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Este artículo fue curado por pulzo   Ago 22, 2025 - 12:20 pm
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El hallazgo de los cuerpos de alias "El Chamo" y de Laura Cecilia Tapasco en la vereda Frijolera Alta, Belén de Umbría, Risaralda, ha sacudido a la opinión pública y a las autoridades locales por la crudeza de los hechos y el trasfondo criminal que envuelve a las víctimas. Ambos presentaban múltiples heridas de arma cortopunzante y evidencias claras de tortura, tales como ataduras en brazos y pies, lo que refuerza la hipótesis de una ejecución deliberada y brutal. Según reportes de Ecos1360 y La Patria, el escenario del crimen revela no solo un acto de violencia extrema, sino también una posible aplicación de los denominados "juicios internos" dentro de la estructura criminal a la que, presuntamente, pertenecían.

Alias "El Chamo", considerado cabecilla urbano de la organización delincuencial Clan del Golfo en la región, era requerido por delitos de tráfico de estupefacientes y lesiones personales. Por su historial, los organismos de inteligencia lo vinculan a operaciones recientes y a hechos graves como el doble homicidio en Mistrató, además de estar involucrado en una investigación que comprometió incluso a un funcionario judicial. Su muerte, en este sentido, parecería responder —según las fuentes oficiales citadas— a un ajuste de cuentas interno por presunta colaboración con las autoridades, dinámica típica en organizaciones de crimen organizado donde la lealtad se impone por la fuerza y la violencia.

El contexto en el que sucede este crimen es el de una Risaralda atravesada por la disputa territorial y la fuerte presión policial sobre el Clan del Golfo. Como documenta la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito), este grupo es actualmente la banda criminal con mayor control en zonas estratégicas del país, dominando actividades ilícitas como narcotráfico, extorsión y asesinatos. En este escenario, el flujo de información, las filtraciones y la sospecha constante llevan a episodios de violencia interna que lejos de ser aislados, configuran un patrón de funcionamiento para minar el miedo y evitar delaciones.

Las "ejecuciones ejemplarizantes", el uso de la tortura y el castigo brutal no solo buscan sancionar a quienes traicionan a la organización sino enviar mensajes intimidatorios tanto a sus propios integrantes como a la comunidad. Estudios como el de la Fundación Ideas para la Paz confirman que estos métodos no son excepcionales en Colombia, sino mecanismos recurrentes para disciplinar y hacer control social mediante el terror. Por su parte, el rol de Laura Cecilia Tapasco continúa bajo investigación; aunque mujeres en estos contextos pueden ejercer tareas logísticas, también suelen ser víctimas de la violencia y discriminación presentes en el accionar de estos grupos, según denuncias recogidas por Human Rights Watch.

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La reacción de las autoridades, encabezadas por la Policía y la Fiscalía, se enfoca ahora en esclarecer plenamente los móviles del crimen y determinar la magnitud de la participación de ambas víctimas dentro de la estructura ilegal. La gravedad de este hecho visibiliza el riesgo constante que enfrentan los territorios penetrados por el conflicto armado y el narcotráfico, donde la justicia interna de los grupos ilegales se impone sobre las vidas de sus miembros y relativa a su entorno social. Este caso ilustra cómo el fenómeno de los "juicios internos" y la violencia estructural erosionan los intentos de pacificación y convivencia en regiones aún marcadas por la ilegalidad.

En síntesis, el doble homicidio en Belén de Umbría pone de manifiesto los múltiples desafíos en la lucha contra el crimen organizado en Colombia. La reiteración de prácticas de castigo mortal al interior de bandas armadas, sumada a la vulnerabilidad de las mujeres en estos contextos, exige respuestas integrales que contemplen tanto la ruptura de circuitos criminales como la garantía de derechos y protección para poblaciones vulnerables. Solo así podrá avanzarse hacia escenarios de paz duradera y justicia efectiva en zonas afectadas por el narcotráfico y la violencia sistemática.

Preguntas frecuentes relacionadas

¿Qué es exactamente el Clan del Golfo y por qué tiene tanto poder en Colombia?

El Clan del Golfo, también conocido como Autodefensas Gaitanistas de Colombia, es actualmente la organización criminal más grande y estructurada del país. Su poder reside en la capacidad de controlar rutas estratégicas del narcotráfico, su alianza y confrontación con otros grupos armados y el uso sistemático de la violencia para imponer autoridad. Según informes de la UNODC y la Fundación Ideas para la Paz, su influencia abarca labores de microtráfico, extorsión y desplazamiento forzado, lo que impacta directamente la estabilidad de muchas regiones rurales y urbanas colombianas. El Estado enfrenta grandes retos para desmantelar sus estructuras por la compleja red de complicidades y la cooptación de actores institucionales en zonas de conflicto.

Esta organización, como muestran los casos documentados en Risaralda, perpetra formas de violencia interna como juicios y castigos ejemplarizantes para disciplinar a sus integrantes, dificultando el trabajo de las autoridades y agravando los ciclos de impunidad. Por ende, entender su funcionamiento es clave para cualquier estrategia de seguridad efectiva en el país.

¿Qué son los "juicios internos" y por qué se practican en organizaciones criminales?

Los llamados "juicios internos" son procedimientos punitivos practicados clandestinamente al interior de grupos criminales, mediante los cuales se sanciona con violencia extrema, incluyendo torturas y asesinatos, a quienes sean acusados de deslealtad, fuga de información o incumplimiento de órdenes. Como destaca la Fundación Ideas para la Paz, estas prácticas buscan mantener el control absoluto dentro de la organización, infundir miedo y cerrar cualquier posibilidad de colaboración con las autoridades.

En Colombia, esta modalidad contribuye no solo a los altos índices de homicidio sino también al silenciamiento de testigos y la dificultad para desarticular bandas. Los juicios internos, además, suelen ocurrir en contextos de presión o crisis dentro de los grupos armados, convirtiéndose en una herramienta perversa de disciplina y perpetuación de la violencia.

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