La vicepresidenta, para Uprimny, investigador de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional, desatendió la sentencia de la Corte Constitucional C-350 de 1994 que tumbó la consagración de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús, y según la cual los funcionarios no pueden “utilizar sus funciones para favorecer determinadas religiones o manifestarse en contra de otras”.

Eso “fue lo que hizo la vicepresidenta al anunciar como funcionaria la consagración de Colombia a la Virgen de Fátima, que es obviamente un favorecimiento oficial al catolicismo”, escribió Uprimny en su columna de El Espectador.

A Arango la señala por haber dicho en una circular que actúa como “líder de la política religiosa en Colombia” y por haber convocado a todas las iglesias y confesiones religiosas a una “Jornada Nacional de Oración y Reflexión por Colombia” para que “sirva como ayuda espiritual ante la actual emergencia sanitaria”.

El hecho de que el colombiano es un Estado laico también lo abordó este fin de semana la periodista María Jimena Duzán, que señala en su columna de la revista Semana al presidente Iván Duque como un predicador por invocar a Dios y a la Virgen en su programa institucional de todos los días a las seis de la tarde, en el que informa al país el avance de la lucha de su Gobierno contra el coronavirus.

Iván Duque

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Duzán escribe que se sorprende de ver a Duque “predicando la urgencia de recurrir a la religión que él profesa y a la Virgen de la cual él es devoto como prerrequisito para salir bien de esta pandemia”, agrega que “respetuosamente” discrepa de “esa mirada tan propia de Estados religiosos”, y asegura que prefiere “oír a los presidentes hablando como sujetos políticos y no como predicadores”.

“La laicidad no es antirreligiosa”, explica Uprimny en su columna del diario bogotano. “Al contrario: al separar al Estado de las religiones, la laicidad no solo protege al Estado de la indebida interferencia de las religiones, sino que igualmente escuda a las propias religiones de la indebida interferencia del poder político, con lo cual protege la religiosidad genuina y logra la paz religiosa”.

Pero Uprimny no se queda en el denso análisis jurídico de las conductas de Ramírez y Arango. También deja ver lo que siente como un ciudadano del común: “Realmente al leer el trino de la vicepresidenta o la circular de la ministra del Interior es difícil saber qué es más preocupante: si el evidente desprecio de estas funcionarias por el principio constitucional de laicidad, o su confesión de que carecen de estrategia para enfrentar el COVID-19 y por ello tienen que recurrir a los dioses para que nos auxilien”.

En un sentido similar se habían manifestado varios colombianos que comentaron el trino de la vicepresidenta (se reproducen con su redacción original):

  • “Con razón no hacen nada, delegándole responsabilidades a seres imaginarios…¡ y los atenidos somos nosotros!”
  • “Está ha sido la gestión más importante de la vice, consagrar el país a la virgen. La vicepresidencia es un cargo inútil, un embeleco que le cuesta miles de millones a los colombianos en el pago de una burocracia rezandera”
  • “Dios dijo: ‘Ayúdate que yo te ayudaré’ pero con esta clase de dirigentes que piensan que solo rezando se frena todo, si estamos fregados. Al Amazonas lo salva mejorar las condiciones de los hospitales y personal sanitario, no medidas como mandar militares o camándulas”.

Pero a los planteamientos de Duzán y de  Uprimny, así como los de los colombianos que no están de acuerdo con que los altos funcionarios invoquen divinidades del catolicismo, también se opone una poderosa corriente anónima que piensa que sí está bien.

Así viene quedando registrado en el siguiente sondeo con el que este medio consulta la opinión de sus lectores (se puede votar acá) y el porcentaje de quienes no ven nada malo en la actitud de Duque es abrumador.