Ramírez Nárdiz, que dice en su columna que es de origen europeo, ofrece como una primera idea de contexto a su aseveración la afirmación de que Colombia “sufre un claro fenómeno de fealdad masculina frente a otro igual de claro de belleza femenina”.

Pero ese es apenas el abrebocas para su fuerte andanada de críticas que comienza con lo que él mismo denomina “afirmación con ínfulas de ley sociológica”: “En la Costa Caribe de Colombia el elevado número de mujeres hermosas lleva al abandono estético de los hombres, con el consiguiente resultado de un notable contraste entre la hermosura de las primeras y la horripilantilidad (dícese de la condición de quien es horripilante) de los segundos”.

Pone como prueba para sustentar su afirmación las calles y lugares de ocio de Barranquilla, en donde se “asistirá por un lado a la celestial conjunción de mujeres de bellos cuerpos, mejores vestidos y maquillajes, perfectos peinados y actitud siempre femenina y cordial […]”, pero también al “dantesco espectáculo de tipos gordinflones como toneles, con peinados churriguerescos (exageradamente adornados), más brutos que un condón de esparto”.

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Ramírez Nárdiz les critica a los hombres costeños su “concepción de la elegancia consistente en los sábados por la noche meterse por dentro de los jeans la aterradora camisa de cuadros estridentes que durante toda la semana llevan por fuera. Por no hablar de los que usan gorra en interiores. O los que sacuden las llaves del carro como si de semejante muestra de peculio motorizado dependiese su masculinidad. O los que hablan, ríen y gritan cual tropa de hunos arrasando Roma”.

Como si fuera poco, asegura que esa región colombiana se puede descubrir “tipos que en Europa vivirían condenados al perpetuo onanismo (masturbándose) y que aquí tienen novia y dos amantes, siendo todas ellas más jóvenes, más guapas y muchísimo más encantadoras que él”.

Y en su remate da una solución a esta situación que no se sabe si pretende ser chistosa, sarcástica, irónica, satírica o qué: “Coger a veinte millones de colombianas y juntarlas con veinte millones de españoles. Y todos felices y contentos. ¿Y los colombianos feos y las españolas espantosas? Esos […] que ardan en el infierno”.