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Bogotá enfrenta un desafío significativo derivado del accionar de los denominados “pinchallantas”, grupos o personas dedicadas a dañar intencionalmente las llantas de vehículos con el objetivo de facilitar hechos delictivos como hurtos o actos ilícitos. Un reciente operativo adelantado en un montallantas en la localidad de Fontibón resultó en la suspensión temporal del establecimiento. Durante la inspección, las autoridades hallaron objetos cortopunzantes y elementos metálicos modificados escondidos bajo una estiba, coincidiendo con denuncias de víctimas presentadas dos semanas antes, según informes de la Secretaría Distrital de Seguridad, Convivencia y Justicia (SDSCJ).
Este operativo hace parte de una cruzada más amplia adelantada por la Policía de Bogotá y los gestores territoriales de la SDSCJ, quienes han realizado más de 100 inspecciones en locales similares a lo largo de 2024. Como resultado, se han emitido 60 sanciones y se ha ordenado al menos un cierre definitivo de establecimiento. El secretario de Seguridad, César Restrepo, resaltó que la identificación de los puntos con actividad de “pinchallantas” y el conocimiento detallado de su modo de operar son claves para neutralizar estas prácticas delictivas. Además, insistió en la importancia de la denuncia ciudadana a través de los canales oficiales, pues la colaboración de quienes resultan afectados constituye un apoyo invaluable en esta lucha.
El fenómeno de los “pinchallantas” no se limita a la capital colombiana. El Observatorio Nacional de Seguridad Vial advierte que en diversas ciudades de América Latina bandas usan métodos similares, afectando la seguridad vial y complicando la movilidad urbana. Expertos en criminología, según reseñó El Espectador, subrayan que estos delitos se enmarcan en dinámicas más amplias de violencia urbana y exclusión social, fenómenos que llevan a recurrir a acciones delictivas periféricas y oportunistas.
El efecto de los “pinchallantas” trasciende al ámbito individual. Empresas de transporte y logística han reportado incrementos de costos operativos y temores de seguridad, mientras que la ciudadanía en general refiere un deterioro en la percepción de seguridad y calidad de vida. Datos de la Secretaría Distrital de Movilidad indican que, en promedio, un conductor afectado puede perder hasta dos horas por cada evento de este tipo, lo que incide negativamente en la productividad de la ciudad y alimenta el sentimiento de indefensión ante estos delitos.




Con el fin de reforzar la respuesta institucional, la SDSCJ ha privilegiado la utilización de tecnologías como la geolocalización para rastreo de puntos críticos y la integración de cámaras de videovigilancia vinculadas con la Policía. De acuerdo con expertos citados por El Tiempo, esta estrategia permite mejorar la eficacia de los operativos y enfocar la acción policial, reduciendo así la impunidad y facilitando la judicialización de los responsables. Sin embargo, tanto especialistas como autoridades insisten en que se requiere un abordaje mucho más integral. Esto implica, además del despliegue policial, el desarrollo de programas de prevención, inclusión social y participación comunitaria, encaminados a atacar las raíces que alimentan la violencia urbana. Por ahora, la vigilancia institucional y la cooperación vecinal aparecen como principales herramientas para frenar la proliferación de los “pinchallantas”.
¿Qué acciones puede tomar un conductor ante un ataque de “pinchallantas”?
En el contexto de la creciente incidencia de los “pinchallantas”, muchos conductores se preguntan cómo actuar si son víctimas de este delito. Además de denunciar inmediatamente ante las líneas oficiales y procurar evitar detenerse en sitios solitarios, resulta fundamental no interactuar con desconocidos que ofrezcan ayuda no solicitada, ya que suelen estar involucrados en el ilícito. De este modo, la actitud preventiva y la colaboración con las autoridades pueden reducir riesgos personales y facilitar la acción policial eficaz.
¿Qué significa “modus operandi” en las investigaciones criminales?
El término “modus operandi” se emplea para describir el conjunto de métodos, patrones y conductas que un delincuente adopta durante la comisión de un ilícito. En el caso de los “pinchallantas”, hace referencia a la utilización de objetos cortopunzantes para generar un daño deliberado y aprovechar la vulnerabilidad de la víctima. Conocer estos patrones facilita a las autoridades anticipar los movimientos de los implicados y diseñar estrategias de prevención y control más efectivas.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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