
“Pa, acabamos de llegar. Estoy bien, descansa, te amo.” Ese fue el último mensaje que Juan Rodríguez recibió de su hija Laura Camila, la noche del jueves 3 de abril. Nunca imaginó que esas serían las últimas palabras que vería de ella. Horas después, el corazón de esta familia se rompió en mil pedazos con la trágica noticia: Laura había fallecido en una piscina en Tolú, en extrañas circunstancias.
Laura Camila Rodríguez Velásquez tenía apenas 26 años. Era funcionaria del Ministerio de Minas y Energía y estudiante de maestría en la Universidad Santo Tomás. Aunque vivía en Bogotá por motivos laborales y académicos, mantenía una comunicación constante con sus padres, especialmente con su papá, con quien hablaba todos los días.
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A principios de abril, Laura se alistaba para un viaje con su pareja y un grupo de amigos a un balneario en El Francés, Tolú. La idea era pasar un fin de semana relajado, celebrar el cumpleaños de una de las mujeres del grupo y volver el domingo. Así se lo contó a su papá antes de partir, quien le pidió que fuera prudente. Ella le aseguró que estaría bien.
La mañana del viernes 5 de abril, Juan recibió una llamada que le cambió la vida. Le informaron que su hija había muerto ahogada. La noticia le resultó inconcebible: “¿Cómo así que se ahogó? Si ella sabía nadar mejor que todos nosotros”, fue su reacción inmediata, aún sin poder asimilar lo que escuchaba.
Las versiones sobre lo ocurrido no han sido claras. Según uno de los acompañantes del viaje, Laura estaba en la piscina cuando él se fue a preparar unos sándwiches, y al regresar, la encontró sin vida. Sin embargo, las inconsistencias y la poca claridad de los relatos levantaron sospechas entre sus familiares.
La madre de Laura viajó a Tolú en busca de respuestas y se encontró con una escena alterada: la piscina había sido limpiada, se habían instalado cámaras donde antes no había y los accesos al lugar estaban cerrados. Las autoridades locales simplemente le dijeron que no indagara más, pues el caso estaba “en manos de las autoridades”.
Mientras se desarrolla la investigación, su familia intenta procesar el dolor. “Lo único que quiero es que se sepa la verdad”, asegura su padre. No se trata de señalar culpables sin fundamentos, sino de limpiar el nombre de Laura y honrar su memoria.
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Laura Camila era una joven determinada, empática y generosa. Soñaba con viajar por el mundo, y por eso ya había tramitado su pasaporte.
Hoy su familia no solo llora su ausencia, sino que clama por justicia. Porque una vida como la de Laura, llena de sueños y entrega, no puede apagarse sin que al menos se sepa la verdad.
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