Son tantos los desplantes que le ha hecho el canciller, Álvaro Leyva, al Congreso que hasta desde el mismo Pacto Histórico los congresistas salieron a pedirle que le preste atención al Legislativo. Y no es para menos, pues se han quedado esperándolo en 7 ocasiones en sesiones de las Comisiones Segundas, que son las que manejan los asuntos de política exterior.

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El funcionario de 80 años, que se hizo un visitante frecuente de los corredores políticos desde la década del 70, no llegó a una citación que tenía en el Congreso el miércoles por una reunión con el presidente, Gustavo Petro, y luego salió rumbo a México en su viaje internacional número 12 de lo que va de este año.

Allá celebró un encuentro con la administración de Andrés Manuel López Obrador y justo en ese país termina esta semana el segundo ciclo de las conversaciones de Paz con el ELN. Leyva ha hecho más viajes con la primera dama, Verónica Alcocer, que comparecencias ante el Congreso y la esposa del mandatario se convirtió casi que en una canciller paralela a la que le han delegado misiones en Estados Unidos, Japón y Venezuela.

La agenda exterior de Leyva, tradicional de todos los cancilleres como representantes diplomáticos del Estado, ha hecho que el funcionario incumpla citaciones en el Legislativo y termine designando a los vicecancilleres, Francisco Coy y Laura Gil, pese a que el parlamento insiste en que quiere una conversación directa con él.

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Coy es uno de los funcionarios de carrera diplomática de más alto rango de Colombia, mientras que Gil aterrizó en el gabinete después de gestionar el empalme entre gobiernos de 2022. Además, se rumora que estaría a punto de salir del Palacio de San Carlos y, posiblemente, asumir una embajada; una forma elegante de sacarla por sus diferencias de agenda con Leyva.

Y que el Viceministerio de Gil esté contra las cuerdas es uno de los signos de la relación de los integrantes del Gobierno con el Canciller. Leyva es un funcionario hermético. En los siete meses que lleva en el Ministerio solo ha dado una entrevista formal para televisión nacional, da pocas ruedas de prensa y sus declaraciones son cortas, casi que al estilo de su antecesora de la era de Iván Duque, Claudia Blum, que tampoco conversaba con los medios.

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Las ausencias de Leyva

A los congresistas también les ha correspondido tocar la puerta de manera reiterada a su despacho, pero hay quienes dicen que ni han conseguido una llamada con él. En su defensa, el representante del Pacto Histórico Alejandro Toro sostiene que “muchas veces es complejo atender a casi 300 congresistas”, aunque él es otro de los que se ha visto poco con el canciller.

La presidenta de la Comisión Segunda del Senado, Gloria Inés Flórez, quien también es del Pacto, exigió que “cuando se cite al Canciller se presente en la Comisión”, y salió a reclamar una agenda de temas por tratar que están en el aire: la atención a los colombianos en el exterior, la internacionalización y el Plan Nacional de Desarrollo.

Otro asunto por el que lo convocan a rendir cuentas es el nombramiento de cuotas políticas en las embajadas y consulados. Apenas 27 de los 70 embajadores (el 38%) son de carrera diplomática, pese a que su primera promesa como ministro fue priorizar el servicio exterior en las designaciones del cuerpo diplomático.

La presidenta de la Comisión Segunda de la Cámara, Juana Carolina Londoño, le hizo un llamado al canciller para que “venga cuando el Congreso de la República lo cite. Nosotros no lo estamos invitando, lo estamos citando y el Congreso de la República merece respeto”.

El meollo del asunto es que los legisladores reclaman que las cuestiones de las relaciones internacionales del país no quedaron bien detalladas en ese Plan que está en discusión en el Legislativo, pero la cabeza de la Cancillería, que es Leyva, no ha dado cara para ese debate.

El ministro aterrizó a ese despacho con la bandera de implementar una Cancillería para la paz total en un escenario en el que la política exterior colombiana se está enfocando en las alianzas con los Estados garantes de los procesos de diálogo con los ilegales (Cuba, Venezuela y México, por mencionar algunos), pero su protagonismo en ese tema se ha desdibujado para ceder esa tarea a la Oficina del Alto Comisionado para la Paz.

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Con su administración llegó también un cambio de relato en Migración Colombia, entidad adscrita a la Cancillería: hasta antes de la era Petro-Leyva se hablaba de integración de los venezolanos y ahora el director, Fernando García, dice en micrófonos que esa situación humanitaria supera las capacidades del país.

Esa cuestión de la migración se la entregó a García; la relación con el Congreso, a Coy. Ante el mundo, en las conferencias internacionales ha declarado que Colombia es “enemigo de las invasiones” y apela porque se abra una institución a la que llegue “la paz total a través de la verdad total” para Colombia.

Mientras las cuestiones internas quedan en sus emisarios, en los 69 días que van de este 2023 el ministro ha estado en México, España, Alemania, Ecuador, la Antártida, Argentina, Suiza, Estados Unidos, Chile, Venezuela, El Vaticano y Brasil en misiones diplomáticas que lo tiene activo en la agenda exterior, pero con su silla vacía en las cuestiones de política interna .