“Ni se lo merecía ni se lo buscó, y quien la agredió debe ser castigado, pero su comportamiento es una vergüenza para el género femenino”, le reprocha Palacios en su columna a la mujer anónima que censura, pero da pistas que pueden ayudar a identificar de quién está hablando.

La primera es que los hechos en los que se ha visto involucrada la incógnita mujer los conocen “quienes han seguido las redes sociales y las noticias”. Es decir, no se trata de ninguna desconocida.

La segunda pista de Palacios es una aproximación al perfil del objeto de su crítica: es una “con cierto nivel educativo”, por lo que la columnista se pregunta qué la llevó, entonces, “a expresarse con sus berridos en vez de con su dignidad e inteligencia”.

Un indicio más sobre quién es la “histérica” a la que reconviene Palacios es quizás aún más revelador, pues, al parecer, le dio, al menos, una cachetada a un hombre, tal vez su agresor, lo que “hace unos años podría verse como algo muy valiente y hasta digno de celebración”.

El artículo continúa abajo

Ahí también comienza a mostrar el sentido final de su columna, que es exponer e increpar a las mujeres maltratadoras, de las que no se debe “hablar más pasito” ni ignorarlas por el hecho de “expresar solidaridad con la mujer maltratada”.

“El ‘Ni una Menos’ no puede ser un instrumento más de manipulación femenina”, afirma Palacios, y en ese punto pasa a dar la cuarta pista sobre la misteriosa mujer que regaña: “Digo ‘más’ porque a muchas les han enseñado desde niñas a lograr lo que quieren haciendo uso de sus encantos, de sus hormonas y de sus pataletas, y luego, ¡con qué cinismo!, se quejan de que no son tratadas con respeto o en igualdad de condiciones”.

“Quienes tenemos hermanos e hijos varones no quisiéramos que ellos cayeran en las manos de esas histéricas”, alerta la columnista, y al hacerles un recordatorio a ese tipo de mujeres, delinea una quinta pista: “La histeria es un trastorno sicológico […], definido como un mecanismo para resolver un conflicto o una frustración”.

Al rematar su columna, Palacios ofrece otros indicios que casi terminan de dibujar a la mujer que critica, aunque, la conclusión (identificación), claro, se la deja a los lectores.

“Queridas histéricas, en vez de sobreactuarse y victimizarse, pidan cita ya. Sus gritos, aspavientos y shows atentan contra las conquistas de miles de mujeres que a diario luchan por la equidad laboral, contra la violencia intrafamiliar, o contra el acoso sexual”, escribe. “Ustedes ponen en riesgo el legado de esta generación de mujeres. Guárdense sus pucheros, y en vez de afilarse las uñas afilen sus neuronas para estar a la altura de los retos y oportunidades del mundo del #MeToo, del #SheInspiresMe, del #HeForShe, del #AhoraEsElMomento y de tantas consignas que nos definen como mujeres del siglo XXI”.