Por: El Espectador

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Este artículo fue curado por Andrea Castillo   Jun 2, 2025 - 7:36 am
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Los cálculos más conservadores sobre población mundial estiman que hay entre 20 y 30 millones de gemelos idénticos vivos actualmente. A pesar de esa cifra, solo se conoce un reporte documentado de gemelos idénticos intercambiados doblemente al nacer y el caso ocurrió en Colombia.

Una casualidad genética ya poco común —la de compartir el 100 % del ADN— se convirtió en un enredo aún más improbable: dos pares de gemelos monocigóticos (cuando un solo óvulo es fertilizado por un solo espermatozoide), criados por familias distintas y descubiertos por azar décadas después.

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Los hermanos Jorge Enrique y Carlos Alberto Bernal Castro y William y Wilber Cañas Velasco son los protagonistas de esta historia absurda cuyo culpable ya tiene nombre, gracias a un fallo judicial.

El Juzgado 38 Administrativo Oral del Circuito de Bogotá resolvió esta semana la demanda que presentaron las cuatro víctimas para que el Estado respondiera por el error imperdonable que determinó sus vidas: que el Instituto Materno Infantil de Bogotá intercambió a los bebés recién nacidos en diciembre de 1988 y separó a los hermanos Bernal Castro y Cañas Velasco.

El cambio sucedió así: el 22 de diciembre de ese año nacieron en Bogotá los gemelos Jorge Enrique y Carlos Alberto Bernal Castro. Uno de ellos, por complicaciones médicas, tuvo que quedarse varios días en la unidad de atención especial. Allí también estaba internado, por razones similares, uno de los hermanos Cañas Velasco, nacido en Vélez (Santander) y trasladado a Bogotá a los días de nacido.

No se sabe exactamente qué ocurrió en esa unidad, pero lo cierto es que ambos bebés fueron entregados a las familias equivocadas. El niño de Santander se quedó en Bogotá, y el bogotano fue llevado por su abuela a Vélez. Los gemelos se dieron cuenta del error en 2014, cuando una coincidencia fortuita permitió que los jóvenes se encontraran. William Cañas, viviendo en Bogotá, entró a trabajar a un establecimiento donde uno de los hermanos Bernal también era empleado. El parecido físico entre ambos causó asombro entre sus compañeros, quienes empezaron a hacer comentarios y bromas sobre lo idénticos que eran. Y, como la curiosidad mató al gato, los cuatro jóvenes decidieron salir de la duda con una prueba de ADN. La ciencia les dio las certezas que necesitaban: los hermanos, que creyeron ser biológicos, nunca lo fueron.

Por el contrario, los gemelos fueron criados en hogares diferentes, con posibilidades educativas, económicas y profesionales opuestas. Mientras en Bogotá los Bernal Castro accedieron a una mejor educación y desarrollo profesional, los Cañas Velasco, en La Paz (Santander), crecieron en condiciones rurales y con limitadas oportunidades educativas. Tenían 26 años cuando se dieron cuenta del intercambio y así empezaron a reconstruir sus vidas y a entender las repercusiones de una negligencia cuando eran bebés. En 2017 decidieron acudir a la justicia, no como una estrategia para encontrar culpables o vengar lo ocurrido, sino para que la justicia reconociera y reparara una vulneración de derechos que cometieron entidades del Estado que, en teoría, debían protegerlos.

Durante el litigio, que duró casi ocho años, el Instituto Materno Infantil trató de zafarse de toda culpa, igual que el departamento y la Beneficencia de Cundinamarca, entidades que tenían al centro médico bajo su tutela . Las entidades argumentaron que, como no había ninguna historia médica del bebé Cañas Velasco en la clínica de Bogotá, no se podía probar que existiera una negligencia en el cuidado de los bebés. El argumento más osado vino de parte de la defensa de la gobernación, cuando explicó “que los gemelos crecieron en familias amorosas y funcionales, sin que se haya acreditado perjuicio moral o psicológico”. Por su parte, la Beneficencia fue más allá y ante el juzgado señaló que “la familia (Cañas Velasco) sabía desde pequeño que el niño había sido cambiado y decidió quedarse con él por razones personales”.

El juez que revisó el caso, Asdrúbal Corredor Villate, no tuvo en cuenta ni un solo punto de la defensa del Estado. Por el contrario, les dio toda la razón a los Bernal Castro y a los Cañas Velasco. El fallo sostiene que los gemelos solo coincidieron en el Instituto Materno Infantil cuando eran bebés y solo allí pudo darse el error. “Se confirma que el intercambio solo pudo ocurrir en los primeros días de vida, cuando ambos bebés coincidieron en tiempo y lugar bajo el cuidado hospitalario, circunstancia hace improbable que el error haya ocurrido en un lugar y momento diferentes. Así, el contexto hospitalario durante el periodo neonatal constituye el escenario único y determinante para que se produjera el intercambio accidental de los recién nacidos”, sostiene el fallo judicial conocido por El Espectador.

El juzgado también le dio plena credibilidad a los daños y perjuicios que los gemelos argumentaron durante el proceso. “El intercambio de bebés generó una profunda afectación emocional, porque el descubrimiento de la verdad constituyó un hecho altamente impactante y angustiante, que los llevó a experimentar zozobra, confusión y dolor”, recogió el juez Corredor en su sentencia, en la que agregó: “Las pruebas documentales y testimoniales dan cuenta de las reacciones de tristeza, miedo y pérdida de identidad, así como el sufrimiento derivado de la imposibilidad de haber crecido junto a sus familias biológicas y de compartir la vida con sus padres y hermanos consanguíneos, algunos de los cuales fallecieron antes de que se conociera la verdad”.

Probados los daños y perjuicios, el juez Corredor declaró responsables a las entidades y las condenó a pagar una indemnización por ese intercambio insólito en 1988 (este diario se reserva publicar el valor de la condena por seguridad de los demandantes). Después de 37 años, la historia de los gemelos ha sido contada en libros, reportajes de prensa nacional e internacional, e incluso llegó a la pantalla a través de un documental en Netflix. Ahora, los cuatro jóvenes y sus familias tienen algo que nunca habían recibido: una verdad judicial. La sentencia no solo confirma que fueron intercambiados al nacer por una cadena de errores en el Instituto Materno Infantil, sino que señala con nombre propio a los responsables. Y esa verdad es también un paso hacia la reparación, la dignidad y el cierre de una historia extraordinaria.

Encontrarse por accidente y descubrir los destinos que provocó un error del personal médico en el Instituto hizo de todos, como ellos mismos dijeron en diálogo con este diario, “un gran equipo, una familia”. Tras conocer el fallo del juez Corredor Villate, los gemelos coincidieron en describir su sentimiento con una sola palabra: felicidad. Los cuatro viven en sitios distintos y recibieron el fallo de forma diferente. No esperaban aún la resolución del caso, pues sabían que la demora era impredecible en un proceso administrativo como el de la reparación directa. Jorge estaba en su casa descansando, fue el primero en enterarse y el encargado de reunir a los hermanos en una videollamada para contarles.

“Me aseguré de que estuvieran los cuatro, para no repetir la historia. Siempre, cuando alguno va a dar una noticia, esperamos a que estemos todos. Confiábamos en que todo iba a salir de la mejor manera”, narró Jorge. A Carlos, la noticia lo sorprendió en medio de una cita romántica, justo cuando quería pedirle a una mujer que fuera su novia. Conocer la decisión del juez le dio un doble motivo para celebrar esa noche. Wilber, por su parte, estaba terminando su jornada laboral en la carnicería en la que trabaja, en la localidad de Bosa, al sur de Bogotá. Vio los mensajes de un grupo de WhatsApp en el que están los cuatro y dudo en responder; finalmente se unió a la llamada y la noticia lo sorprendió.

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William, que vive en La Paz (Santander) y actualmente es concejal de ese municipio, fue el último en enterarse. Estaba en clase cuando su teléfono empezó a sonar. Evitó prestarle atención, hasta que vio que eran sus hermanos quienes intentaban comunicarse. Se conectó a la llamada con ellos, leyó lo que resolvía el juez en el fallo y esa decisión puso todo lo demás en un segundo renglón. “En ese momento, para mí se terminó la clase”, dijo entre risas. La emoción de ese instante fue el resultado de una pelea jurídica de casi una década, llena de retos y decisiones difíciles. Entre ellas, resolver si mantenían la historia y el proceso judicial en la intimidad familiar o si lo contaban a la opinión pública.

Se fueron por la segunda opción y los reflectores se desbocaron sobre lo insólito de su caso. Los contactaron periodistas, primero de Séptimo Día, de Caracol Televisión; luego del prestigioso diario estadounidense The New York Times. Después vinieron las propuestas para libros, incluso de psicólogos, como Yesika Montoya y la especialista en gemelos Nancy L. Segal, quienes investigaron duran varios años cómo el entorno y la nutrición afectan al desarrollo de individuos genéticamente iguales y publicaron sus hallazgos en el libro “Hermanos accidentales: la historia de gemelos intercambiados al nacer y el poder de la naturaleza y la nutrición”. Pero el momento cúspide fue cuando Netflix concretó la idea del documental “Hermanos por accidente”, que se publicó hace un año.

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