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Este artículo fue curado por pulzo   Sep 23, 2025 - 4:31 pm
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El reciente ataque registrado en la estación Viaducto de Megabús pone en evidencia la complejidad y gravedad de los problemas de seguridad que enfrentan los espacios públicos urbanos en Colombia. El incidente, relatado por la gerente de Megabús, Lucy Norelli Loaiza Velásquez, ocurrió hacia las 11:00 p.m. del 22 de septiembre, cuando dos individuos lograron ingresar a la estación —ubicada en la carrera sexta entre calles 13 y 14— y, mediante violencia física, despojaron a un usuario de su billetera y otros objetos personales. Esta situación ha ratificado la urgencia de fortalecer los protocolos de vigilancia, así como de profundizar la articulación entre operadores de transporte y autoridades municipales, una labor que Megabús y la Secretaría de Gobierno han empezado a consolidar, según informaciones del propio sistema transportador.

La particularidad de este hecho radica en el modo de operación utilizado: uno de los agresores inmovilizó a la víctima con una “llave” en el cuello, mientras una tercera persona —una mujer— aprovechó la confusión para sustraer objetos de sus bolsillos. Este esquema planificado y colaborativo responde a una táctica de delito urbano mucho más organizada de lo que suele percibirse en robos comunes, como lo analiza un estudio reciente de la Universidad de Harvard sobre violencia urbana y acciones delictivas conjuntas. El documento indica que la articulación entre varios individuos potencia tanto la eficiencia como la capacidad de evasión de los delincuentes, dificultando la reacción de las víctimas y de los posibles testigos. La franja nocturna en la que se presentó el hecho también corresponde a las tendencias internacionales de aumento de delitos en el transporte público, reseñadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Mientras tanto, el incidente sirve para poner a prueba los verdaderos alcances de los sistemas de videovigilancia. En el caso Viaducto, el centro de control de Megabús activó las cámaras de inmediato, lo que facilitó la rápida identificación de los implicados y la intervención policial. Aun así, estudios conducidos por la Policía Nacional y el Observatorio de Seguridad Ciudadana advierten que las cámaras, por sí solas, resultan insuficientes a menos que estén integradas a patrullajes y acciones preventivas sostenidas, en sintonía con las recomendaciones de las mejores prácticas policiales internacionales. En este sentido, la estrategia naciente en Manizales busca combinar tecnología, presencia policial y campañas de sensibilización, perfilándose como un modelo más integral e inclusivo.

Sin embargo, el costo de estos delitos supera la pérdida material. Informes académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) apuntan a secuelas emocionales profundas en las víctimas, que suelen manifestar miedo persistente o ansiedad, limitando incluso su movilidad por temor a nuevos incidentes. El usuario implicado en Viaducto, aunque logra reincorporarse tras el asalto, mostró claras señales de contusión y vulnerabilidad, reforzando la relevancia de acompañar estos casos con apoyo psicológico especializado postevento.

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El contexto de inseguridad en estaciones como la de Megabús Viaducto refleja tendencias de las grandes ciudades latinoamericanas, donde la delincuencia asociada al transporte público afecta no solo la percepción ciudadana, sino que genera costos directos e indirectos, impactando el desarrollo económico y la productividad, según datos del Banco Mundial. La rápida respuesta interinstitucional en Manizales representa un avance, pero solo el fortalecimiento de modelos preventivos basados en análisis de datos y participación comunitaria puede reducir el riesgo de repetición y reconstruir la confianza de los usuarios.

¿Por qué la delincuencia en el transporte público es más frecuente en horario nocturno? Distintas investigaciones, como señala la Organización Mundial de la Salud (OMS), evidencian que los delitos violentos en el transporte público tienden a incrementarse después del anochecer. La disminución del flujo de personas, la reducción del personal de seguridad y la escasa iluminación en algunas estaciones contribuyen a que los delincuentes perciban menos obstáculos para actuar. Esta problemática afecta de manera directa la percepción de seguridad de los ciudadanos e influye en la forma en que planifican sus desplazamientos. El incremento de robos, especialmente en horarios nocturnos, puede hacer que muchas personas eviten utilizar el transporte público en ciertos tramos horarios, restringiendo así su movilidad y acceso a servicios básicos o laborales.

¿Qué implica realmente un “protocolo de vigilancia reforzado” en sistemas masivos? La expresión “protocolo de vigilancia reforzado” hace referencia a estrategias mejoradas y coordinadas entre operadores de transporte, autoridades municipales y la policía. Según información del Observatorio de Seguridad Ciudadana, esto implica desde el aumento de cámaras y controladores, hasta el fortalecimiento de patrullaje policial y la implementación de campañas de sensibilización con participación comunitaria. Sin embargo, los informes recientes subrayan que la mera presencia tecnológica no es suficiente. La eficacia de estos protocolos radica en la interacción entre vigilancia en tiempo real, intervención policial activa y la creación de redes de apoyo ciudadano. Solo una integración efectiva garantizará una verdadera reducción de incidentes y la construcción de espacios seguros para todos los usuarios.


* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.

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