Es muy común escuchar en buses, tiendas y conversaciones de amigos la expresión “Colombia, definitivamente, es un país muy rico; roban y roban y siguen saliendo plata y recursos”.
De esa frase, que ya se volvió parte del paisaje del lenguaje colombiano, da cuenta el más reciente reportaje de BBC Mundo que, ahondando en la riqueza natural y la biodiversidad, cuestiona las aparentemente inexplicables desigualdades y las evidentes condiciones de pobreza en que se encuentra gran parte de la población nacional.




Para Daniel Pardo, corresponsal del mencionado medio, una guerra interna de 60 años, llevada a cabo en los paraísos terrenales colombianos, ha terminado por convertirse en el reflejo más fiel de un país que se contrasta entre la abundancia y la escasez.
Pero es que la multiplicidad de climas y la compleja geografía que impera en todo el territorio nacional ha terminado por condicionar las dinámicas de poder y organización social. Eso explicaría las diferencias entre las civilizaciones indígenas mexicanas (Mayas), peruanas (Incas) y las colombianas.
“Aunque alcanzaron niveles de desarrollo similares a los otros —había estratificación, jerarquías, orfebrería, especialización del trabajo y sacerdotes—, nuestros grupos indígenas no fueron expansionistas ni tuvieron intercambio importante entre ellos porque las barreras geográficas, la diferencia de las tierras, eran un obstáculo práctico y simbólico”, apunta el antropólogo Jorge Morales.
Según el texto, hay en el país entre 80 y 115 comunidades indígenas, que al día de hoy siguen exigiendo al Gobierno el reconocimiento de sus derechos y el acceso a la tierra.
Ese factor, el del acceso a la tierra, no ha dejado de ser uno de los reclamos más recalcitrantes en comunidades indígenas y campesinas. BBC apunta que el 81 % del terreno con dueños reconocidos está en manos del 1 % de terratenientes, cuando no bajo la usurpación de guerrilleros y paramilitares.
Dicha realidad se vería reflejada en las dinámicas de producción, tal como lo apunta el historiador Jorge Orlando Melo, autor de ‘Colombia: una historia mínima’:
“Se impuso el modelo productivo desarrollista de la gran inversión, la gran maquinaria, la agricultura a gran escala, del tecnócrata que desvirtúa el conocimiento local sobre la tierra (…). Se les dio la espalda a los campesinos y a la biodiversidad”, señala.
La esperanza de muchos es que, algún día, logre sacársele mayor provecho al acceso que tiene Colombia a dos océanos, a sus tres cordilleras (que han atestiguado el conflicto interno), sus 42 ríos (azotados por la contaminación), sus cuatro tipos de selva (usadas para esconder secuestrados) y sus 311 ecosistemas, que penden de un hilo, junto con el cambio climático.
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