Las últimas administraciones han prometido renovar, mejorar, ampliar y aumentar la infraestructura educativa de la ciudad. Sin embargo, los anuncios han sobrepasado la realidad y a la fecha persisten el déficit de cupos y la deuda histórica con algunas localidades. Ahora la apuesta es de la administración de Claudia López, que promete dejar la infraestructura educativa más grande del país. Para hacerlo, hoy cuenta con los recursos de la adición que logró con el nuevo cupo de endeudamiento, de donde saldrán $2,6 billones para construir colegios y mejorar las sedes existentes.

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La importancia se resume en la necesidad de corregir la desigual distribución de cupos en distintos puntos de la ciudad, así como los notorios problemas de infraestructura en localidades como Bosa, Usme y Ciudad Bolívar.

“Para un colegio como el nuestro, con casi mil estudiantes, hay una infraestructura reducida. Solo hay dos canchas y en los descansos se vuelve difícil el manejo, en especial para los estudiantes, para quienes la institución es un espacio importante”, señala Omaira Eslava, coordinadora del colegio República de México, en Ciudad Bolívar.

No obstante, la evidente necesidad de infraestructura, para algunos expertos y maestros es crítica. Su punto: los nuevos planes de construcción pueden hacer parecer que son los ladrillos, el cemento y las nuevas instalaciones los elementos más importantes en el aprendizaje y no la comunidad educativa en sí. Así las cosas, ante la oportunidad de la Alcaldía de mejorar la calidad educativa, cabe preguntarse: ¿cómo combinar la infraestructura con la necesidad de hacer de los nuevos colegios mejores espacios puertas adentro?

Nuevas escuelas, nuevos alumnos

La necesidad de infraestructura educativa ha llevado a que cada año se estén adelantando nuevas obras en Bogotá. Actualmente, están en construcción o en renovación 14 colegios, en nueve localidades. Además, esta administración ha entregado 10 sedes nuevas, contratadas en pasadas administraciones, lo que demuestra el tiempo que toma pasar de los planos a la realidad. Sin embargo, no es la falta de obras la principal queja, sino su distribución. En Bogotá persisten zonas con déficit (en particular en el borde occidental), que contrastan con sectores con sobreoferta, como el centro. De ahí la necesidad de una redistribución.

“La ubicación de los nuevos proyectos responde a zonas donde se identificó déficit y mayor demanda de cupos, donde se necesita ampliación de cobertura en primera infancia, el desarrollo de la jornada única, así como en las localidades en donde se ejecutan proyectos de vivienda de interés social”, dice Edna Bonilla, secretaría de Educación.

En medio de esto, la renovación como apuesta también tiene su lógica. El 27 % de los colegios en funcionamiento se construyeron hace más de 40 años y los ocupan estudiantes que nacieron hace menos de un década. Aunque parezca un dato menor, las implicaciones de la mala infraestructura son fáciles de apuntar y lo corroboran estudios de expertos, que apuntan a que los corredores mal diseñados pueden generar espacios propicios para el matoneo escolar. Además, estructuras disfuncionales o abandonadas pueden desmoralizar a los estudiantes en su aprendizaje.

Ladrillo vs. comunidad educativa

Aunque es innegable que un buen ambiente educativo, con amplia dotación y equipos, es clave para una buena educación, no es lo esencial. Los expertos señalan que pensar que los proyectos de infraestructura son el eje que opaca a la comunidad educativa como el centro del universo del problema.

“La infraestructura es un tema que anteriores administraciones han considerado como factor esencial para hablar de calidad de la educación. Pero no se puede pensar que mejorando edificios mejoran los resultados, porque la calidad está ligada a factores como formación docente, problemáticas socioemocionales de los jóvenes o de movilidad”, analiza Yolanda Castro, experta en educación y realizadora del informe “Bogotá cómo vamos” en el ámbito de educación.

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Frente a esto, la Secretaría de Educación asegura que los nuevos colegios serán espacios que apuntan a ir más allá, con la integración del proceso pedagógico con la realidad de la comunidad. De esta manera, puntualiza que, si bien el foco es en materia de infraestructura, esta busca ser el pivote para el bienestar de la comunidad educativa.

Ante las dudas, el Distrito asegura que está moviendo la infraestructura, como en un juego de ajedrez, en función al número proyectado de capitalinos. “La reducción del crecimiento poblacional ha implicado que la migración interna tenga un rol más protagónico, demarcada por grupos poblacionales, por ejemplo, como las víctimas del conflicto, entre otros.

Al mismo tiempo está el aumento progresivo de la población venezolana, que requiere la prestación del servicio educativo, el cual, por ejemplo, pasó de atender menos de 10 mil estudiantes venezolanos hace cinco años a más de 62 mil en 2022”, puntualizó la Secretaría de Educación.

Los recursos están garantizados y el plan parece en marcha. No obstante, teniendo en cuenta lo que le resta a la actual administración, es lógico pensar que garantizar su cumplimiento y su éxito será tarea del próximo alcalde, pero no solo en materia de obras, sino en garantizar su funcionamiento.

De ahí que sea válido resaltar el llamado de maestros y expertos en educación: que el foco de la estrategia educativa que empieza a andar no se enfoque solo en la infraestructura, sino en la misma comunidad educativa que ocupará estos espacios.

Por el momento, la deuda en cupos y colegios modernos permanece. Aunque la administración de Claudia López ya hizo su gran apuesta para hacerles frente, una debida planeación y ejecución serán claves para concretar la solución a un problema que cada vez es más urgente.