil, directora general de la Corporación Jóvenes Creadores del Chocó, un grupo juvenil que lleva 14 años brindando espacios seguros para adolescentes y jóvenes a través de prácticas artísticas como la danza y el teatro. Para Gil, abogada y artista dedicada al teatro y a la danza, los conflictos entre bandas delincuenciales y entre otros actores armados presentes en el territorio ponen en peligro a adolescentes, jóvenes e incluso a niños. “Son víctimas, pero también victimarios. Insistimos en que la expectativa de vida de un joven de Quibdó no puede ser de 18 años”, agrega. Y sentencia: “En Quibdó está asegurada la cárcel o el cementerio para los jóvenes porque no hay oportunidades para vivir”.

Las claves para salir de la violencia

Los jóvenes del Chocó necesitan empleo, y lo piden al menos desde tres frentes: las empresas, el campo y, por último, los emprendimientos. Para fomentar la contratación en las empresas, piden implementar la ley del primer empleo para jóvenes, teniendo en cuenta que muchos no pueden acceder a un trabajo porque no tienen experiencia laboral.

(Lea también: ¿Por qué aún no terminan la Casa de la Mujer de Tadó, Chocó? Demoras preocupan)

Algunos abogan por su derecho a permanecer en el campo. Por ejemplo, Luis Ferney Rentería Dávila, un joven de 24 años que vive con ganas de volver a trabajar el campo y buscar nuevas oportunidades para su familia en la vereda Guaduas, en El Carmen de Atrato, insiste en la necesidad de fomentar los trabajos relacionados a la agricultura. Sin embargo, el panorama no se ve sencillo. “Los jóvenes en las veredas tenemos pocas oportunidades de emprendimiento para poder tener un mejor desarrollo para nuestro futuro”, cuestiona Rentería. 

Algunos jóvenes intentan hacerse su propio trabajo a través de emprendimientos. Sin embargo, mantener a flote un negocio es difícil porque no tienen buena educación financiera, los bancos no les prestan dinero ni les llega información sobre cómo acceder a ayudas estatales. Por esto, una de las propuestas fue flexibilizar el Fondo Emprender para que los jóvenes puedan acceder a estos estímulos. “Debemos poder crear empresas que permitan empujar y jalonar el desarrollo comunitario”, recalca Katherin Gil.

Los jóvenes son conscientes de que el empleo no se puede promover como una isla, sino que se necesita llevarlo de la mano de la educación y la conectividad. Sofía Idárraga, consejera de Juventud de Tadó, lo explica claramente:“Nosotros pedimos educación de calidad, gratuita y con permanencia, infraestructura y conectividad en las aulas y para los jóvenes estudiantes”. Los jóvenes piden ampliar la cobertura de la Universidad Tecnológica del Chocó construyendo sedes en los municipios en los que la universidad apenas funciona los fines de semana en algún colegio. Por ejemplo, sedes para Tadó o El Carmen de Atrato.

También piden avanzar con la conectividad de los territorios más apartados. “Nuestras veredas no cuentan con infraestructura de malla vial que permitan llevar el sistema de comunicación y energía y que nos permitan a los jóvenes tener oportunidades de estudiar sin tener que salir de nuestras veredas”, afirma Luis Ferney Rentería. A esto se suma que en muchos lugares no hay conexión a internet ni señal de celular. “La tecnología nos brinda muchas posibilidades para la educación sin necesidad de abandonar nuestros territorios”, agrega Luis, pero eso hoy no es posible: la penetración de la conectividad en el departamento en internet fijo es de apenas el 5 por ciento.

Para Jimmy García Caicedo, director de la Escuela de Robótica del Chocó, este último punto es clave. Desde que comenzó con la escuela, en 2016, ha visto cómo el uso de la tecnología ha impactado a más de 2.000 niños y niñas del Chocó y de los otros departamentos del Pacífico. “Estos resultados muestran que los niños y niñas estaban ávidos de desarrollar su creatividad, dejar volar su imaginación y formarse con calidad”, dice el docente y emprendedor social. Sin embargo, las posibilidades que brinda la escuela no son para todos los adolescentes y jóvenes chocoanos, especialmente para quienes están lejos, en los ríos del departamento y sin conectividad.

Por eso, para García, es fundamental que el Estado pueda apostarle a la educación de la mano con la tecnología. Argumenta que si llegan herramientas a los colegios, se capacitan a los jóvenes y se fortalecen las organizaciones de base, “probablemente empezará a surgir más laboratorios de innovación, instituciones educativas dedicadas a formar en tecnología, centros de investigación e instituciones de educación superior ”. Para él es clave que la política en materia educativa tenga dos componentes: calidad y sostenibilidad. “No es un curso de dos meses y luego, en los otros 10 meses, los dejan a su suerte. Las cifras de desempleo y de violencia aquí se contrarrestan con oportunidades a los jóvenes”, puntualiza. García considera que, por ejemplo, a través de la programación muchos jóvenes pueden generar ingresos sin irse del territorio, solo con tener un computador y acceso a internet.

Además de la educación y el trabajo, los jóvenes necesitan otros espacios seguros para encaminar su vida o para divertirse. Por eso cuando los representantes de la mesa de juventud socializaron sus discusiones también hablaron de invertir en la cultura y en el deporte. “El arte es esencial en la vida de los jóvenes. Los jóvenes que presentaron la muestra artística ensayan su arte en las calles. Ustedes los han visto generando trancones. Necesitamos que el Teatro César Conto sea culminado y que aparezca el dinero y quien se la llevó”, dijo uno de ellos.

Para Katherin Gil la importancia de invertir en el arte se puede ver en los ojos de los jóvenes con los que trabaja. “Nosotros recibimos a jóvenes también que están vinculados en bandas delincuenciales, que no sienten pertenencia y que tienen un desprecio por su vida y por la vida de los otros. Desde Jóvenes Creadores del Chocó el primer encuentro que provocamos es el encuentro personal, y le decimos aunque tu cuerpo, aunque tu voz hoy nos dice que está es un cuerpo violento, tu mente no”, cuenta Gil. Y el resultado es que muchos de esos jóvenes terminan vinculados al proceso artístico, reconociendo que no quieren seguir dañando a la comunidad.

Otro de los puntos que reclaman es inversión en el deporte. El Chocó es cuna de grandes deportistas, desde la levantadora de pesas Mabel Mosquera, medallista olímpica, hasta futbolistas como Jackson Martínez o Carlos Sánchez. Para María Alejandra Moreno, joven deportista de 24 años de la vereda la Argelia, en El Carmen de Atrato, es clave que haya escenarios deportivos tanto en lo urbano como en lo rural: “Hace falta dotación, uniformes, implementos deportivos, jornadas recreativas y transporte para poder participar de actividades en otras veredas”. María Alejandra juega en el equipo de su vereda, y también trabaja en labores agropecuarias. Además, es la secretaria de la Junta de Acción Comunal. El problema que señala la joven líder es el mismo que tienen en municipios como Tadó, donde los jóvenes deportistas llevan más de diez años esperando una cancha sintética.

En el Chocó están convencidos de que si los gobiernos municipales, departamental y nacional los escuchan y promueven la participación política de ellos y ellas, estas ideas podrían llegar a materializarse. Ahora, después de que el equipo del Departamento Nacional de Planeación y el ministro de Hacienda escucharon sus necesidades y propuestas, esperan que lo dialogado quede incluido en el Plan de Desarrollo del presidente Gustavo Petro, por el que mayoritariamente votaron los chocoanos. El 73 por ciento (96.638) de los votantes eligió a Petro y a Francia Márquez.

Las mujeres y hombres jóvenes del Chocó tienen esperanzas de que, en los próximos años, haya cambios enfocados a vivir con dignidad. Sobre todo, a que ellos y ellas puedan escoger entre estudiar, trabajar, dedicarse al arte o al deporte, o emprender. Y que su única opción no sea quedarse a esperar cómo la guerra se los traga.